CCOO se adapta a los tiempos de cambio
El final de la época de expansión derivada de la burbuja especulativa –que derivó en la actual situación de grave crisis económica–, con unas políticas de los gobiernos que han supuesto graves recortes en el estado del bienestar de la ciudadanía y la aparición de casos de corrupción que se gestaron en las épocas de bonanza económica han provocado una grave crisis de identidad social y un descrédito del conjunto de las instituciones y de la política.
Esta crisis de credibilidad afecta a todos los agentes políticos y sociales que hoy en día, con razón o sin, se ven interpelados cuando no impugnados.
Toda crisis implica también oportunidades de cambio. Hoy estamos delante de una oportunidad de cambio democrático en la que todos nos tenemos que ver afectados y llamados a participar. En caso contrario, la frustración social y ciudadana comportará consecuencias imprevisibles y quizás incluso poco deseadas.
Este cambio también afecta a CCOO como sindicato. Comisiones Obreras ha sido, a lo largo de la historia, muchas veces una anomalía histórica. Surgió de la lucha contra la dictadura franquista, mediante la dedicación y el sacrificio de mucha gente, los sindicalistas que trabajaron en la clandestinidad y que forjaron el primer sindicato del país. Ha sido una organización atípica donde el debate ha sido siempre importante, donde ha convivido gente diferente, pero que ha forjado un proyecto común.
El sindicato cambió con el tiempo. El crecimiento organizativo, el ser una organización con más de un millón de afiliados, y millones de votantes, con decenas de miles de delegados sindicales, con federaciones y organizaciones territoriales es algo difícil de gestionar. Pero se ha demostrado cómo una organización acepta y aprende de sus errores, y entre tanta gente también está la que se equivoca. El sindicato tiene que saber rectificar y, cuando debe, distinguir «el trigo de la paja».
CCOO es una organización fundamentalmente honesta, con mucha gente que dedica su esfuerzo sin compensación para representar a otros. El trabajo y la generosidad de su gente muchas veces no se ve recompensada ni agradecida como sería necesario. Pero esto son las CCOO. Y no sólo quieren mantenerse en su tarea, sino mejorarla. Y en ello ha estado y está incluso cuando casos aislados de su propia gente hayan podido actuar de forma errónea o incluso dolorosa, proyectando sombras injustas en la imagen de la organización.
Hace unos años, CCOO protagonizó un hecho poco conocido y valorado en la historia de las organizaciones políticas o sociales del país. En 2008, en su VIII congreso, la mayoría de los afiliados de la Confederación Sindical de CCOO de España decidió cambiar a su Secretario General que optaba a un tercer mandato.
Es decir, el conjunto de la organización, en contra de los deseos del aparato directivo, provocó un cambio de dirección y de sus políticas. Estos cambios iban también dirigidos contra una forma de entender el sindicato y su gobierno. Se trataba de cuestionar una dirección que creía en unos principios propios del «despotismo ilustrado», del gobierno de unos pocos escogidos y que propugnaba una profesionalización del sindicalismo, que comportaba un paso hacia una mayor burocratización.
Como suele pasar muchas veces, como pasado con el hecho de la corrupción en el país, los efectos negativos de algunos hechos de aquella época pasada han aparecido, ahora, años después. Eso también ha sucedido en los casos aislados que afectan a CCOO.
Desde aquel Congreso, el sindicato ha cambiado, en parte por propia voluntad y en parte obligado por las circunstancias, la crisis y el aumento del paro. Son cosas que afectan de pleno al sindicato. Todos sabemos que los tiempos de crisis no son buenos tiempos para hacer sindicalismo, que son tiempos difíciles, donde hay muchas necesidades, pero donde la gente tiene más dificultades y eso también repercute en la capacidad de movilización.
Todo esto ha provocado que el sindicato se haya tenido que adaptar a tiempos de dificultad. Y lo ha hecho reduciendo estructuras, simplificándolas y volviendo hacia concepciones de militancia que vuelven a vincularlo con sus raíces fundacionales.
Una muestra de estos procesos se ha producido el último 4 de marzo. En el marco del consejo confederal extraordinario y ampliado se acordó un denominado «código ético». En realidad es un documento denominado «medidas para reforzar las mejores prácticas de Gobierno y control en CCOO» con las que se trata de mejorar la transparencia y el control de la actuación del sindicato, de sus dirigentes, y de sus finanzas.
En definitiva, se trata de dar un paso para implicarse internamente en lo que es un cambio democrático global de la nuestra sociedad, de sus estructuras institucionales y de las organizaciones políticas y sociales.
CCOO considera que tiene que cambiar, que tiene que estar todavía más inmerso y abierto a la sociedad para continuar siendo, como lo ha estado a lo largo de su historia, un agente de ruptura y cambio en la lucha en defensa de los intereses de la clase trabajadora, que es más diversa hoy, en el camino de conseguido nuevos horizontes de equidad, de justicia, de libertad y de solidaridad entre el conjunto de la ciudadanía.
CCOO quiere ser una parte indisociable del cambio social necesario en la sociedad actual y para conseguirlo quiere ser una organización abierta a los cambios y,a la vez, potenciadora y agente autónomo de estos cambios necesarios e imprescindibles hoy.
Al sindicato le falta todavía una tarea por realizar para ser un elemento plenamente activo en el cambio que la sociedad demanda. CCOO precisa armarse estratégicamente para llevar a cabo una ofensiva que permita divisar la posibilidad de cambiar los efectos de la regresión de las reformas laborales del PP y del PSOE, en especial en lo referente a la negociación colectiva.
Partiendo de estrategias y propuestas que sean comprensibles y que permitan atraer y aglutinar a los trabajadores fijos, precarios y parados. Es una estrategia global que comporta aliados estratégicos, especialmente en el ámbito social, pero fundamentalmente en el político. Es hora de buscar aliados y adhesiones en una propuesta común que signifique un cambio radical a la política económica, laboral y social del PP. Se trataría de potenciar un cambio político, promovido a partir de la perspectiva de su propia autonomía e independencia sindical.
Se trata de colocar una propuesta estretégica que devuelva la plena vigencia de los derechos laborales y sindicales, a la vez que los actualiza. En una sociedad donde se habla de la necesidad de una segunda transición, en la que se plantea una reforma constitucional, el tema de los derechos colectivos de los trabajadores y de su representación, así como los derechos sociales, tiene que tener un lugar de privilegio y prioridad.
¡Bienvenido sea el cambio democrático que necesitamos!