El ocaso del catalanismo

El PSC no quiere caer en la irrelevancia, pero se resiste a protagonizar el ‘no’ al independentismo

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Las nuevas generaciones que se manifestaron en la Diada a favor de un Estado propio para Catalunya no deben conocer, o si lo conocen han decidido ignorarlo del todo, a un señor llamado Vicente Cacho Viu, un gigante por sus trabajos sobre historia intelectual.
 
Otro hombre considerado una de las referencias de la cultura catalana, Albert Manent, escribía el prólogo del libro de Cacho Viu, en 1998, que se editó con un título muy ilustrativo: El nacionalismo catalán como factor de modernización.

Esos jóvenes que abrazan ahora sin complejos el independentismo seguramente no han leído nunca a Vicente Cacho Viu, un intelectual español de primera que simpatizó siempre con el catalanismo. Pero el president Jordi Pujol si lo conoce perfectamente. De hecho, durante años se ha referido a él, y no para combatirlo, sino para defender sus tesis.

“En el nacionalismo catalán han predominado siempre las corrientes partidistas de la autonomía como fórmula óptima para lograr la recuperación nacional de Catalunya, que es, en cualquier caso, no lo olvidemos, su objetivo prioritario”, asegura Cacho Viu.

Lo que explica este intelectual, que fue catedrático de las universidades de La Laguna, Valencia, Barcelona y la Complutense de Madrid, es que existe un hilo conductor del catalanismo muy firme y coherente, que ha buscado su afirmación nacional buscando la modernización e incardinación de y en España, conviviendo con otras apuestas muy minoritarias y marginales.

Eso ha sido, eso fue, el catalanismo.

Esa línea se rompe con la manifestación independentista de la Diada y ha dejado en la cuneta a quien mejor trató de representar ese catalanismo, el PSC.

Dos generaciones

Los dirigentes socialistas siguen sumidos en la desesperación y en la indefinición. Una muestra gráfica de ello es que en la movilización de la Diada acudieron dirigentes veteranos y ya no en la primera línea de la dirección del PSC como Joaquim Nadal, Montserrat Tura, o Ernest Maragall.

En cambio, en la concentración en Madrid para rechazar las políticas sociales del Gobierno español asistieron Jaume Collboni, portavoz del grupo parlamentario del PSC, -que proviene de la UGT- la diputada Laia Bonet y la portavoz adjunta del grupo del PSC en el Parlament Eva Granados. Otra generación.

¿Qué ha ocurrido?

Un artículo de Albert Aixalà, el director de la Fundación Rafael Campalans, el think tank de los socialistas catalanes, ha roto algunos esquemas en el seno del PSC, con detractores, o dirigentes que matizarían mucho el artículo, o con partidarios de aplicar lo que sugiere en el texto.

La idea de Aixalà es que CiU ha decidido bajarse de forma definitiva de esa corriente del catalanismo imperante durante décadas. Y deja las cosas en dos bandos que pueden llegar a enfrentarse: los partidarios de crear un Estado propio, sin España, y los que quieren llegar a fórmulas de entendimiento.
 
Su tesis es que ha llegado la hora de que el PSC recoja a los que no quieren un Estado propio, a los que quieren, con más o menos matices, una implicación con España. Y hacerlo sin complejos.

Pero el PSC, según un dirigente de la actual dirección, “no quiere ser visto como una fuerza antiindependentista”. Otros, como la portavoz adjunta del grupo parlamentario, Rocío Martínez-Sempere, recuerda que el PSC no puede luchar por el mismo espacio que el PP, porque el PSC siempre ha estado comprometido con el autogobierno de Catalunya. Pero los socialistas se hunden, y saben que deben actuar cuanto antes. Su primer secretario, Pere Navarro, no acaba de protagonizar un cambio. Pero hay algunas señales.
 
Una consulta

Es lo que ha hecho el nuevo presidente del grupo parlamentario del PSC, el veterano Xavier Sabaté, quien ha lanzado la idea de convocar ya una consulta en Catalunya para saber dónde está cada uno, consciente de que hay una mayoría en la sociedad catalana, contando al mundo empresarial y parte del electorado de CiU que no desea una ruptura con España.

El problema del PSC es que, públicamente, nadie le sigue. Es decir, los altavoces mediáticos del movimiento soberanista son muy potentes. Los líderes de opinión defienden las mismas tesis, con matices muy tenues. No hay, entre la sociedad más activa, la que organiza actos, la que se mueve en el mundo comarcal y de las pequeñas y medianas ciudades, partidarios de otra cosa que no sea acelerar el proceso de independencia.

Es lo que algunos dirigentes, como el propio Collboni y Martínez-Sampere, analizan para no precipitarse en la nueva estrategia del PSC, tomando algunas distancias, por tanto, con lo que sugiere Albert Aixalà.

Estos dirigentes, además, tienen en cuenta que hay que presentar proyectos en positivo y el posible socio, el socio de siempre, el PSOE, no está ahora mismo por ayudar, como ha demostrado Alfredo Pérez Rubalcaba, que en la Fiesta de la Rosa, junto con el primer secretario del PSC, Pere Navarro, no pronunció ni una sola vez la palabra federalismo.

Sociedad a dos velocidades

Reflexionan porque saben que existe en Catalunya una sociedad a doble velocidad. A los que se manifestaron en la Diada, el president Artur Mas, los calificó como la “mejor Catalunya”, una afirmación muy discutible, y extraña en un presidente de la Generalitat. Pero puede ocurrir que la otra, cuya dimensión se desconoce, siga sin participar, siga en sus propios mundos individuales y colectivos, ajenos al debate.

Y, en todo caso, si el PSC se decide y busca a esa mitad de la sociedad, si entra en el camino que conduce a un choque de trenes, habrá también fracasado, aunque no tiene otra salida si no quiere caer en la marginalidad en beneficio del PP. A su favor tiene que la sociedad catalana sigue considerándose de centro-izquierda, algo que no debe olvidar.
Pero será un fracaso, porque siempre trató de evitar ese choque. El catalanismo no perseguía una ruptura, sino una integración en el imaginario de la nación catalana.

Es el ocaso del catalanismo. Cacho Viu sentiría ahora que el esfuerzo de toda su vida se habría truncado.
 
No es el caso de uno de sus supuestos seguidores, Jordi Pujol, que ha abrazado de la noche a la mañana el independentismo.

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