Cuando la Stasi indepe ya no afecta a la economía

El separatismo creó una Stasi destinada a espiar a sus conciudadanos no adeptos, un hecho sin precedentes

Cataluña ganó en febrero 24.263 cotizantes, la comunidad española donde el paro mostró mejor comportamiento. El Mobile se cerró con 107.000 visitantes. Alimentaria bate un récord de metros vendidos. Definitivamente, Enric Juliana ha triunfado y Cataluña se parece a la Italia de los 70 y los 80, aquella en la que se sucedían los gobiernos democristianos con Andreotti, Fanfani y etcéra. Uno tras otro iban tomando el mando tras pocos meses de corrupto ejercicio político, mientras Italia se convertía en una potencia industrial europea. ¿Dónde estaba el truco italiano? En los grandes empresarios, en los Agnelli, los Benetton y etcétera, capaces de crecer ajenos al quehacer político.

Quizá debamos preguntarnos en qué ha cambiado nuestras vidas tras la aplicación del 155. Seamos sinceros, en nada. Y si en algo ha experimentado cambio alguno reconozcamos que es para bien.

El día a día tras la aplicación del 155 ha sido el mismo para la mayoría de catalanes

El lamentable espectáculo de esta semana en el Parlament -además de poner de manifiesto la obstinación testaruda de Torrent, Pujol, Puigdemont, los cuatro de la CUP y unos cuantos diputados más, afortunadamente, irrelevantes- nos ha recordado la capacidad de desestabilización que tiene el separatismo y a la vez el omeprazol que la sociedad catalana ha ingerido frente al separatismo. 

La fuga de empresas no evita la caída del paro, en todo caso hace que el resultado sea menor de lo que podría haber sido. La muestra de mala educación infantiloide de Torrent y Colau a las puertas del Mobile, además de provocar bochorno de los catalanes de bien pone de manifiesto, a lo sumo, la valoración irrelevante que el mundo económico hace de tan menores personajes.

Puigdemont nos ha vuelto a recordar la capacidad de desestabilización del independentismo

En sociedades menos sometidas a fuertes dosis de doctrina, informaciones como las publicadas esta semana por El Periódico habrían generado una fuerte crisis política y social. El separatismo creó una Stasi destinada a espiar a sus conciudadanos no adeptos. Fuster Fabra, defensor de policías y víctimas de terrorismo o Josep Ramon Bosch, promotor de movimientos cívicos anti separatistas y otros centenares de personas son dignos de sospecha por desviación ideológica, es preciso seguirlos para chantajearlos si es posible.

¿Quién ordena la creación de cuerpos de Mossos destinados a espiar a ciudadanos catalanes? ¿Qué se hace con esa información? ¿Cuál es el objetivo de todo esto? Amedrentar, crear un clima de miedo y silencio, facilitar a fin de cuentas un ambiente donde se pueda caminar hacia la independencia de Cataluña que tanto desea Puigdemont y sus antiguos amigos de ERC. ¿Y en qué condiciones? Con unas leyes de Transitoriedad en las que los jueces del Tribunal Supremo de la República catalana son nombrados por un Parlamento separatista. Como en la antigua RDA: jueces militantes y policía política. ¡Vaya futuro nos esperaba si Puigdemont hubiera proclamado la República, como le dijo el viernes a Bastè que debía haber hecho!

El separatismo creó una Stasi destinada a espiar a sus conciudadanos no adeptos

El viernes por la mañana, Puigdemont efectivamente atendió una entrevista a Rac1 emitida por TV3. En ella vimos a un expresidente, hoy prófugo, desencajado, lleno de ira y de odio a su país y a sus conciudadanos. Por la radio y en imagen se escuchaba a un personaje amenazante con todos: con los correligionarios que no sigan sus consignas, con los catalanes que no le obedezcamos y con todos los españoles por el mero hecho de serlo. Por primera vez su actitud, comunicación no verbal, tono y rictus coincidían al 100% con todo lo que había hecho en los años anteriores.

Jamás como hasta esta semana los escritos del juez Llarena tuvieron tanto sentido. De lo que se ha hablado menos ha sido de la petición del juez de poder disponer de 18 meses más poder realizar la instrucción debido a la complejidad del caso. Paradójicamente ese tiempo favorece al separatismo y pone de manifiesto que la justicia va por un lado y la política por otro. El separatismo y la vida de los catalanes, afortunadamente, también. Que así siga.