Los médicos del futuro y los nacionalistas

La codicia independentista catalana quiere superarse a sí misma con el sectarismo científico, pretendiendo apoderarse de una parcela del sistema MIR

Dos sanitarios durante una pausa en el nuevo «hospital satélite» del Hospital Universitario de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona). EFE/Alejandro García

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Aunque me parezca infantil jugar a ser profeta y mucho menos de malos augurios, por desgracia en mi artículo del mes de mayo, criticando el sistema impuesto por el Ministerio de Sanidad para la elección de plazas MIR para los licenciados en Medicina, a través del cual eligen según sus calificaciones la especialidad en la que han de formarse, ya advertía de los históricos envites que algunos nacionalismos tenían sobre el sistema MIR, pretendiendo hacerse cargo también de ese competencia del Estado. La codicia independentista catalana, que en sus instituciones de gobierno ha demostrado superar la histórica corrupción de los gobiernos andaluces, quiere superarse a sí misma con el sectarismo científico, pretendiendo apoderarse de una parcela del sistema MIR.

Por ello ha vuelto a la carga con esa impresentable reivindicación, pretendiendo forzar con sus exigencias a este Gobierno débil y necesitado que tenemos a nivel del Estado. Quieren en la parte que les corresponda llevar las riendas también del sistema selectivo, como si quisiesen controlar esa oferta de formación cualitativa, al margen del sistema que rige en el resto del país. Porque sin duda, la del futuro empleo en la sanidad pública ya la tienen en la mano, en la que practican las imposiciones lingüísticas y otros condicionantes a quienes optan a plazas sanitarias por aquellas latitudes, incluyendo a Baleares.

«No pueden alegar ningún tipo de razonamiento mínimamente coherente para avalar su propuesta»

Cualquier persona con dos dedos de frente no entendería tamaña tropelía y menos si es médico, porque todos los especialistas en ejercicio actualmente han tenido que formarse a través de dicho sistema. No pueden alegar ningún tipo de razonamiento ni mínimamente coherente para avalar su propuesta, pero sí en cambio existen razones más que fundadas para considerar que su sentido común, una vez más es el menos común, entre esos “gobernantes”.

Con motivo de un acto público hace unos días, al que entre otros personajes políticos asistió la reciente ministra de Sanidad, escuchamos sus palabras, aludiendo al sistema MIR. Dijo una vez más que no iba a cambiar, sino a perfeccionarse, pero no dijo claramente que no se iba a transferir esa competencia. Por el contrario, unas declaraciones similares que hizo unos días antes hicieron que saltasen las alarmas, con el consiguiente descaro de los responsables sanitarios de la Generalitat, asegurando que ello está incluido en las negociaciones entre los gobiernos central y el autonómico.

Hemos llegado a tal extremo de verdades a medias, mentiras, promesas incumplidas o contrapuestas y tergiversaciones del ejercicio de la política por parte del Gobierno, que esas tonalidades de grises entre lo blanco y negro que suelen rodear a la acción política, se han convertido en los cambiantes, pero siempre presentes, colores del arco iris, que sin duda es la única la bandera a la que todos rinden pleitesía.

«La única postura prudente sobre este asunto de los MIR en esas reuniones de independentistas la han aportado los nacionalistas gallegos»

Por su parte, las instituciones médicas catalanas en su mayoría, copadas por el nacionalismo de algarabía, no se han atrevido a manifestarse contrariamente a sus responsables políticos, porque una vez más, temen el aforismo de “el que se mueva no sale en la foto”. Llegados a este punto supongo que dentro de poco querrán controlar también las oposiciones y plazas de jueces, abogados del Estado, notarios o registradores, formar sus propios tribunales y así poder seleccionar el pedigrí de los candidatos que conviene al nacionalismo.

De la descentralización han pasado al autogobierno, de ahí han conseguido un evidente federalismo y ahora caminan embrutecidos embistiendo por una independencia nada realista, que ni el presidente que tenemos puede conceder. Pero en el camino no hay nada constructivo ni para el Estado y mucho menos para los ciudadanos catalanes, muchos manipulados, algunos iluminados, bastantes acobardados y otros medio resignados, por los resultados electorales y las compinchadas e interesadas coaliciones.

La única postura prudente sobre este asunto de los MIR en esas reuniones de independentistas la han aportado los nacionalistas gallegos, que han sido más cautos; no sé si porque no gobiernan en su comunidad, porque puedan tener un mayor sentido del ridículo, tal vez para no enfrentarse a los profesionales de la salud que respetan ese sistema. Me gustaría pensar que tampoco quieren ser cómplices de un proceso involutivo para la selección y formación de los profesionales de la salud españoles, gracias al cual hemos logrado un prestigioso nivel y consideración internacional de ellos y nuestro sistema sanitario, tanto público como privado.

Espero que mis temores no se cumplan y queden mis reflexiones en el cajón de agoreros despropósitos, porque en estos tiempos convulsos, de populismos, con políticos carentes de la más elemental ética y criterio, podemos esperar que lo irracional se convierta en esa aberración que algunos llaman la “nueva normalidad”.

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