Leku, un éxito amenazante

C/ Joan Guell, 189www.restauranteleku.es93--490-38-10

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Hace algo más de un año había hecho una reseña de este local, que era relativamente joven y ya había conseguido cierta reputación. Ahora sigue la misma trayectoria de éxito como demuestra el lleno diario. Y lo que es aún más significativo: si en 2013 el menú de mediodía costaba 12,5 euros, en 2014 vale 13,5. No todo el mundo puede permitirse el lujo de subir precios en estos tiempos de penuria que vivimos.

A rebosar

El caso es que el día de mi visita estaba a rebosar –a petar, como se dice ahora–, incluso doblaron mesas. La inmensa mayoría iban de menú, es cierto, estaba lleno. Es una suerte, pero aunque el servicio es amabilísimo se les nota que van de cráneo.

Si no me equivoqué al contar, solo tres mesas –más o menos el 10% del total– estaban vestidas con mantel blanco. El resto tenían las esterillas y las dignas servilletas de papel con que sirven la comida a precio fijo, como llama Fermí Puig al menú de su casa.

El público se reparte al 50% entre hombres y mujeres. Hay bastantes mesas de compañeros de trabajo y también de familias, un tipo de público que frecuenta el Leku.

Lo más atractivo de la carta son las sugerencias previas. Sergi Amor, el joven cocinero responsable de esta experiencia de triunfo, se lanza y ofrece un capítulo de «Clásicos del Leku», quizá algo prematuro.

Como el pulpo

Esas propuestas incluyen un bogavante a feira, a imagen y semejanza del pulpo, muy logrado. Un gran invento. El plato es caro, pero la curiosidad pudo más que el bolsillo y tras un cruce de miradas interrogativas de las tres que compartíamos mesa nos decidimos a probarlo.

También pedimos unas anchoas, que aquí son del Cantábrico, de tamaño no muy grande, pero bien sabrosas, acompañadas de una coca con tomate como dios manda. Y unas croquetas de rabo de buey densas y gustosas que recordaban el carn d’olla. Creo que, como las croquetas de conejo que les describí en la anterior nota, han sido premiadas.

Los segundos

Como segundos tomamos una tagliatela de calamar gratinada con alioli de membrillo que estaba muy bien, pero quizá algo difícil de digerir. Es un plato original, aunque esta salsa debería tomarse siempre fría. A veces pico –aunque luego me arrepienta– porque cuando está rustido por la salamandra tiene un sabor y una textura amerengada muy atractivos.

Las colegas optaron por los huevos estrellados con jamón de jabugo que, a juzgar por la velocidad con que la amiga dio cuenta de ellos, debían estar buenos; y por una butifarra con setas tempranas también a plena satisfacción.

Como se ve, huimos de las carnes, que en realidad es la especialidad de la casa. Su cochinillo de Aranda tiene fama, como los 800 gramos de la ración del chuletón donostiarra.

Buena selección de vinos

Habíamos tomado una caña Calsberg ligeramente desbravada en el aperitivo. Por cierto, que hace un año se estiraron pero en esta ocasión supongo que andaban tan atareados que se olvidaron de ponernos algo para picar, aunque tampoco descarto que hayan suprimido ese tipo de detalles.

Luego pedimos un tinto Muga, crianza, que pagamos a 22 euros, cuando en bodega cuesta casi 14. No llegan a duplicar el precio de los vinos. La casa cuida bastante este capítulo con una selección que denota personalidad. Hay etiquetas de todas partes, incluida Francia.

El café sigue siendo Tupinamba, muy correcto, aunque servido con prisas y demasiado largo para mi gusto. Unos 50 euros por persona. No es barato, pero merece la pena.

Me atrevería a decir que Leku es de esos lugares en que la coexistencia del menú y la carta no acaban de funcionar. Y es que esa conllevancia es muy difícil.

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