Proyecto Alcatraz: de la delincuencia al rugby entre caña de azúcar y barricas de ron
Desde 2003, la firma de ron Santa Teresa impulsa un programa de reinserción de pandilleros que ha logrado desactivar 11 bandas y reducir la delincuencia combinando educación y rugby

Alcatraz Rugby Club vehicula el Proyecto Alcatraz. Foto: Ron Santa Teresa.
Desde 1796 ha habido caña de azúcar en la Hacienda Santa Teresa, localizada entre las verdes montañas de Revenga, en el valle venezolano de Aragua. Desde 1830, alambiques y ron. Y, desde 2003, un campo de rugby que se ha convertido en el corazón del Proyecto Alcatraz, una iniciativa que ha logrado rescatar a 200 jóvenes de la criminalidad y desarticular 11 bandas, pero también reducir de 114 a 12 los homicidios por cada cien mil habitantes en el área de Revenga y ofrecer nuevos horizontes a los más jóvenes.
No se quiere extender en detalles, dice Alberto Vollmer, presidente de la primera marca y productora de ron de Venezuela. No se quiere extender en detalles, repite, pero lo hace, y así sabemos que la historia de esta hacienda, a unos 80 km de Caracas, cambió drásticamente en 2003, tras el asalto por parte de los miembros de una banda criminal.
Cuando su equipo de seguridad logró capturar a uno de estos individuos, le ofreció trabajar en la hacienda para reparar su falta o bien ser entregado a la policía. Finalmente, los 22 miembros de la banda se sumaron al trato, germen del Proyecto Alcatraz, basado en la educación y la formación profesional pero con un inusual hilo conductor: el rugby, del que Vollmer es un ferviente apasionado.
Rugby para salir de la criminalidad
También lo es Alberto Chicote, encargado de presentar esta valiente iniciativa en su restaurante Puertalsol, en el km 0 de Madrid. “El rugby inculca unos valores que te hacen crecer no solo como deportista, sino como ser humano”, introducía el chef. “Compañerismo, sentimiento de equipo, el tirar para adelante, el ponerle ganas hasta al final y quizá el más importante, respeto por el rival”.
Proyecto Alcatraz es quizás uno de los programas de responsabilidad social empresarial más exigentes, difíciles y comprometidos del mundo
El de Proyecto Alcatraz no ha sido un camino fácil. Más bien todo lo contrario. “En el 2003 la delincuencia en Venezuela y en nuestra área, Revenga, estaba desbordada”, explica Vollmer. No solo eso. Al reclutar a la primera de las bandas se habían involucrado en su “guerra a muerte” con otro grupo rival.
Comenzaron a trabajar también con ellos: “había que matar la culebra por la cabeza”, ilustra este empresario, quinta generación de una familia que tiene entre sus antepasados a una prima del libertador Simón Bolívar.
Finalmente lograron juntarlos a todos y sus líderes hicieron las paces, una noticia que rápidamente corrió por todo el país, incluidas las cárceles, y que hizo que, en apenas diez días, otras seis bandas quisieran sumarse al proyecto, que comenzaron a ver como una oportunidad de salir de la espiral de pobreza y violencia.
“Al echar a andar Alcatraz los índices de violencia cayeron de forma inmediata y muy rápida”. El siguiente paso fue comenzar a trabajar con jóvenes de las bandas en las cárceles. Hoy son 32 los penales de Venezuela a los que llega la iniciativa, quizás uno de los programas de responsabilidad social empresarial más exigentes, difíciles y comprometidos del mundo.
De nuevo el rugby es la forma de acercarse a estos jóvenes -alrededor de 4.000- y, sobre todo, de transmitirles los valores de respeto, disciplina, trabajo en equipo, humildad y espíritu deportivo. La idea es siempre ofrecer un nuevo horizonte, ya sea personas privadas de libertad, miembros de bandas en activo o niños que potencialmente puedan acabar en una de estas organizaciones.
Además de educar y ofrecer reinserción a pandilleros o expandilleros, también se invierte en la empresa, protegiéndola de extorsiones o robos que afectan a muchas compañías del país.
Una nueva vida
Por supuesto la violencia no ha terminado en una Venezuela sumida en una profunda crisis. Entre los últimos hitos de Alcatraz, Vollmer menciona la Banda Once, una de las más peligrosas del país, cuyo ingreso en el proyecto cierra un doloroso círculo, también personal, para la compañía y sus responsables.
«Antes de la llamada de Santa Teresa todos en la banda decíamos que éramos felices haciendo lo que hacíamos”
Anther Herrera
A los 15 años en lugar de estar jugando o divirtiéndose, Anther Herrera ya estaba en la Banda Once. “No confiábamos en nadie. Toda persona fuera de la banda era un enemigo”. Tanto es así que pasaron dos años de negociaciones antes de superar el miedo a ser emboscados por sus rivales o exterminados por la policía y aceptaran sumarse al Proyecto Alcatraz.
