Hemos cerrado una semana de vértigo, la voracidad de los depredaespeculadores se ha puesto nuevamente en evidencia, y seguirán actuando mientras no se ponga freno a su avaricia sin límites gravándose fiscalmente sus actuaciones.
La economía financiera está omnipresente, su asfixiante cuota de protagonismo en los medios de comunicación son la evidencia. Día tras día las noticias sobre la bolsa, la prima de riesgo, las subastas, la colocación de la deuda, los tipos de interés, o las diferencias de cambio, ganan terreno a los aspectos asociados al bienestar de los ciudadanos y a los aspectos propios de la economía productiva: el coste de las materias primas, la producción industrial, el precio de los alimentos, los adelantos científicos y tecnológicos, la generación de empresas y los procesos de reindustrialización.
Hay que reconocer que un excesivo porcentaje de actividad se fundamenta en operaciones claramente especulativas que se mueven a través de los mercados desregularizados, unos mercados que gestionan inmensas cantidades de dinero. Hay que recordar que al inicio de la crisis estos mercados (Over the Counter) amparándose en instrumentos financieros directamente entre dos partes, fuera de los mercados organizados, representaban aproximadamente 10 veces el valor del PIB mundial; su papel en el origen de la crisis es innegable y en las actuales tensiones financieras también. Con este escenario no resulta extraño que, tal y como denuncia el último informe de la Comisión Económica Social de la ONU, las tendencias sean hacia un incremento del número de personas que tienen que vivir por debajo del límite de la pobreza y la carencia de recursos para luchar de forma efectiva contra la misma.
Hasta que no llegue la regularización de estos mercados claramente especulativos, y desgraciadamente tardará en llegar, en el Estado español serán necesarias nuevas medidas que se concretarán en nuevas disminuciones de gastos y en adelgazar las administraciones, y al mismo tiempo habrá que incrementar los ingresos, probablemente con una nueva subida del IVA. Medidas requeridas para hacer posible el presente, pero tenemos que tener claro que por sí solas no solucionarán los problemas que hacen que nuestra economía no desarrolle su potencialidad.
Nuestro país tiene enormes potencialidades y puntos donde apoyar las palancas para impulsar el futuro, se ha escrito y argumentado muchas veces, pero no sabemos, o no podemos, aplicarlas. ¿Qué tenemos que hacer para garantizar el futuro preservando el presente?. Estos es sin duda el reto que hay que lograr. A corto plazo la coincidencia entre posicionamientos debería ser notoria ya que lo que hace falta es centrar los esfuerzos en la creación de puestos de trabajo, al incrementar la flexibilidad empresarial, y potenciar la formación para mejorar la dotación del capital humano.
En cuanto a medio y largo plazo, incluso castigando la economía especulativa y potenciando la economía productiva, existen diversas formas de encontrar el causante; pero entre todas ellas, la que nos puede aportar progreso y cotas de bienestar es la que se fundamenta en desterrar a los depredaespeculadores y aprovechar las oportunidades de los mercados mundiales, un hecho que exige disponer de una importante actividad industrial apoyada en el uso intensivo del conocimiento.
Para conseguirlo, es preciso asumir un triple desafío. En primer lugar hay que posibilitar que las empresas, las universidades, los centros de investigación y los centros de innovación y diseño actúen de forma sinérgica, para conseguir los beneficios de la cooperación y la interrelación; en segundo lugar, se tiene que facilitar el surgimiento de nuevas iniciativas en los ámbitos de los conocimientos emergentes facilitando su interacción con empresas consolidadas y con capacidad productiva contrastada; y en tercer lugar, se requiere proyectar el territorio a nivel mundial, dotándose de capacidad de presencia y actuación global, convirtiéndose en un polo de atracción de recursos humanos y económicos al concentrar capacidades, potencialidades de trabajo, rentabilidad, conocimientos, infraestructuras y calidad de vida.
Unos objetivos que obligan a reconvertir profundamente el modelo de desarrollo y de producción, desterrando el modelo precedente basado en la construcción y el endeudamiento externo. Para hacerlo, hay que tomar distancia en relación a la tormenta de malas noticias financieras, creer en nuestra capacidad intelectual y de esfuerzo, recuperar la confianza, no caer en el pesimismo, asumir riesgo orientándolo a la innovación y al cambio, adaptándonos al nuevo entorno desprendiéndonos de todo aquello que nos evita progresar, y a la vez exigir coherencia entre los mensajes de los responsables públicos y sus prioridades de gobierno.