No hay sauna ni escándalo que nos deje sin siesta 

Va a ser difícil que el miedo a “que viene la ultraderecha” pueda provocar el efecto que tan buenos resultados le dio a la izquierda en otras elecciones

A los españoles ya no nos escandaliza nada, políticamente hablando. Si hace unos años nos hubieran dicho que íbamos a tener un Gobierno “Frankenstein” de pactos imposibles, de amnistías vergonzosas, de etarras con “tercer grado” orgullosos de serlo, de negociaciones con un prófugo independentista que sostiene la “ingobernabilidad” de España o la imputación de la mujer del presidente, el hermano y dos secretarios de organización del PSOE por presunta corrupción, habríamos dicho que el país tendría que estar en llamas. Pero no. Hace mucho calor, eso sí, y al español solo le irrita que no le dejen echar la siesta. 

Si nada de todo esto solivianta al personal, no sé a qué viene tanto aspaviento por lo que le ha soltado Feijóo a Sánchez en el Congreso de los Diputados: ¡Ahí va lo que le ha dicho! Que fue partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución, en referencia a los negocios de saunas de su suegro, Sabiniano Gómez, presuntamente vinculados a actividades sexuales. Pero hemos llegado a un punto en el que a la gente ya no le escandaliza este tipo de acusaciones, ni aunque fuesen falsas, que tienen pinta de no serlo. Y habría que preguntarse por qué se ha llegado a este nivel de saturación en la capacidad de sorpresa del español medio. 

Posiblemente tenga mucho que ver la convicción de que Sánchez no se va ni con agua hirviendo porque se ha agarrado como una lapa a la política del “y tú más”. La táctica consiste en no aceptar ninguna acusación del adversario siempre que se le pueda decir que lo suyo es más grave: un decir, que pillan a un alto cargo del PSOE amañando mordidas de contratos públicos, pues se le dice al PP que lecciones contra la corrupción, ninguna.

Que ellos tienen la Gürtel y una larga lista de enchironados de otra época. Que sale Feijóo reprochándole a Sánchez que tiene la corrupción en su propia casa, pues se le vuelve a sacar la foto con el narco Marcial Dorado y se le recuerda el “y tú más”. Y así. Claro que hay casos, como los de Isabel Díaz Ayuso, con los que se va a degüello contra su hermano y pareja aunque no haya donde rascar. Aquí la familia no es un impedimento, porque en la guerra contra la presidenta de la Comunidad de Madrid vale todo. 

Hasta ahora, en la batalla política española existían unos límites, como en el boxeo: nada de codazos, cabezazos o patadas. Y mucho menos golpes bajos. Pero la marrullería ha estado presente casi desde el principio sin que a nadie pareciera importarle demasiado. El reglamento ha brillado por su ausencia, hasta que uno de los contendientes, Núñez Feijóo, ha arreado la patada más eficaz en la entrepierna de la, ya de por sí, frágil credibilidad “sanchista”. El dolor es tan intenso que en el rincón de Sánchez no saben qué hacer para calmar a su púgil. 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: Carlos Luján / Europa Press.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: Carlos Luján / Europa Press.

Desde el PSOE y sus medios afines se dedican a protestar por un golpe “ilegal” del contrario con la misma intensidad con la que festejaban cuando eran los otros quienes los recibían. De hecho, todo el mundo está esperando la reacción revanchista de Pedro Sánchez en forma de otro golpe bajo contra Feijóo. Y seguro que quienes ahora critican al líder del PP por haberse empleado con malas artes justificarán, con igual o más vehemencia, cualquier marrullería que salga de la Moncloa “porque en Génova se lo han buscado”. 

Será difícil, aunque todo es posible, que desde la factoría de la Moncloa puedan encontrar un calmante eficaz que alivie el golpe asestado por Núñez Feijóo a la coherencia moral de Pedro Sánchez. La paradoja es evidente: el PSOE, que se presenta como abanderado del feminismo y la lucha contra la corrupción, se ve atrapado en un escándalo que pone en entredicho todo su discurso de superioridad moral, su progresismo: “Somos feministas porque somos socialistas”, decía José Luis Ábalos, quien posiblemente tenga el tupé de ir a votar contra la abolición de la prostitución. 

Esta contradicción puede suponer una importante desafección del voto femenino de izquierdas, un pilar electoral crucial para el PSOE. En las últimas elecciones, Sánchez apeló directamente a las mujeres para contrarrestar el ascenso del bloque PP-Vox, pero los escándalos recientes, sumados a las acusaciones sobre las saunas, podrían generar un “enfado monumental” entre las feministas socialistas, como señalan fuentes del partido. De hecho, el PP ha detectado un “gran trasvase” de este voto hacia sus filas, explotando la narrativa de la “degradación moral” del PSOE. 

Va a ser difícil que el miedo a “que viene la ultraderecha” pueda provocar el efecto que tan buenos resultados le dio a la izquierda en otras elecciones. Al fin y al cabo, nada de lo que pueda suceder va a impedir a estas alturas que sigamos echando la siesta. 

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