“Ellos creían en el perdón y en las segundas oportunidades”, afirma Herrera. “Antes de la llamada de Santa Teresa todos en la banda decíamos que éramos felices haciendo lo que hacíamos”. Pero, cuando surgió la posibilidad, empezaron a reconocer que quizás querían otra cosa para sus vidas.
Luego llegó el trabajo con psicólogos, aprendiendo oficios y, de nuevo, adquiriendo valores a través del rugby. Hoy son dueños de una distribuidora de bebidas y trabajan por la prosperidad de una comunidad a la que un día aterrorizaron.
“Ahora cuando llego a mi casa y mi mujer me pregunta qué tal día sí puedo contarle todo. Porque sé que mi dinero llega de trabajo honesto y nunca más tendré que ocultar quién soy”, concluye Herrera.
Justicia reparativa
En estos 18 años de Proyecto Alcatraz todas las partes han aprendido, también los responsables de Santa Teresa. “Descubrimos el poder del perdón, cómo, si no hay posibilidad de reparación, al menos que los criminales den la cara a las víctimas y pidan perdón”, explica Vollmer.
Es lo que se conoce como justicia restaurativa, procesos de mediación muy complejos, especialmente si hay muertos, y que, años después, les tocaría vivir en primera persona, cuando la Banda Once acabó en 2017 con la vida de Darwin Montijo, líder de la segunda banda en participar en Proyecto Alcatraz y después escolta (y amigo personal) del propio Vollmer.
“Cuando me dan la noticia de que cae Darwin pensé que había llegado el momento de enfrentarlo en primera persona, pero no sabía si estaría preparado para asumir lo que ya habían asumido tantas víctimas”. Sin embargo, había pedido el perdón tantas veces que cuando le tocó a él no podía dejar de hacerlo.
Y ahí comenzó la negociación que acabaría con la Banda Once dentro del proyecto.
Escuelas y valores
“Proyecto Alcatraz fue un hito en mi familia y en el pueblo de donde vengo. Gracias a ellos, mi padre y su banda decidieron transformar sus vidas y es por ese cambio que yo puedo acompañarlos hoy como embajador de Santa Teresa 1796”. Quien habla es Wilkinson Arrieta y, en su caso, no está en el programa por pertenecer a una banda sino porque su padre fue uno de los que entraron a robar en la hacienda en 2003.
En el proyecto desde los 8 años (ingresó en la escuelita de la Fundación Santa Teresa), es un firme defensor de que si los niños ven a los adultos con armas, querrán jugar con armas. Pero si los ven balones de rugby, querrán jugar al rugby. Como parte de los esfuerzos de prevención de la delincuencia, el Proyecto Alcatraz tiene a más de 2000 niños y jóvenes de la zona practicando rugby en la hacienda, lo que la convierte en el lugar donde más se juega este deporte en Venezuela.
Como parte de los esfuerzos de prevención de la delincuencia, el Proyecto Alcatraz tiene a más de 2000 niños y jóvenes practicando rugby en la hacienda, el lugar de Venezuela donde más se juega este deporte
Él mismo, que se define como “rebelde”, ha llegado a ser capitán del equipo Alcatraz Rugby Club y también de la selección nacional de Venezuela.
Formado en mixología y coctelería, como también Herrera, es bartender y embajador de marca premium Santa Teresa 1776, el ron más selecto de la compañía, elaborado mediante el tradicional método de solera (el mismo que se emplea para el brandy y el jerez).
Sin embargo, afirma, lo que más le llena es su labor como entrenador de rugby en cárceles donde contribuye a la reinserción a través de los valores: “es mi forma de devolverle a la vida lo que me ha dado, ayudando a esos jóvenes a que aprendan a vivir una nueva vida”.
El mejor ron del mundo
En estos últimos años, la compañía ha debido superar sus propios problemas. A principios de siglo, Santa Teresa se enfrentaba a la quiebra, que sorteó bajo la batuta de Alberto y Henrique Vollmer, tataranietos de Gustav Julius Vollmer, un alemán llegado desde Hamburgo que en 1796 fundó la hacienda del municipio Revenga.
También en el año 2000, con Hugo Chávez nacionalizando empresas y clamando contra los oligarcas, más de 400 familias invadieron terrenos de la hacienda buscando un lugar donde vivir. En lugar de desalojarlas, los Vollmer cedieron espacios para el proyecto Camino Real, que incluyó la construcción de viviendas para aquellas familias.
A partir de entonces comenzarían a tejerse las redes con el municipio Revenga (también escapar a la expropiación y establecer relaciones con el gobierno) que fructificarían después con el Proyecto Alcatraz.
Comercialmente, su estrategia enfocada en la producción de rones añejos y en la inversión social como uno de sus valores corporativos más preciados tiene hoy en el Santa Teresa 1796 su punta de lanza.
Un ron suave, seco y balanceado que ha ganado tanto el reconocimiento del público como los más prestigiosos premios internacionales. Y con el que se hace, damos fe, uno de los Old Fashioned más deliciosos que se pueden probar.