106 días… o más

ERC y Junts suspenden la convocatoria electora con el fin de mejorar sus posibilidades y adaptar el calendario a sus intereses

Hubo un tiempo en el que el grito de guerra del independentismo era “¡Volem votar, president, poseu les urnes!”, se desgañitaba Carme Forcadell en una de las perfomances de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) del 11 de septiembre.

¡Votarem, votarem, votarem” respondía enardecidas las masas separatistas. El irrefrenable deseo de votar de los independentistas les ha llevado a convocar cinco elecciones en 10 años, incluida la de 2017, que en realidad lo hizo Mariano Rajoy porque Carles Puigdemont se acobardó ante los tuits del cupero Antonio Baños y el republicano Gabriel Rufián y los gritos de Marta Rovira por los pasillo del Palau de la Generalitat emulando a los de la niña del exorcista.

La llama del deseo de votar se apagó en el independentismo. Ya no quieren votar. Solo quieren lo que han querido siempre: seguir en el poder. No hay ninguna novedad. El procés era para seguir en el poder, independizarse, que efectivamente es lo que querían.

Era un secreto a voces que Junts X Cat, o sea, Puigdemont, no quería elecciones. Su proyecto necesitaba tiempo para cuajar, las purgas entre independentistas dictadas desde Waterloo no son cosa de cuatro días y más cuando algunas esferas de poder no están, como antaño en sus manos, sino en las de republicanos y socialistas que son vistos por los seguidores de Puigdemont como los típicos familiares lejanos con los que uno debe convivir pero se lleva mal.

«Era un secreto a voces que Junts X Cat, o sea, Puigdemont, no quería elecciones. Su proyecto necesitaba tiempo para cuajar»

La pandemia dio la excusa a Junts X Cat para conseguir el aplazamiento electoral y por primera vez en años ERC y Junts, o sea, Puigdemont y Junqueras, estuvieron de acuerdo en algo: ambos querían el aplazamiento, pero por motivos distintos.

Junts cree que el aplazamiento le favorece. Con ERC al frente de la Generalitat el desgaste por la gestión de la pandemia recae en Pere Aragonés y cuanto más tiempo pase mejor para ellos. En ERC también querían el aplazamiento por los motivos contrarios, el tiempo ha de permitir vacunar, reorganizarse, ofrecer mejor imagen como gestores y reforzar a Aragonés como candidato, hasta ahora con un perfil muy plano. Además tanto para Junts como para ERC, los 106 días que van entre el 14 de febrero y el 31 de mayo tienen por medio una meta volante clave: el indulto que el gobierno de Pedro Sánchez está tramitando.

Los independentistas evaluarán si les conviene acordar un nuevo aplazamiento

En realidad, nada garantiza que el 31 de mayo haya elecciones, 54 días antes, en la segunda semana de abril deberá firmarse un nuevo decreto de convocatoria, con nuevos plazos de voto por correo, nuevas listas, nuevas ubicaciones de mesas, etc. Por entonces, tras la Semana Santa los independentistas evaluarán no el estado de la pandemia sino de sus expectativas electorales y entonces o convocarán o acordarán un nuevo aplazamiento.

En cualquier lugar del mundo suspender unas elecciones en función del interés electoral de los partidos en el gobierno sería un escándalo mayúsculo,  en Cataluña es la consecuencia lógica de la degradación institucional y democrática.

El que puede lo más puede lo menos. ERC y Junts, que aprobaron las leyes de desconexión, que decretaron la abolición de l’Estatut y la Constitución ahora suspenden una convocatoria con el fin de mejorar sus posibilidades y adaptar el calendario a sus intereses.