A Bildu ya no le gusta el “impuesto revolucionario”
Resulta que ahora a EH Bildu le llena de indignación el proceder de algunas empresas por su implicación en presuntas “mordidas”
¡Cómo cambia la cosa, Venancio!, que dirían en México. Resulta que ahora a EH Bildu le llena de indignación el proceder de algunas empresas por su implicación en presuntas “mordidas”, especialmente las que se han visto salpicadas en la trama que relaciona a Santos Cerdán y al PSOE de Navarra. Los integrantes de la formación abertzale, siempre callados cuando era ETA la que exigía el “impuesto revolucionario” a miles de empresarios en el País Vasco durante décadas, exigen ahora medidas contundentes contra las empresas que habrían pagado comisiones ilegales.
Antes de que alguien diga que “nada tiene que ver una cosa con la otra”, le diré que, efectivamente, lo ocurrido a miles de empresarios con el llamado “impuesto revolucionario” no fue corrupción, sino terrorismo. Eso que hemos ganado. Con ETA ya sabías que, si no soltabas la plata, tenías plomo. También tenías otra alternativa: largarte de tu tierra con tu familia y lo que pudieras salvar del negocio. Ahora todo es mucho más normal, dónde vas a parar. Si no pagas, te quedas sin adjudicación, sin obra, sin contrato… Un pequeño contratiempo, comparado con lo de antes.
Pero resulta que a Bildu ya no le gusta que los empresarios paguen, más allá de lo que les obliga Hacienda, claro. Y la explicación no puede ser otra que el cinismo y la hipocresía estructural que se ha empleado desde distintas instancias, especialmente desde el Gobierno del PSOE y el PNV, en blanquear a quienes fueron las fuerzas auxiliares de ETA. Mientras Bildu alza la voz ahora contra las empresas que, presuntamente, cedieron a las presiones de una red corrupta vinculada al PSOE en Navarra para asegurar contratos, nunca mostró, ni de lejos, el mismo celo en condenar los chantajes de ETA, que obligaba a empresarios a pagar sumas millonarias para salvar su vida y la de sus familias.
Porque ETA no buscaba “mordidas”, daba auténticos bocados, algunos de muerte si no cedías. Casos como los asesinatos de Miguel Ángel Blanco, de quien se cumplirá en unos días el 28.º aniversario, o de empresarios como Ignacio Uría, en los que no se claudicó ante la banda, son heridas abiertas en la memoria colectiva. Sin embargo, Bildu, heredera política del entorno de ETA, nunca ha condenado con rotundidad estos actos ni ha pedido perdón a las víctimas de aquella extorsión sistemática.
Se ve que ahora les ha entrado la “responsabilidad” institucional. Será por aquello de apoyar a Pedro Sánchez y, en especial, su política penitenciaria, que está sacando a la práctica totalidad de los presos de ETA a la calle sin cumplir sus condenas ni arrepentirse. La cuestión es que a los de Bildu les ha dado algo parecido a un falso ataque de dignidad y piden ahora “medidas contundentes”, señalando a una empresa como Acciona, liderada por José Manuel Entrecanales, por su presunta participación en un esquema de “mordidas” organizado, también presuntamente, por Santos Cerdán y el PSOE de Navarra, según investigaciones de la UCO.
La cuestión es que a los de Bildu les ha dado algo parecido a un falso ataque de dignidad y piden ahora “medidas contundentes”
Lo verdaderamente grave del asunto es la actitud frente al empresariado que sigue teniendo Bildu, uno de los soportes —no lo olvidemos— del Gobierno de Sánchez. Y esa visión que nos ofrece la llamada izquierda abertzale es la de un sector, el empresarial, que, según parece, siempre es el culpable: ya sea por someterse a las exigencias de una banda terrorista o a una presunta red corrupta surgida de las entrañas del partido gobernante. En ambos casos, y esto es lo alarmante, se contempla al empresario como un tipo a quien exprimir lo máximo posible, bien por ideología o por puro afán de quedarse con su pasta, que tampoco en esto hay que romperse la cabeza.
Recuerdo que, durante los “años de plomo” de ETA, se abrió un debate sobre si era ético, o al menos justificable, que un empresario cediera a la extorsión de la banda terrorista, sabiendo que así se financiaban nuevos asesinatos. Ahora habría que preguntarse si ceder a las mordidas de una red corrupta, como la que presuntamente operaba en Navarra, perpetúa un sistema que erosiona la democracia y la confianza en las instituciones.
Es posible que quienes hayan cedido a la extorsión tengan que asumir responsabilidades, pero sin duda la mayor de todas la tienen quienes, desde el poder o apoyándolo desde la sombra, como EH-Bildu, han justificado o perpetuado la corrupción. Porque, al final, el verdadero escándalo no es solo el dinero que cambia de manos, sino la falta de principios de quienes lo justifican según les convenga.