Anatomía de un instante
Anatomía de un instante es una crónica en que aparece la historia, la biografía, la politología, la psicología y la novela sin ser, de hecho –aunque lo sea en alguna medida-, nada de eso
Aquel 23 de febrero de 1981, a las dieciocho horas y veintitrés minutos, solo tres personas, en un desierto de escaños vacíos, se mantuvieron en pie en el Congreso de los Diputados. Javier Cercas lo vio por televisión. Les vio por televisión. Una imagen –un enigma, afirma- que le perseguirá durante años. ¿Qué esconde el gesto -ese no arrodillarse ni esconderse bajo el pupitre cuando, metralleta en mano y disparando, los golpistas entran en el Congreso- que protagonizan o escenifican Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo?
Anatomía de un instante (editado el 2009 y ahora convertido en una miniserie de televisión) toma cuerpo y forma a partir de esta pregunta. ¿Otro libro sobre el 23-F que explica qué ocurrió, cómo ocurrió y por qué ocurrió? Sí y no. Sí, porque Javier Cercas habla del acontecimiento y su circunstancia. No, porque Javier Cercas no ha escrito otro libro más sobre lo sucedido. ¿Un libro de historia? ¿Una biografía? ¿Un análisis politológico? ¿Una reflexión psicológica? ¿Una novela? Aunque mucho de ello hay en el libro/miniserie, no se trata exactamente de eso. Anatomía de un instante es una crónica en que aparece la historia, la biografía, la politología, la psicología y la novela sin ser, de hecho –aunque lo sea en alguna medida-, nada de eso.
Javier Cercas habla de la irresponsabilidad de una izquierda que asedió cruelmente a Adolfo Suárez en unos tiempos en que la democracia estaba en peligro, de un golpe que se dirigía más contra Adolfo Suárez que contra la democracia, de un CESID bajo sospecha, de la pasividad de los demócratas. Se vale de la teoría de juegos para calibrar las estrategias de los golpistas y de la psicología para interpretar el gesto de Adolfo Suárez en una triple clave de coraje, libertad e histrionismo. Los tres personajes que se mantuvieron en pie lo hicieron para limpiar un pasado poco democrático.
A buen seguro que a muchos les costará aceptar que, como manifiesta el autor, “el franquismo fue una mala historia, pero el final de aquella historia no ha sido malo”. Y frente a quienes se empeñan en revisar la Transición, Javier Cercas –en un emocionante epílogo en que, rindiendo homenaje a su padre, reconoce el sentido común de una generación- se muestra rotundo al señalar que la oposición democrática consiguió que los franquistas comprendieran que el franquismo no tenía futuro, que Adolfo Suárez lo entendió rápidamente y obró en consecuencia, que la democracia española es una democracia de verdad, que la monarquía parlamentaría –el Rey nos salvó del golpe- es el único sistema de gobierno verosímil en España, que tenemos la suerte de vivir en el período más largo de libertad de la historia de España.
El autor, sin complejos, critica a cierta izquierda a la cual le incomoda la democracia, así como a ciertos intelectuales que no consiguen liberarse de la abstracción y conectar con la realidad. Y está el colofón final en que el autor –que en su juventud había despreciado a Adolfo Suárez por colaboracionista del franquismo-, con una sinceridad estremecedora, justo después de la muerte de su padre suarista, admite “que por fin había entendido, que había entendido que yo no tenía tanta razón y él no estaba tan equivocado, que yo no soy mejor que él, y que ya no voy a serlo”.
Lo que otorga entidad al trabajo es el manejo del discurso y los materiales
Lo que otorga entidad al trabajo es el manejo del discurso y los materiales. Y aunque propiamente no aporta nada nuevo, lo importante es su visión de los protagonistas y los hechos. Una crónica, apuntábamos. Literatura sin ficción, dicen ahora. Javier Cercas -como antes hiciera gente tan diversa y distanciada en el tiempo como Herodoto, Defoe, Balzac, Zola, de Cavia, Cendrars, Orwell, Capote, Pla, Sebald, Kapuscinski o Lévi-Strauss– muestra que la historia –la experiencia, la vida- no puede ser escrita de una sola forma o manera. Lo suyo es la fusión de géneros y técnicas narrativas.
Una escritura proteica que borra fronteras para desentrañar, imaginar y reescribir lo ocurrido. ¿New Journalism? Sin seguir ningún modelo preestablecido, algo hay en Javier Cercas de la construcción dramática, la administración del tiempo, la descripción de ambientes y el punto de vista que reivindica Tom Wolfe. Y algo hay de la poética aristotélica que busca el orden, la simetría y la catarsis; que permite alcanzar el equilibrio de cuerpo y mente, de sentimiento y razón. Decía Italo Calvino que la buena crónica era aquella que conseguía que el lector viera y viviera las imágenes narradas. Javier Cercas lo ha conseguido.