Cacerolada contra Sánchez, causas y consecuencias

Si Feijóo lo necesita, el PSOE estará listo para la gran coalición. Si no, a buscar un líder capaz de atraer el voto de protesta que, visto lo visto en el panorama europeo y occidental, no tiene precisamente las de disminuir

Cuidado con los ciclos políticos, porque sufren acelerones que pueden acortarlos más de lo previsto. Si Pablo Casado fue un chollazo para Pedro Sánchez, para Vox, para el agónico C’s, para la izquierda de la izquierda, los independentistas y en fin para todos menos para el PP, Feijóo es un flagelo de proporciones bíblicas que fustiga a todos los mencionados.

Cuando las expectativas se ven defraudadas, y de qué manera, de peor en aún peor en los últimos años, surge la protesta. Una protesta que se ceba en primer lugar contra los responsables no presuntos de la situación. O sea, los gobernantes. Los gobernantes, no los elementos, no los virus, no las guerra, los gobernantes.

Su obligación consiste en mejorar, no empeorar. Su discurso consiste en adornarse de medallas, no en reconocer sufrimientos y menos compartirlos. No cuela, y si no cuela, pueden ocurrir dos cosas, o explosión social de descontento o castigo en las urnas. Como en las presentes circunstancias, y menos con la extrema izquierda en el Gobierno, no hay espacio para lo primero, pues cacerolada electoral.

Cacerolada ensordecedora, enorme vía de agua que anuncia un naufragio poco menos que irreversible

Las elecciones andaluzas han sido, más que unas primarias, más que un segundo acto de lo ocurrido en Madrid, mucho más que un aviso o seria advertencia, una descalificación en toda regla, desde el sur pero en nombre de toda o casi toda España. Cacerolada ensordecedora, enorme vía de agua que anuncia un naufragio poco menos que irreversible.

Ay, las expectativas, ay cuando no hay caramelos disponibles si no son de la más amarga hiel. Sánchez está en estado de shock, Feijóo quieto, prudente, agazapado. No es hora de embestir porque Pedro se tambalea solito y sin ayuda. Que se hunda un poco más con la ayuda de sus socios. Todavía es pronto para lanzarle un salvavidas. Todo llegará, cuando no tenga otro remedio que atárselo al cuello.

Voto protesta

Lo que ha ocurrido en Andalucía es que el voto de protesta ha cambiado de depositario. No se trata de una protesta a la desesperada, no estamos en esas, es una protesta entremezclada con expectativas. Si la coalición de izquierdas las ha defraudado, si los extremos son poco de fiar como alternativa, y cada vez menos, pues el PP, no queda otra. Por activa, con voto efectivo, o por pasiva, mediante una abstención portentosa de izquierdas. El PP. No hay más. Y encima prudente. Corrupción perdonada. Expectativas moderadas. Moderadas pero existentes. Las únicas de las que no es obligado renegar.

Cinco trimestres, cinco, faltan para consumar el cambio de ciclo y entronizar de nuevo al PP, probablemente sin Vox, en el Gobierno. Cinco trimestres. Un tiempo en el que el PP solamente debe de hacer acto de presencia, poner buena cara y ensanchar el cesto de las papeletas favorables. Poco esfuerzo. Previsible gran resultado.

Pedro Sánchez tiene por delante unos deberes poco menos que imposibles incluso para un funambulista como é

Mientras Pedro Sánchez tiene por delante unos deberes poco menos que imposibles incluso para un funambulista como él. Por un lado, debe asegurarse la mayoría para aprobar los presupuestos, a buen seguro que los últimos con marchamo PSOE. Por otro, tiene que cargar las culpas a sus socios. A Podemos o lo que resulte después de sus subdivisiones, por tirar hacia la izquierda en momentos de zozobra. A los independentistas, porque le han obligado a demasiadas concesiones.

Él, Pedro Sánchez, no quería, ya lo confesó en el casi único arranque de sinceridad, por cierto que premonitorio, con lo del insomnio si se encamaba junto a Pablo Iglesias. Vaya con las nochecitas que le deben de estar dando, no él, que saltó del barco viéndolas venir, pero si sus semejantes, sucesores y demás compañeros de andadura, que no de viaje.

Lo último que le queda por hacer al presidente. Primero aprobar los presupuestos, luego renegar de los que se los han aprobado. Quedarse solo, sin apoyos pero también sin ataduras, centrado, a centro, centralista. Luego ya veremos, el futuro a dos años vista está por vislumbrar. Si Feijóo lo necesita, el PSOE estará listo para la gran coalición. Si no, a buscar un líder capaz de atraer el voto de protesta que, visto lo visto en el panorama europeo y occidental, no tiene precisamente las de disminuir.

Ciclos cortos. Receta alemana si no hay otro remedio. Lo más importante: no el hundimiento del PSOE pero sí de la coalición. Y vuelta al redil. Más bipartidismo. No como en Francia, donde un Macron que acababa de ganar las presidenciales ha sufrido menos de lo que debía porque el voto de protesta se ha dividió entre la izquierda y la extrema derecha.

Como en Alemania, pero con el cinturón apretado, cada vez más apretado. España en cintura, y al que no le guste que se aguante.