Wayne Griffiths: del concesionario familiar a presidir Seat a ritmo Presto

El ejecutivo toma las riendas de la automovilística española tras erigirse como el pulmón de Cupra y ser el número dos de De Meo durante su mandato

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Cuando Wayne Griffiths aterrizó por primera vez en Seat durante los Juegos Olímpicos, nadie en la compañía podía imaginar que aquel chico se convertiría casi tres décadas después en el nuevo presidente de la automovilística. El círculo se cerró el pasado miércoles, cuando el consejo de administración de Volkswagen le erigió como primer ejecutivo de la empresa a la que volvió en 2016: cuatro años en los que saltó de vicepresidente de ventas a liderar Cupra y convertirse en la mano derecha de Luca De Meo a ritmo frenético.

Nacido en Dukinfield (Manchester, Reino Unido) en 1966, a Griffiths uno duda incluso si calificarlo de británico. Desarrolló toda su carrera en Audi, y no duda en recordar que tiene la nacionalidad alemana desde hace un lustro. Fue precisamente el brexit lo que le llevó a solicitar la acreditación alemana. “Hay que respetar la decisión del pueblo, pero yo quiero seguir siendo europeo”, dijo en una entrevista en La Vanguardia.

Aclarados sus orígenes, la pasión del dirigente por el mundo del automóvil comenzó en el concesionario familiar en el que, como suele ocurrir, echaba una mano los fines de semana y durante las vacaciones de verano.

La venta se quedó en su ADN y después de ocupar varios cargos en el departamento de venta de Audi, donde coincidió con Luca De Meo, llegó en Seat de la mano del italiano para dirigir la división. El tándem logró las mejores cifras de la historia de la marca impulsados, eso sí, por la ofensiva de nuevos vehículos que había diseñado Jürgen Stackmann, hoy en Volkswagen.

La capital catalana no le resultó extraña, pues ya la había explorado durante su anterior estancia en Seat, entre 1991 y 1993. Al volante de un Seat Toledo se convirtió en un rostro habitual de la Villa Olímpica, donde residía, y de los chiringuitos costeros, contó él mismo.

Su pasión por los coches le hizo aparcar rápidamente el Toledo y hoy presume de una amplia colección de vehículos clásicos en su garaje de Sitges (Barcelona). La joya de la corona, un Jaguar E Type de 1966, el año de su nacimiento.

Pero Griffiths es más que su amor por las cuatro ruedas –aunque a veces pueda parecer lo contrario–. Lo saben en el Liceu, del que es un habitual. Amante de la ópera, el coronavirus ha segado sus visitas al popular teatro barcelonés, aunque según ha comentado a sus allegados ya espera con ansías el estreno de la nueva temporada, que se inaugurará con Il Trovatore, de Verdi.

Y para quien busque similitudes entre sus aficiones y su día a día, el ritmo Presto sirve de nexo entre ambos mundos. Considerado uno de los tempos más rápidos en la música clásica, su círculo más cercano cuenta que su velocidad en el trabajo es frenética.

«Fogoso, valiente, ágil e incluso algo loco», lo describen los trabajadores. Entre los periodistas luce más calmado, eso sí. Con fama de didáctico en sus comparecencias, le caracterizan sus outfit fuera de lo común entre los ejecutivos de la primera línea española. De hecho, decepcionó a muchos por lo formal de su look en el día de su presentación oficial como presidente por demasiado formal.

Amante de la moda, es habitual verle lucir cazadoras de cuero, zapatos de colores estrafalarios y tejanos frente a las americanas que acostumbran a vestir los ejecutivos alemanes. Un estilo que ahora quiere mantener en Seat para que se mantenga como la marca de moda dentro del conglomerado.

Carles Huguet

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