El colapso del negocio bancario
Y como era de esperar el Banco Santander se ha anticipado a sus rivales. Lo mismo que en 1989 con las súper cuentas el banco rojo rompe el juego.
Según han anunciado pretenden cerrar unas 450 oficinas en España, aproximadamente el 10% del total que afectará a unos 1000 empleados. Son oficinas de pequeña dimensión con entre uno y tres empleados que no sirven para los nuevos requerimientos de la banca actual.
Es el primer paso que vaticina un antes y un después en la manera de hacer banca. De hecho las oficinas pequeñas han servido para ocupar el territorio antes que el competidor, para captar pasivo, cuando este era escaso y, por tanto, caro, pero no eran centros donde dar ningún servicio.
Este modelo ha colapsado porque el entorno ha cambiado radicalmente. La banca electrónica ha sustituido la necesidad del contacto físico con el banco. Los clientes jóvenes ni se acercan por las oficinas; los cajeros agilizan la disponibilidad de efectivo, que dentro de poco, será cada vez menor, por regulación, por tecnología y por comodidad. Los productos bancarios clásicos, la hipoteca y el crédito se han estandarizado. Se contratan créditos hipotecarios por internet y créditos al consumo (y también de circulante) por medio del scoring.
En consecuencia las típicas oficinas bancarias han de cambiar su función. El Santander irá hacia dimensiones de unos siete empleados que, con formación, podrán dar asesoramiento a sus clientes, de sus productos o de productos y servicios de otros, con el máximo de apoyo tecnológico.
Hay que ver la moderna oficina de Caixabank en Diagonal-Tuset, que no se parece en nada a una oficina tradicional, donde la atención es personalizada y en donde se venden productos no bancarios.
Todavía tenemos muy cercano el crack del crédito inmobiliario e hipotecario que supuso el saneamiento de unos 300.000 millones de euros, un 30% del PIB español, con el cierre del 32% de las oficinas y un 26% de despidos. El rescate público supuso unos 61.000 millones.
La solución, ¿la única?, fue fusionar y vender entidades para que estas, a su vez, ajustarán el tamaño. Pero las fusiones, a pesar de que parece de que sea el único recurso a una crisis, no acostumbran a ser muy eficientes; son casi siempre redundantes. Se prefiere fusionar entidades de un mismo territorio, por ejemplo Catalunya Caixa con otras comarcales, antes que intentarlo o con las vascas o con caja de Málaga. Lo mismo sucedió en Galicia.
Pero ahora, además, Basilea III requiere más capital y de mejor calidad a las entidades. Para empeorar el escenario el euribor se ha puesto en negativo y los márgenes de los créditos no cubren ni los gastos de gestión.
Con lo que el ROE de los bancos ha caído al 6.1% que tampoco cubre ni el coste del capital (6-8%) según AFI. No es de extrañar que los valores bancarios coticen al 60% de su valor en libros.
En este primer momento no quedará más remedio que ajustar costes. De ahí el cierre de oficinas. Pero hay más. La revolución digital está llegando a todos los sectores y la banca es un candidato idóneo. En consecuencia entramos en un proceso tecnológico que va a cambiar la misma esencia de hacer negocio y que, además, requerirá fuertes inversiones.
Pero esto no es todo. Empiezan a aparecer nuevos competidores; la banca en la sombra y las fintech, que no tienen ahora relevancia cuantitativa, pero van a suponer un peligro cierto, sin olvidar los Apple etc.
Y para finalizar, la banca tradicional universal no ha solventado todavía el problema de reputación. La crisis de Bankia, las preferentes, el colapso del sistema cajas, etc., han dejado un sentimiento muy desfavorable entre el público en general.
Si se le añade la noticia aparecida en los periódicos de que «la remuneración media de los 119 banqueros españoles (se refiere años altos cargos) alcanzó los 2,39 millones», no es de extrañar que la situación sea muy complicada.
Dos importantes retos al mismo tiempo: ajustar, reducir, hacer más eficiente el negocio, y, cambiar de modelo, un cambio que no será cosmético porque afecta, como mínimo, a toda la banca europea que tendrá que reducir el número de de entidades entrando en procesos de fusión extra fronterizos, con un regulador común.