Cuando despertó, Puigdemont todavía estaba allí 

¿Es más fácil convencer a los vascos de que respalden su candidatura teniendo en cuenta de que el viaje es con Vox o que Sánchez se invente un retorno de Puigdemont creíble y no erosionante?

La política ha acabado siendo un cuento de locos. La fiscalía pide al juez Llarena que curse una nueva euroorden para detener a Carles Puigdemont, mientras este parece convertirse en la clave para la viabilidad de que un nuevo gobierno de Pedro Sánchez. El escenario está desenfocado. 

Pero hay más: en Cataluña el PSC se convierte en la fuerza política más votada y consolida sus acciones de los últimos años, mientras otros demandan inmunidad para Puigdemont y un referéndum. ¡Qué difícil solución! No cuadra. 

Imaginen la cara de estúpido que le debe quedar a un votante socialista catalán si descubre que, gracias a su voto, el PSC se ha visto obligado a tragarse una negociación con Puigdemont. ¡Tremenda la situación! Pero es lo que hay. Los resultados dan una suma imposible. 

Y este, al no ser un país de negociación, […] no tendrá más remedio que volver a convocar unas elecciones

Todos han ganado para mal. Y este, al no ser un país de negociación, que significa claudicar ante algunas exigencias, no tendrá más remedio que volver a convocar unas elecciones. Jaume Asens ha sido enviado directamente desde La Moncloa, vía Yolanda Díaz, realizar una investigación sobre las reclamaciones máximas de Puigdemont. Mientras eso ocurre, esa Fiscalía que lo afina todo, equilibra el acercamiento solicitando la activación de la euroorden.  

Ahora, perdonen, estoy haciendo meta periodismo. Hace semanas que ya se comentaba que las euroórdenes estarían activas al día siguiente de las elecciones. Pero como la interpretación friccionada es muy útil en la política actual, aseguremos que se ha buscado este equilibrio estrambótico. 

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. EFE/ David Borrat

Dispóngase el paciente lector a sufrir ese tipo de gestualidad que sirve de bien poco. No hay sonrisas que valgan. El éxito de Alberto Núñez Feijóo es muy evidente. Ha logrado 47 diputados más en el Congreso y mayoría absoluta en el Senado con un incremento de 37 senadores más. Venía de muy abajo, pero no es excusa. Y además ha conseguido detener el incremento de Vox en 19 diputados, que también era uno de sus objetivos. Sin embargo, nada de eso logrará que Carles Puigdemont cambie de opinión sobre lo que sabe tiene que pedir a Jaume Asens: el indulto y un referéndum. Pim, pam. 

Los vasos comunicantes no están bien conectados. Y si no hay conexión, todo se bloquea. Resumiendo, nadie está dispuesto a comerse sus propios mocos. El primero, la ERC de Gabriel Rufián. ¿Alguien cree que ERC tiene ahora que pactar una vuelta de Puigdemont con Junts, mientras que durante los últimos meses se ha estado tragando todos los sapos posibles de una mesa de negociación inexistente? 

¿De verdad Puigdemont sigue ahí? Los suyos ya lo daban como amortizado, aunque mantenía esa aureola pura del independentismo “com il faut”, versión belga. La sensación de que era un lastre comenzaba a extenderse. Pero los resultados de estas elecciones, a pesar de que su formación haya perdido casi 150.000 votos, lo han convertido en el eje fundamental. 

El líder del PSOE no solo mantiene sus resultados, sino que, a pesar de la erosión de su presidencia, consolida sus cifras

Será que Sánchez y Puigdemont están llamados a sobrevivir como sea. Porque el líder del PSOE no solo mantiene sus resultados, sino que, a pesar de la erosión de su presidencia, consolida sus cifras. Y si alguien es capaz de convencer y hacer juegos malabares para acabar seduciendo sobre un imposible, es él. 

Claro que nadie puede olvidar las posibilidades de Feijóo. La clave está en el PNV. La pregunta sería: ¿es más fácil convencer a los vascos de que respalden su candidatura teniendo en cuenta de que el viaje es con Vox o que Sánchez se invente un retorno de Puigdemont creíble y no erosionante? No sé qué decirles.