Coronavirus: la ocupación del tiempo

La pandemia ataca uno de los cimientos del siglo XXI: tener algo que hacer es el verdadero capital de nuestro tiempo, más allá de lo que se haga

Cual ángel exterminador el coronavirus Covid-19 está atacando los cimientos mismos y sutiles del frágil siglo XXI: el estar ocupado. En esta sociedad mundial post-religiosa que encarnamos, adeptos, a la deriva, el estar ocupados se ha convertido en el único agarradero social, moral y existencial: económico.

Es un baluarte que ha resumido siglos de desarrollo espiritual, un territorio especialmente ingeniado para que sólo el ego pueda sobrevivir, un cortijo para que el ego y sus predecibles y caprichosos deseos campen a sus anchas.

Tener algo que hacer es el verdadero capital de nuestro tiempo, más allá de lo que se haga, más allá del contenido o discurso o utilidad de lo que se hace. Es que el día se hace muy largo cuando ya no se mira al cielo. Tener algo que hacer es el éxito del relato propio; la ofrenda que nos hemos entregado. Nuestra victoria.

Más allá de todas las más que evidentes consideraciones y problemáticas sanitarias y tragedias personales, el sistema económico se ve ante una paradoja asombrosa: pedirle a los individuos que no tengan nada que hacer.

Desterrados el vacío y el silencio de nuestra sociedad (recordemos que la meditación hoy día sirve para trabajar mejor) este estado de alarma social deja al débil individuo del siglo XXI paralizado porque se le está pidiendo que deje de hacer lo único que lo caracteriza: tener algo que hacer.

Frente a la urgente necesidad de parar la actividad en muchos ámbitos no se contemplan excepciones, soluciones, revelaciones que respondan realmente con la necesidad de parar: se piensa en el dinero que cuesta no dejar de tener algo que hacer. ¿Quién va a querer parar si uno no puede estar seguro de que los otros van a parar?

Parar desmantela el sistema económico que sólo se sostiene en el continuar.

Lo tenemos ante los ojos, pero no lo vemos

El sistema mundial mercantilista se ha asegurado de abrazar todas las contingencias y dar una respuesta siempre con su propio lenguaje. Adueñarse de un problema, traducirlo a parámetros económicos y solucionarlo con una respuesta económica. Claramente no ofrecer excepciones a la economía.

Aquel concepto de finales del siglo XX que tanto impresionó, “globalización”, es ahora un predicador loco y desdichado gritando por la calle: la vida es ya un concepto mundial, pertenece al gobierno del mundo, es un factor geo-estratégico.

Resulta cuanto menos simbólico que sea en esta empresa llamada China, que se dedica primordialmente, cual fuente dadora, a dar juego en esto del “tener algo que hacer” en el tablero del mundo, donde se ha producido el estallido de esta paradoja.

De pronto el teletrabajo se convierte en la solución; la solución para seguir teniendo algo que hacer. Hasta ya hay muchos que predican que una pausa en casa de unos días les vendrá muy bien… para avanzar trabajo. Dejar de tener algo que hacer. Lo tenemos ante los ojos, pero no lo vemos.


El autor es dramaturgo.