Desvergonzados en las cúpulas patronales

El grupo madrileño de hostelería Arturo Cantoblanco ha instado preconcurso de acreedores, antesala de la suspensión de pagos. Este percance encierra varias facetas insólitas, casi diríase que estupefacientes.

La primera de ellas es la disparidad de las cifras que viene facilitando su incombustible presidente, Arturo Fernández Álvarez. En declaraciones a la prensa, un día proclama eufórico que su grupo tiene 3.800 empleados y 180 establecimientos. Pero semanas después, se desdice y los rebaja a 1.100 y 80, respectivamente. Ha dado ya tantas versiones, que Cantoblanco se asemeja a una especie de goma de chicle, que se estira y encoge según le venga en gana a su mandamás.

Segunda singularidad. Don Arturo viene propalando reiteradamente que tiene a mano a hipotéticos inversores dispuestos a aportarle dinero fresco para salvar su empresa. En los últimos meses lo divulgó urbi et orbi al menos en tres ocasiones. Pero lo cierto es que los supuestos capitalistas no han hecho acto de presencia ni han desembolsado un céntimo.

Tercera nota desconcertante. Con su tinglado en caída libre, el hostelero se echó en brazos de una firma dedicada a reestructurar negocios renqueantes. Ésta analizó la situación y le entregó un sesudo informe que abogaba, como única salida, por instar la declaración de insolvencia. La respuesta del individuo fue cancelar el contrato con la asesora de marras. Mas hete aquí que, un mes después, siguió a pies juntillas el consejo y pidió al juzgado protección frente a los acreedores.

En semejantes circunstancias, cualquier hijo de vecino habría adoptado un perfil lo más bajo posible, pues dejar colgados de la brocha al fisco, los bancos y los proveedores no es precisamente una hazaña que invite a sacar pecho. Pero a Fernández le pirran los micrófonos y se lanzó a prodigar declaraciones a diestro y siniestro.

Lo cual me lleva al cuarto hecho asombroso. Ahora, el caballero asegura que “el pre concurso le llena de satisfacción”, pues pretende “salvar y garantizar” la supervivencia de su conglomerado. Sin embargo, lo único que le asegura tal medida es un plazo de cuatro meses para negociar el pago de sus deudas. Si no recae acuerdo, las posibilidades de desaparecer del mapa se elevan al 95%. Este es justamente el cupo estadístico de las sociedades que, tras el fiasco mercantil, perecen sin remedio.

Dirigentes poco ejemplares

Por último, el fallido de Cantoblanco resulta inaudito en tanto en cuanto Arturo Fernández es, a la vez, presidente de la patronal madrileña CEIM y vicepresidente de la CEOE, lo cual merece comentario aparte.

Que el patrón de patronos de Madrid suspenda pagos y deje una larga estela de perjudicados ya es de por sí una peripecia incalificable. Pero acontece, además, que los máximos perjudicados por este aparatoso descalabro son las administraciones públicas. Esto es, Hacienda y la Seguridad Social, a las que ha legado un pufo de 30 millones de euros.

Así mismo ocurre que varios de sus negocios de bares y cafeterías disfrutan de contratas públicas con instituciones de la capital del Reino. A título de ejemplo basta citar la gestión del servicio de cafetería de la feria de Madrid Ifema, que ésta le retiró meses atrás por impago de los cánones pactados. El dueño de Cantoblanco es, casualidades de la vida, miembro destacado de la comisión ejecutiva de Ifema. O sea, como Juan Palomo.

Arturo Fernández ocupó un puesto de vocal en el consejo de Bankia y está imputado por su naufragio. Fue elegido presidente de CEIM en 2010 y se le reeligió el pasado marzo, cuando sus abogados ya debían andar recopilando los papeles para depositar sus estados contables en el juzgado.

Item más. Hacienda, la Tesorería de la Seguridad Social y la Asamblea de Madrid han practicado en los últimos tiempos una sucesión inacabable de embargos sobre los activos de nuestro personaje. A la vez, sus trabajadores le denunciaron a la inspección laboral porque les paga parte de las nóminas en “negro”. Y para rematar la faena, un alto cargo de CEIM y presidente de la patronal Federación de Empresarios de Madrid fue detenido meses atrás, acusado de un fraude de 15 millones en la gestión de cursos de formación para parados.

A la luz de los datos transcritos, cabe preguntarse si especímenes como éstos son los más indicados para ocupar la cima de las patronales. Al recordado José María Cuevas, líder de la CEOE durante 23 años, se le solía reprochar que no poseyera empresa propia. Pero vista la trayectoria del prójimo que me ocupa, así como la de Gerardo Díaz Ferrán, ex líder de CEOE, actualmente en prisión por estafa, bien podría decirse que fue una bendición que Cuevas careciera de negocio alguno.