Las andanzas empresariales del valenciano Enrique Bañuelos no suelen pasar desapercibidas. Su fulgurante tránsito entre 1996 y 2006, del más absoluto anonimato a hacerse un hueco entre la élite financiera y empresarial, aprovechando las bondades urbanísticas de la Comunitat Valenciana, le catapultaron hasta la lista Forbes de los más ricos del mundo con una fortuna de casi 6.000 millones de euros.
Pero igual que subió, bajó, con la caída en desgracia del sector inmobiliario tras el estallido de la burbuja. Dimitió como presidente de Astroc y puso tierra de por medio. Dejó España, aunque no del todo, y puso el ojo en Brasil.
La nueva tierra prometida donde, en poco tiempo, gracias a sus manifiestas habilidades negociadoras –cuando le conoció, el todopoderoso fundador de Inditex, Amancio Ortega, dijo de él que se convertiría en el nuevo Bill Gates– volvió a granjearse la confianza de alguna de las mayores fortunas del país suramericano para que apoyaran sus nuevas andanzas en aquel país.
Ahora, un lustro después y con las inversiones brasileñas con una evolución no tan positiva como Bañuelos esperaba, el saguntino vuelve a España. Y no de una manera desapercibida, sino a lo grande haciéndose con el control de Amper. Le han bastado unos 20 millones de euros para convertirse, a través de sociedad Veremonte, en accionista mayoritario de la cotizada tecnológica.
Y lo ha hecho a través de dos vías. Suscribiendo una ampliación de capital de 14,72 millones y comprando el paquete de 9,2 millones que tenía la entidad financiera Liberbank en la tecnológica. Lo invertido en Amper representa aproximadamente la sexta parte de lo obtenido por Bañuelos tras vender el 20% del grupo brasileño Vanguarda.
Su regreso al panorama empresarial español levanta no pocas suspicacias y el recelo de todos aquellos que, como el propio Ortega, perdieron muchos millones por seguir a pies juntillas sus recomendaciones. Todos recuerdan, sobre todo en tierras valencianas, sus andanzas.
De cómo en apenas una década urbanizó más de 17 millones de metros cuadrados en el arco mediterráneo, con la promoción de 50.000 viviendas a precios asequibles destinadas tanto a primera como a segunda residencia.
Gracias a esa mano ancha legislativa que permitía promover sin acreditar la propiedad de los terrenos y la posterior compra de suelos que fueron recalificados. Humo, pensaron algunos, no los que decidieron embarcarse en el proyecto. Y de cómo, gracias a esa estrategia, se permitió el lujo de comprar al Sabadell la inmobiliaria Landscape y la mayoría de Rayet.
Con una valoración de 750 millones, el nuevo Grupo Astroc salió a bolsa. La acción, que partió de 6,4 euros, llegó a cotizarse a 75. Imagínense el dineral que se ganó, primero, y que, algunos, perdieron después. No fue el caso de Bañuelos, que vendió a tiempo antes del gran batacazo del 18 de de abril de 2007, la fecha fatídica en que todo se vino abajo con la pérdida del 40%, añadido al 58% que se había dejado en los meses precedentes.
Veremos ahora cuáles son los próximos pasos, ya que a nadie se le escapa, y menos los que le conocen de cerca, que los 20 millones puestos en Amper representa solo un primer paso de Bañuelos en el panorama empresarial español.
Cuenta con dinero y las empresas, grandes y pequeñas, valen cada vez menos. En el momento en que las deudas de algunas de estas empresas se reduzca y la situación económica se enderece, allí estará Bañuelos para hacer negocio.