Corrupción a mansalva: las constructoras pagan a los partidos

La feligresía se ha quedado estupefacta al enterarse de la noticia. Ocurre que un ramillete de grandes compañías efectúa jugosas donaciones de hasta 150.000 euros anuales a una hijuela del PSOE, la Fundación Ideas, como la cosa más natural del mundo. No se trata de un ente cualquiera, sino de suma relevancia. Así lo prueba el nombre de sus dos máximos jerarcas: nada más y nada menos que Alfredo Pérez Rubalcaba y Jesús Caldera, que ocupan la presidencia y la vicepresidencia respectivamente.

La lista de las filantrópicas sociedades que nutren las arcas de Ideas abarca la flor y nata del Ibex 35. Marchan en cabeza las constructoras Acciona, ACS y Ferrovial. Siguen los bancos BBVA, Caixabank, Popular y Santander. Cierran el repertorio Repsol, Telefónica, Abertis e Inditex, amén de la Fundación Ramón Areces, principal accionista de El Corte Inglés.

Según las leyes vigentes, las empresas que contratan con el Estado tienen prohibido dar dinero a los partidos. La razón es obvia. Tales prácticas podrían imbuir a los ciudadanos la sospecha de lazos inconvenientes entre administradores y administrados, es decir, de corrupción lisa y llana. Pero las formaciones políticas son engendros insaciables cuya propensión al gasto tiende al infinito. Tal vez por ello, el mismo legislador que alumbró en 2007 las normas sobre financiación de los partidos se preocupó muy mucho de incluir a hurtadillas un artículo que sí autoriza las dádivas… a las fundaciones de los propios partidos. O sea que hecha la ley, hecha la trampa. Y ahí está la madre del cordero.

Apenas publicada la lista de entidades que aportan generosamente sus fondos a Ideas, Jesús Caldera salió a la palestra para sacar pecho con el impecable argumento de que “lo que es legal, es legal”. Quizá sea legal, pero es ciertamente del todo punto inmoral. El elenco antes transcrito abarca a lo más granado de las firmas celtibéricas de la hormigonera y del crédito, otrora pujantes y hoy hechas unos zorros. ¿Cuántas contratas públicas han logrado en los últimos años Acciona, ACS y Ferrovial? ¿Hay una relación directa entre las dádivas y las adjudicaciones de obras?

Rapiña generalizada

¿Y qué decir de los intermediarios del dinero? El sistema financiero era hasta hace cuatro días un duopolio que se repartían a pachas bancos y cajas. Tras la drástica recomposición de los dos años últimos, la banca se ha apoderado de la mayoría de las cajas, con sus activos y sus tentaculares redes comerciales, sin desembolsar un céntimo. La gigantesca factura del saneamiento ha corrido a cargo del conjunto de los contribuyentes, quienes sin comerlo ni beberlo han tenido que sufragar a escote el rescate de las cajas tambaleantes para que lucieran un aspecto lustroso a la hora de su entrega gratis et amore a los mandamases de la banca.

Todavía permanecen en el regazo público Bankia, CatalunyaCaixa y la gallega NGC Banco, pero cuando estén listas y depuradas, Mariano Rajoy las envolverá con un lacito rosáceo y se las regalará a Emilio Botín, Francisco González o a cualquier otro miembro del selecto club de peces gordos de la pasta.

Por lo demás, los sospechosos obsequios crematísticos a la fundación “sin lucro” del PSOE vienen a cerrar el círculo de escándalos que azotan a los dos principales partidos políticos de la piel de toro. Abrió fuego el episodio de las donaciones de grandes empresas al PP, con el inefable Luis Bárcenas de recaudador. Los aportantes fueron, entre otros, Aldesa, AZVI, Construcciones Rubau, Constructora Hispánica, FCC, Grupo Bruesa, Grupo José Antonio Romero Polo, Mercadona, OHL, Sacyr y Sando.

Gracias a los fondos suministrados por estas desprendidas compañías, miembros de la cúpula del PP han estado cobrando sobresueldos y primas a destajo durante largo tiempo. El tal Bárcenas debió pensar que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Al principio, de las remesas de numerario que llegaban a su poder, apartaba pequeñas cantidades para sus propios gastos. Pero poco a poco le fue cogiendo gustillo al trasvase y en los últimos tiempos hizo suyo el grueso de las mamandurrias.

A la inmensa grey de los contribuyentes nadie nos quita la sensación de que la política se ha convertido en el puerto de Arrebatacapas, en un lodazal donde quien no roba es porque no puede. Con pocas y meritorias excepciones, al oficio de servir al bien común sólo se dedican quienes no consiguieron labrarse un futuro en el ámbito privado. Se sabe de no pocos politiquillos que antes de entrar en el partido correspondiente apenas habían comido caliente en su vida. La política es hoy el banderín de enganche de un tropel de arribistas sin escrúpulos. Y esto es lo que hay, que diría el castizo.