La amnistía: un tetris de difícil control

Todo es como un tetris de alta complejidad, si nos fijamos en un lado sólo, las piezas se elevan y perdemos

La política de Madrid más parlamentaria tiene otros enfoques que normalmente no coinciden con los del resto de España. Tanto es así que en ocasiones se podría decir que existen dos ritmos políticos, los de Madrid y la suma de las instituciones del resto del Estado como son las comunidades autónomas, los ayuntamientos, las Diputaciones, órganos comarcales y un largo etcétera.

El Madrid político lo mira todo con efecto bumerán. Siempre es interesante observar la dirección curva de muchas de las declaraciones o conclusiones que acaban cociéndose en esta acción. Sin embargo, para encontrar soluciones a los diferentes problemas donde la política acaba incidiendo es mejor buscar enfoques diferentes fuera de la M-30.

Viene al caso en una charla la pasada semana con varios interlocutores políticos en Madrid, justo el día del desfile de las Fuerzas Armadas. La amnistía era el tema. Su posible encaje, o imposible, en la Constitución lleva loco al todo Madrid.

Las dos caras de la moneda son claras. Por un lado, existen los que no admiten ningún tipo de reflexión y apuestan por un “no” rotundo a eso de la amnistía y, por otro, aquellos que negaban antes ese encaje, y ahora comienza a flaquear en la idea sólida y se muestran dudosos ante ella.

A Puigdemont le ha tocado la lotería

No entraremos en ese debate ya que sería repetitivo. Existe otra reflexión que se concentra en las consecuencias. La de tirar adelante algún tipo de artefacto, supuestamente legal, que forzara con calzador lo de la amnistía para que Pedro Sánchez fuera presidente, pero ante un nivel de erosión cuyos efectos todavía no han evaluado bien en Ferraz.

La propuesta a mis interlocutores, que todo lo miran con enfoque de La Moncloa, del Congreso de los Diputados o del mismo Senado, es que, por un momento, se pusieran en la piel de Carles Puigdemont y de los independentistas. Me explico.

A Puigdemont le ha tocado la lotería. Es indudable que no ha sido ni en una rifa, ni en un sorteo chapucero. El número premiado le ha aparecido tras unas elecciones democráticas. El resultado le ha sido favorable, y no por volumen de votos, porque su formación bajó y mucho, sino por la aritmética parlamentaria que lo convierten en imprescindible por su resultado.

BRUSELAS (BÉLGICA), 05/09/2023.- El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, este martes en la inauguración de la muestra "Contribución de Cataluña al progreso social y político de la UE" en Bruselas.-EFE/ Pablo Garrigós
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. EFE/ Pablo Garrigós

Ya sabemos todos que Puigdemont quiere volver a su casa. Sin embargo, el precio que deberá pagar se le supone elevado. Si lo analizáramos sólo desde Madrid, a quien erosiona de verdad es a la democracia española que tendrá que tragarse el mayor sapo de su historia.

Por supuesto, ese análisis coincide con todos los constitucionalistas, hasta aquellos que aceptan la amnistía como si fuera un pulpo de animal de compañía.

Todo es como un tetris de alta complejidad

Y es dónde se complica la cuestión. El fugado busca su vuelta sin que el ala independentista más radical, creada y excitada por él mismo, no le acuse de ser un “botifler”, o sea un traidor.

Por culpa de una situación parecida cuando hacía de president no convocó elecciones y acabaron unos en la cárcel y otros huyeron a Bélgica. Este detalle debe ser tenido en cuenta, pero de forma muy profunda, antes de que acepte una investidura de Sánchez.

Todo es como un tetris de alta complejidad. Si nos fijamos en un lado sólo, las piezas se elevan y perdemos. La otra cuestión demoledora es que ninguno de los protagonistas está dispuesto a ofrecer disculpa alguna por lo ocurrido. Y claro, eso duele. Un ingrediente más para que la investidura de Pedro Sánchez, si sale, sea ácido sulfúrico.

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