Leku, la revelación

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Pasa por ser un restaurante de cocina vasca, pero sería más exacto considerarlo un local ecléctico bastante centrado en los platos castellanos y vascos, con muchas aportaciones personales que son precisamente las que definen la personalidad de esta casa.

Me decidí a visitarlo después de leer que Time Out lo había considerado elmejor restaurante revelación del 2012. Es un local pequeño, decorado de forma algo anodina, con techos bajos que lo hacen un poco ruidoso. No acaba de ser muy cómodo, con unos servicios que deberían mejorar con urgencia. El envoltorio, en definitiva, queda muy por detrás de la calidad de su cocina, que le ha dado en poco tiempo una merecida fama en la ciudad. Talento muy por encima del envoltorio.

El menú

Al mediodía funciona básicamente con el menú de 12,5 euros. La mayor parte de las mesas están preparadas con esterillas individuales y servilletas de papel, y unas pocas con mantelería de tela, la que toca a quienes optan por la carta.

La clientela es muy variopinta, con mucha presencia de hombres sin corbata y mujeres con mujeres. Pocas familias y parejas. Su cercanía al Camp Nou hace que los días de fútbol o de reuniones de la junta la presencia de gentes del Barça sea notable.

La carne

La oferta es original, con una singular relación de aperitivos, unos entrantes atractivos y una reducida oferta de pescado –cuatro versiones en base al bacalao-. El capítulo fuerte son las carnes: chuletón donosti de 800 gramos, lechal y cochinillo de Aranda, además de filete de ternera, carrillera, rabo de vaca y demás contundencias.

Tienen cerveza de barril, Calsberg, que sirven quizá demasiado fría. Con ella acompañé unos chips de espinacas deliciosos, ligeramente crujientes, que se deshacían en la boca. Después, una ensalada de ventresta con tomate y cebolla sazonada con una salsa donde la presencia del vinagre de Módena, aun siendo ostensible, no la arruinaba, como sucede con tanta frecuencia cuando no se sabe administrar bien un aderezo tan fuerte como éste. Mi acompañante optó por la ensalada Leku que integraba unas habitas en un combinado de distintas hortalizas, y donde como en la mía la salsa que ligaba el surtido estaba muy lograda.

Después, acepté una de las propuestas fuera de la carta –un ejercicio de riesgo cuando no te cantan el precio-, pero que en este caso el peligro era menor al tratarse de unas modestas croquetas: de conejo con sanfaina. Sensacionales. No me extraña que Leku ha sido premiado por sus croquetas. Se lo merece.


 

El solomillo, con buen volumen, estaba perfectamente hecho –muy poco-, tanto dentro como en el exterior y con sabor. El cocinero presume de prestar mucha atención a la calidad de las carnes, y con razón.

Los vinos

Nos apetecía un sirah fresco para combatir el calor, y nos ofrecieron un Côtes du Rosillon del 2011. A 23 euros, el doble que su precio en bodega. Lo pedí a ciegas porque a pesar de preguntar su precio, el camarero se resistió a traer la carta de vinos. Tenía interés en satisfacer el capricho del sirah sin necesidad de mirar la carta, y se le notaba que está acostumbrado a que los clientes confíen en sus consejos. Bien.

La oferta de postres es muy atractiva, así que no pude resistirme a una espuma de mojito digna de los locales de la tecnoemoción. Mi acompañante dio cuenta de un sorbete de limón, más corriente. Nos pusieron un café Tupinamba, correcto de aroma y sabor. El servicio, de ambiente familiar, es muy atento y efectivo. Unos 45 euros por persona.

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