Cómo integrar a las personas refugiadas, ¿qué nos dice la evidencia? 

Los gobiernos acostumbran a intentar ayudar a los refugiados a huir de las guerras o las crisis humanitarias, motivados por una generosidad que rápidamente empieza a menguar

Más de la mitad de los refugiados en el mundo vive en países que restringen su derecho al trabajo. Países donde carecen de permisos para obtener un empleo formal, iniciar negocios, moverse libremente, o recibir la misma protección que los locales en su lugar de trabajo. El 89% vive en países que no reconocen sus calificaciones profesionales o académicas. En otras palabras, los mismos refugiados a menudo juzgados por su contribución económica al país de acogida, enfrentan políticas diseñadas justamente para reducir la misma. 

Los gobiernos acostumbran a intentar ayudar a los refugiados a huir de las guerras o las crisis humanitarias, motivados por una generosidad que rápidamente empieza a menguar. ¿Pero y si, por el contrario, actuasen guiados por el interés económico? Pensemos en András Gróf, un refugiado que entró ilegalmente en Austria desde Hungría, tras atravesar una llanura pantanosa con apenas veinte dólares en el bolsillo. Huyó de Hungría por la misma razón que tantos otros huyen hoy de Siria, de Venezuela, de Sudán o de Ucrania

András escapó de la revolución húngara, junto con otros 200.000 refugiados, en 1956. Más tarde viajó a Estados Unidos y, diez años después, ya con el nombre anglificado de Andy Grove, cofundó la empresa tecnológica Intel. Nombrado «Persona del Año» por la revista Time en 1997, Grove colaboró activamente en el desarrollo de un sector industrial de incalculable valor económico y estratégico como es el de los semiconductores.  

La historia de Grove arroja algo de luz sobre el verdadero impacto económico de los refugiados. Hay estudios recientes que contradicen al relato popular, según el cual las crisis migratorias deben abordarse, principalmente, frenando los conflictos y la pobreza en origen, por un lado, y conteniendo la excesiva generosidad que los atrae a otros países, por el otro. Los líderes políticos deberían entender que a menudo despilfarran recursos intentando mitigar las causas que impulsan la huida de estos refugiados (factores de presión), iniciando una carrera tan inhumana como ineficaz que de hecho reduce los beneficios para los países de acogida (factores de atracción). 

La política tradicional de asentamiento ha dispersado aleatoriamente a los refugiados en sus países de acogida, obstaculizando su integración económica

Otro elemento que olvidamos a menudo es que la población inmigrante es más cualificada que nunca. En 2010, casi un 50% del total de migrantes en edad de trabajar (43 de 85 millones) contaba con educación terciaria, comparado con un 27% en 1990. Eso ha hecho que, en casi todos los países, el nivel educativo de los migrantes sea mayor que el de los nativos.  

Existen tres grandes lecciones que podemos extraer de la literatura económica acerca de la integración de las personas refugiadas.  

En primer lugar, la política tradicional de asentamiento ha dispersado aleatoriamente a los refugiados en sus países de acogida, obstaculizando su integración económica. Al igual que muchos otros países, Dinamarca, por ejemplo, asigna al azar un lugar de residencia inicial a los refugiados, con el fin de dispersarlos. En un trabajo reciente de investigación (Foged et al 2022), encuentran que los refugiados que se asentaron inicialmente en localidades donde personas como ellos habían tenido éxito económico en el pasado, contaban con 900 dólares más de ingresos anuales de media, quince años después de llegar a Dinamarca. Bansak et al 2018, en un trabajo para EE. UU., demuestra que si los refugiados se establecieran en lugares donde personas del mismo origen hubieran tenido éxito económico en el pasado, su tasa de empleo promedio se duplicaría varios años después.  

La segunda gran lección de la literatura es que los refugiados responden a incentivos positivos para trabajar. Así lo demuestra un trabajo de investigación en Noruega, país que repentinamente empezó a requerir que los refugiados obtuvieran un ingreso mínimo razonable y flexible antes de poder patrocinar a sus cónyuges para que los siguieran al país de asentamiento. Esto generó una recompensa clara y tangible por el esfuerzo por buscar mejores oportunidades en el mercado laboral, lo que provocó que su empleo aumentara quince puntos porcentuales (Bratsberg et al 2016).  

Otro trabajo ha demostrado que el simple hecho de otorgarles a los migrantes forzados venezolanos un estatus legal básico y temporal, y recompensarlos así por sus esfuerzos para asegurar un empleo formal e iniciar un negocio, aceleró su integración económica, aumentando el consumo de los venezolanos desplazados en un 31% y su tasa de iniciativa empresarial por un factor de diez (Bahar et al 2020). 

Una de las políticas más efectivas para la integración económica de la población refugiada es la capacitación en el idioma local

Muchos países prohíben activamente que los refugiados trabajen durante un período limitado después de su llegada, con el supuesto objetivo de disuadir a los migrantes económicos de utilizar las vías humanitarias. Esta medida, sin embargo, impide de facto su integración económica. Un cambio de política en Alemania, que permitió a los refugiados trabajar solo siete meses antes de su fecha de llegada, provocó una mejora significativa en su integración económica a largo (Marbach et al 2020). Su contribución económica y fiscal a Alemania había sido paralizada por una mala política pública. 

Finalmente, una de las políticas más efectiva para la integración económica de la población refugiada es la capacitación en el idioma local que se brinda públicamente a los refugiados recién llegados. En Dinamarca, quince años más tarde de la implementación de cursos gratuitos de danés para la población inmigrante, los refugiados tienen entre cinco y seis puntos porcentuales más de probabilidades de conseguir un empleo y ganan 3000 dólares más al año de media (Foged et al 2022).  

En definitiva, las limitaciones que se están imponiendo a la integración en el mercado laboral de las personas refugiadas por parte de gobiernos de todo el mundo, no están potenciando las habilidades, la diversidad, la experiencia y la capacidad emprendedora que muchas veces aporta la población inmigrante. Revertir estos obstáculos podría estimular el crecimiento económico, crear más empleo, y mitigar el impacto de las crisis humanitarias en los países de acogida.