Deberes para las vaciones

Con los escándalos de la familia Pujol resonando aún con fuerza en los medios y, sobre todo, en la conciencia de una buena parte de los conciudadanos que han vivido esa larguísima etapa conocida como pujolismo, catalanes o no, el país parece dispuesto a sumergirse sin remedio un año más en el sopor estival de agosto.

Empresas, despachos profesionales, proveedores o clientes… se citan ya con absoluta naturalidad para la primera semana de septiembre, asumiendo sin pudor que este mes es inhábil a todos los efectos, haya crisis o no, oportunidades o riesgos.

Y, sin embargo, los últimos acontecimientos han situado al país ante una serie de desafíos que pueden meternos en sendas muy distintas según cómo se afronten. Sin una jerarquía determinada, éstos son a mi juicio los deberes con los que nos vamos en agosto de vacaciones:

-La crisis política.

Aunque evidentemente no es ninguna novedad, su gravedad se ha acusado en los últimos meses. Dos elementos han introducido factores que aceleran ese deterioro: los resultados de las elecciones europeas y la confesión autoinculpatoria de Jordi Pujol.

Ya se ha analizado suficientemente, pero los resultados de los últimos comicios europeos han puesto en carne viva la flaqueza de las formaciones políticas tradicionales y han metido en escena con una fuerza inesperada a nuevos actores cuya consistencia real habrá que ir descubriendo. Las elecciones municipales del mes de mayo darán una buena medida de ese ascenso. O no.

En cuanto a la confesión por parte de Pujol de haber defraudado durante 34 años a la Hacienda pública, en una confesión que puede ser apenas la punta de un iceberg de un escándalo mucho mayor, según se apunta, podría ser el tiro de gracia de un partido, CiU, ya muy debilitado por la asunción de las tesis soberanistas de ERC.

Los grandes partidos que hasta ahora representaban la centralidad del sistema (PP, PSOE, CiU) han entrado en barrena, especialmente en Catalunya y no se adivinan fácilmente quién ni de qué manera pueden ser relevados o regenerados para que recuperen su función.

De ahí algunos movimientos que no deberían desaprovechar agosto: Duran i Lleida, sin sitio, va a intentar poner en pie una fuerza de centro que recoja restos de otras formaciones y dé continuidad a la propia, UDC, y ofrezca una alternativa entre el soberanismo y el inmovilismo. Pedro Sánchez, el nuevo líder del PSOE, haga frío o calor, no tiene un minuto que perder si no quiere que los réditos de su campaña en las primarias socialistas se diluyan como un azucarillo en el agua.

La primera aparición pública de Sánchez no ha estado mal. Coger la bandera de las clases medias para enfrentarse al muy temprano triunfalismo de Rajoy no ha sido una mala estratagema. Al menos, parece haber elegido correctamente sus armas y campo de juego. Veremos. Muy fino tendrá que hilar si quiere formar parte de la solución en Catalunya, donde Iceta quiere recomponer un puzzle que le lleve… al pasado, lo que es poco sustento para la travesía del desierto que les espera. Podemos, la Colau y lo que significa, las fuerzas independentistas … no son ningún tigre de papel para los partidos tradicionales.

-La crisis económica

Agarrarse a los buenos últimos datos como un náufrago cansado a la primera tabla que se encuentra puede dar alguna alegría pero no es seguro para nada. La recuperación económica aún es incierta, diga lo que diga Rajoy, y los analistas financieros no van a descansar este mes de agosto como lo hicieron en otros tiempos. Existen aún demasiadas incógnitas para lanzar las campanas al vuelo. La crisis del Banco Espírito Santo es un buen ejemplo.

Que la EPA muestre una cierta creación de empleo mientras se sigue teniendo una tasa de paro del 24,5% (en Andalucía, del 35%), y entre los menores de 25 años de más del 53% es un pobre consuelo. Si le añadimos la gravedad de las crecientes bolsas de pobreza, los problemas en formación, el endeudamiento aún a niveles muy altos, las dificultades microeconómicas, etc., no creo que nadie pueda darse ni un respiro aunque sea el más duro agosto que vivamos.

El gobierno cometería un grave error si contuviera el aliento reformista con el que inició la legislatura, especialmente en el terreno de la función pública y en los mecanismos que garantizan la competencia.

-La corrupción

Es un capítulo aparte. Pienso que sin ánimo de dramatizar, no es fácil encontrar un país de nuestro entorno donde haya un nivel de corrupción tan profundo y extendido, un cáncer que acaba minando la moral de los ciudadanos y rebajando los niveles de vigilancia y exigencia que son las bases del sistema democrático. Debemos reconocer que en España hace tiempo que saltaron los controles necesarios entre los diferentes poderes y hoy apenas quedan acciones aisladas de determinados magistrados o políticos u otras instituciones (no quiero meterlo todo en el mismo saco), muy meritorias, pero insuficientes.

El sarcasmo de que la fundación del presidente Jordi Pujol, subvencionada, of course, por la Generalitat de Catalunya, cuyo partido que la gobierna tiene la sede embargada como beneficiario de la corrupción en el Palau de la Música, estuviera dedicada ahora a un estudio sobre los principios éticos y valores que deben regir la acción política; que sobre el presidente del Gobierno y una buena parte de la cúpula del PP penda la sospecha de haber cobrado sobres en negro, del caso Gürtel, de los escándalos en la Generalitat valenciana; que la Junta de Andalucía y los sindicatos CCOO y UGT aparezcan envueltos en casos de saqueo de fondos dedicados a formación; que una parte de la antigua Casa Real se viera envuelta en operaciones fraudulentas… no pueden quedarse como meras reseñas periodísticas o actuaciones aisladas de jueces más o menos “estrella”. Que salgan a la luz, la mayoría, es un pobre alivio.

Es urgente, completamente prioritario, un plan de alcance de regeneración democrática. Plantear como parte de ese programa una nueva ley electoral para las próximas elecciones municipales es una burla y una provocación, en la que afortunadamente no ha caído Pedro Sánchez. La lucha contra la corrupción y las causas que la anidan es quizás la tarea más inmediata que debería contemplar la estrategia de un Gobierno. Quizás sea pedirles demasiado, pero hoy ya también empiezo mis vacaciones y quiero hacerlo con un cierto espíritu voluntarista.