Gay de Montellà: «La independencia es el fin de la estabilidad financiera»

El presidente de Foment no se arruga cuando crítica el proceso soberanista, pero tampoco cuando advierte de que no se puede obviar un proyecto que mueve mayorías sociales

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«La independencia pone en peligro la estabilidad financiera que ofrece la zona euro a nuestras empresas». Y fuera de la UE reina el hiperespacio. Antes de soltar una sentencia, Gay de Montella se reúne con los 150 empresarios más importantes de Catalunya, que conforman el Consejo Consultivo de la gran patronal catalana, Fomento del Trabajo.

Este Senado económico, con tres siglos de historia a sus espaldas, calla, escucha y prescribe. Montellà es la voz de los patronos: «la independencia de Catalunya es poco oportuna. No es nuestro momento. Lo será cuando le llegue el turno a la Europa de las regiones, pero ahora estamos en la Europa de los estados», asegura. Es lo más parecido al discurso que tenía Jacques de Delors, padre del Tratado de Maastricht. El socialista francés que presidió la Comisión, sospechoso de estatalismo, fue muy bien entendido por Jordi Pujol y Pasqual Maragall, en la época de los cuatro motores.

La tierra y la industria

Frente a los que cuestionan el statu quo español se atrincheran en el falso pragmatismo. Montellà se ha esforzado por no caer en esta fatalidad, que se limita legitimar lo establecido. Es un catalán que comparte la aventura del particularismo encajada en la globalización. Tiene dos raíces: la tierra, destello de los Montellà, antigua baronía gerundense; y la industria de los Ferrer-Vidal, una saga iniciada en la mítica fábrica del Mar de Vilanova i la Geltrú, joya de los años del vapor.

En él confluyen la Catalunya marcada por la nobleza del pasado y el toque cosmopolita de la Revolución Industrial. Su bisabuelo, Ferrer-Vidal fue también presidente de Fomento. Ejerció el cargo en un momento de máxima tensión entre el poder del Estado y el mundo económico catalán, cristalizado en el célebre «Tancament de caixes», en la Barcelona del Doctor Rubert.

Desde que preside Fomento, Joaquin Gay de Montellà y Ferrer-Vidal ha perlado su discurso. En la era del soberanismo, ha afinado su papel de puente apartándose del unionismo irredento: «No se engañen, el movimiento soberanista en Catalunya es una propuesta política en el marco de una nación que hoy mueve mayorías sociales». Esta frase, pronunciada hace más de un año, todavía le granjea incomprensiones. Pero no se ha venido abajo desde el día en que este mensaje resonó en las paredes, durante una reunión empresarial celebrada en Oviedo, la Vetusta de Clarín.

El rigor del arancel

Fomento se ha acercado al catalanismo político. El interface de Juan Rosell (actual presidente de CEOE) ha sido superado por la elasticidad política de Gay. La Transición fue dura para la vieja patronal proteccionista de Joan Güell. Su presidente de la época, Alfredo Molinas (un aduanero vinculado al tradicionalismo nostálgico de Javier de Parma), sucedió en el cargo a Carlos Ferrer-Salat. Fue en 1980, un año decisivo en el que el Departamento de Estado encontró la complicidad de la patronal para combatir la supuesta hegemonía del PSUC. Esta huella le pertenece al entonces joven ingeniero Juan Rosell; no a Gay, un patrón de patronos enhebrado mejor que nadie en la urdimbre corporativa de Fomento.

El presidente del gran lobby económico practica el bilingüismo (castellano con su esposa; catalán con las nuevas generaciones). Pertenece a una estirpe que, antes de abrazar el librecambismo, festoneó el rigor del arancel. Su padre, Rafael Gay de Montellà, un civilista destacado en la Barcelona de posguerra, fue el autor de Autarquía, un texto glosado por Gual Villalbí, -aquel ministro sin cartera que fue secretario de Fomento, puesto clave del entramado económico catalán- y por Lucas (Lluch) Bertran, el penúltimo liberal, cuya obra ha sido recuperada recientemente por la Fundación Faes, gracias al buen hacer de sabio Joaquín Trigo Portela.

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