Cuanto peor, peor

Si Occidente cediera en algo ante la amenaza nuclear, Putin interpretaría el mensaje como una patente de corso para medrentar a sus vecinos. La UE quedaría debilitada y sometida al chantaje

Hay dos lógicas contrapuestas a la hora de predecir el comportamiento de los rivales. La del coste-beneficio y la del cuanto peor, peor. Según el coste-beneficio, lo último que le conviene a Rusia, y al mundo, pero mucho más a Rusia, es usar armamento nuclear, ni que sea táctico, ni que sea en el mar Negro donde no muera nadie. Las consecuencias serían terribles.

Por lo que, según el coste-beneficio a Putin no le serviría de nada apretar el botón nuclear. De manera inmediata, sus tropas en Ucrania serían aniquiladas por completo mediante una actuación fulminante y directa de la OTAN. Es incluso probable que gran parte de su ejército en territorio ruso resultara inutilizado. Pérdidas horribles, la nación paria de un mundo en crisis arrinconada contra las cuerdas.

Ahora bien, según está evolucionando la guerra sobre el terreno, los rusos pueden casi dar por perdidos los territorios recientemente e ilegalmente anexionados. Ni con la movilización de reservistas es capaz el ejército ruso de mantener sus posiciones contra un país decidido a hacerles frente que cuenta con el apoyo occidental.

Ni con la movilización de reservistas es capaz el ejército ruso de mantener sus posiciones contra un país decidido a hacerles frente que cuenta con el apoyo occidental

Ahí es donde entra en juego la amenaza de escalada. “No es un farol.” Cierto. La alternativa es la derrota, y con ella una crisis interna de grandes proporciones. Pongamos que llevan razón los analistas que comparan la situación actual a la crisis de los misiles de Cuba en el 62. Kennedy amenazó con desencadenar una guerra nuclear si Jrushchov no desmantelaba las instalaciones que amenazaban a los Estados Unidos de forma directa.

Rusia no se va a rendir ahora

La obsesión de Putin y su régimen se centra en enmendar la plana a los antiguos dirigentes comunistas, y más aún al recientemente fallecido Gorbatxov, cuya debilidad identifica como causa del declive de Rusia y su propio imperio, que se vio reducido a la nada de la noche a la mañana tras la caída del Muro de Berlín. Rusia se rindió entonces pero no se va a rendir ahora.

Ésta y no otra es la misión histórica que se atribuye Putin. Habiendo fallado en sus cálculos de chantaje energético y en la propia conquista de Ucrania, cabe pues la posibilidad de que lleve su empecinamiento hasta el final. Puestos en esta tesitura, es probable que el acorralado líder tome la decisión de lanzar un severo mensaje al mundo: con Rusia no se juega. Lo que sea, lo único disponible, antes de perder lo poco que ha conseguido ganar y sufrir una oprobiosa y forzosa retirada de sus maltrechas tropas,.

Sabemos el resultado de tal resolución, los gerifaltes rusos también lo conocen. No es otro que el enorme castigo que espera a Rusia si usa armamento nuclear. Pero ello no es motivo suficiente para que se conformen con la derrota sin rechistar. Ahí, en elhonor herido, en el reconocimiento de que la gran Rusia es incapaz de mantener una provincias anexionadas, está el quid de la cuestión. No coste-beneficio sino lo contrario: cuanto peor me va, peor reacciono.

Si Occidente cediera en algo ante la amenaza nuclear, Putin interpretaría el mensaje como una patente de corso para medrentar a sus vecinos

Poco, o poco más pueden hacer los Estados Unidos y sus aliados. No es momento de ceder ni un milímetro, so pena de animar el Kremlin a proseguir en sus conquistas de trasnochado carácter imperial. De manera muy especial, la cuestión concierne a Europa. Si Occidente cediera en algo ante la amenaza nuclear, Putin interpretaría el mensaje como una patente de corso para medrentar a sus vecinos. La UE quedaría debilitada y sometida al chantaje ruso de forma permanente.

Sesenta años atrás, la URSS era muy poderosa, una gran potencia, uno de los grandes polos en un mundo bipolar. A pesar de ello, cedió ante la firmeza de los Estados Unidos. Ahora, el poder y la grandeza de Rusia no llegan ni a pálido reflejo de lo que era entonces. Razón de más, según la lógica del cuanto peor, peor, para actuar de manera contraria y usar armamiento nuclear.

Occidente y Zelenksky

Ante esta posibilidad no cabe confiar sólo en la lógica coste-beneficio. Y mucho menos pretender que una concesión en forma de disminución de la ayuda militar a Ucrania aplacaría los ánimos imperialistas de Rusia. Al contrario. Lo único que puede hacer Occidente es seguir por el camino emprendido, proporcionar a Zelensky un eficaz sistema de protección contra los misiles y apoyarle con el material necesario para que prosiga su campaña de recuperación del territorio invadido. Si algo está claro es que la derrota del ejército invasor debe de ser completa o poco menos.

El mundo de los expertos y analistas está dividido en sus pronósticos. Unos aplican la lógica del coste-beneficio mientras otros temen que se imponga el cuanto peor, peor en la mente de Putin. Poco puede hacerse para saber quién lleva razón sino esperar y observar el curso de los acontecimientos.

En el campo de la realidad, en el que deben de preverse los distintos y posibles escenarios, las cartas occidentales están sobre la mesa. Sin subterfugios, ni por supuesto faroles. Son claras y tan creíbles como lo han sido hasta ahora. Una vez conocida la reacción de Zelensky, Biden dijo que había que parar la invasión mediante ayudas a Ucrania. Con algunas divisiones y vacilaciones poco relevantes, en Europa se impuso asimismo la idea de reaccionar del modo más duro posible, salvando la intervención directa.

¿Qué nos deparan los próximos meses? No lo sabemos, pero lo único seguro es que conviene no descartar la lógica perversa del cuanto peor, peor.

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