Cinco pueblos con encanto de España para reencontrarse con la historia

En España hay rutas que recuerdan diversas leyendas y sucesos históricos. De cada uno descubrimos un pueblo para desconectar del mundo

La colegiata de Nuestra Señora de la Asunción corona el paisaje de Osuna. Foto Turismo de Andalucía

En España hay innumerables rutas turísticas, entre gastronómicas, de vinos, para realizar en bicicleta; y también históricas.

Cinco de ellas están agrupadas en la marca turística Rutas Culturales de España, y que son la de los Caminos de Arte Rupestre Prehistórico, la de la Ruta de la Plata, el Camino del Cid, las Rutas del Emperador Carlos V y la de Caminos de la Pasión.

Son recorridos llenos de historia, donde la naturaleza también se combina con las tradiciones y con la magia de los pueblos que atraviesa.

Sería casi imposible decidirse cuál sería el pueblo más encantador en cada uno de estos caminos, pero desde Rutas Culturales dan una pista para llegar a cada una de estas villas, desconectar y pasear lentamente encontrando nuevos secretos.

Santillana del Mar

Este pueblo cántabro repite una y otra vez en los listados de los pueblos con más encanto de España. Y no es nuevo, ya en 1938 Jean-Paul Sartre lo había calificado así en su obra La nausea.

Santillana se encuentra una de las etapas de los Caminos de Arte Rupestre y Prehistórico, como escala de un recorrido que permite descubrir maravillas como la cercana Cueva de Altamira.

Casas tradicionales en Santillana del Mar

En sus calles empedradas, que forman un dibujo de almendra, se encuentra una colegiata dueña de un claustro románico con 42 capiteles, en una villa de casas de piedra y madera, algunas todavía con su blasón medieval en el portal, y otras reconvertidas en coquetas tiendas de recuerdos y gastronomía.

Precisamente una visita a Santillana es la oportunidad para llevar una buena provisión de embutidos como el salchichón de jabalí, quesadas o los sobaos pasiegos.

Para evitar las congestiones de la famosa cueva, se puede visitar la reproducción de Altamira en el museo del pueblo, donde se la puede ver con calma y así se preserva el patrimonio del yacimiento prehistórico.

Albarracín

Entre la sierra de Albarracín y los Montes Universales, en un giro que hace del Guadalaviar en Teruel, se encuentra este pueblo que forma parte de la Ruta del Cid.

Por suerte el excelente estado de conservación del casco histórico de Albarracín, sus cúpulas y las murallas que lo rodean permiten tener una idea bastante certera de los tiempos en que Rodrigo Díaz de Vivar cabalgaba como mercenario en la difusa frontera entre los reinos cristianos y árabes.

Albarracín fue construida sin desperdiciar ni un centímetro en un giro que da el Guadalaviar en las tierras de Teruel

De hecho se dice que aquí casi muere de un lanzazo enemigo que dio en su cuello.

Por razones estratégicas el pueblo creció restringido por la falta de espacio, donde las viviendas, templos y pequeñas plazas se construyeron aprovechando el terreno ondulado, como se puede ver en la casa de la Julianeta o en la ondulada residencia de los Navarro

Albarracín, el pueblo de Teruel teñido de rojo. Foto Sergio Otoya | Unsplash

Con el mismo color terracota que las montañas que lo protegen, en Albarracín se puede visitar su catedral cuya fachada apenas se luce, o descubrir las viviendas que parecen chocar en las angostas callejuelas.

Hervás

La ruta Vía de la Plata es un trazado que hereda una antigua calzada romana de 800 kilómetros por el oeste de la Península Ibérica.

En su largo recorrido, al pasar por la provincia de Cáceres, uno llega a Hervás, enclavado en el Valle de Ambroz, no muy lejos del Valle de Jerte famoso por sus floraciones de cerezos en primavera.

Su joya histórica es la judería, uno de los barrios de la comunidad hebrea mejor conservado de España.

Es un laberinto de calles angostas, algunos pasajes y casas bajas de paredes encaladas, aunque la expulsión de los judíos llevó a la desaparición de la antigua sinagoga.

Calle del barrio judío de Hervás. Foto Santiago López Pastor | CC

En Hervás se puede visitar la impactante iglesia de Santa María de la Asunción de las Aguas, edificio de muros ciegos que más bien tiene estética de castillo. Es que para sus constructores, los caballeros templarios, había poca diferencia entre un lugar para rezar y otro para protegerse de invasiones.

También cuenta con el palacio barroco de los Dávila, la antigua enfermería del monasterio de la Bien Parada que es la sede del ayuntamiento, y un llamativo museo de coches y motos clásicas.

Osuna

Los Caminos de la Pasión permiten descubrir el fervor religioso que impregna Andalucía durante la Semana Santa, con el paso por las tradiciones de pueblos de Córdoba, Jaén y Sevilla

En esta última provincia se encuentra Osuna, pueblo de orígenes tartessos que fue poblado por romanos, godos, musulmanes y cristianos.

En Osuna la Semana Santa se vive con una pasión especial, con las hermandades que recorren las angostas calles del pueblo con las pesadas figuras religiosas

Calle de Osuna. Foto Turismo de Andalucía

En sus calles se encuentra todo lo que uno espera de la imagen clásica de un pueblo andaluz, con casas blancas en torno a una elevación, que en este caso está coronada por la colegiata de Nuestra Señora de la Asunción.

La Plaza Mayor es uno de sus lugares más visitados, aunque la villa cuenta con un abundante número de iglesias, palacios barrocos como el de los Cepeda, conventos, arcos y pequeñas plazas secas.

Por supuesto que la Semana Santa es su fiesta más importante, con las hermandades que sacan al exterior las gigantescas y pesadas figuras religiosas, en una celebración que hay que ver con atención.

Medina de Pomar

El cruce de antiguos caminos fue la génesis de Medina de Pomar, un pueblo de Burgos que pertenece a la Ruta del emperador Carlos V; desde donde se dominan los cursos de los ríos Nela y Trueba.

Festividad en el alcázar de Medina de Pomar. Foto Oscar Zorrilla – CC

Varios sitios de esta villa recuerdan el paso de aquel monarca, como el arco de la Cadena que lo atravesó en su viaje desde Laredo hacia el monasterio de Yuste, elegido para su retiro tras ceder su cetro de mando a su hijo Felipe II.

En el pueblo se puede conocer el castillo de Velasco, del siglo XV y que llama la atención por la solidez de sus muros; las iglesias románicas y ermitas como la de San Millán, y casas nobles como la de la familia Salinas.

El recuerdo del paso del emperador se refleja en la segunda quincena de septiembre, cuando 200 personas vestidas como si fuera la Edad Media se presentan en las murallas de Medina de Pomar como si en cualquier momento llegara la comitiva que traía a Carlos V.

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