El contencioso Cataluña-España corre el riesgo de descontrolarse

Al contencioso entre los gobiernos de España y Cataluña le falta poco para estar fuera de control. Al menos ésta va siendo la opinión de bancos de inversión y agencias de rating. Los que marcan el sentimiento de los grandes inversores internacionales, que hasta ahora opinaban que la relación se podría reconducir, se están poniendo nerviosos. Y no les faltan motivos.

Standard and Poor’s dice que «Cataluña sigue en zona de riesgo… mantiene el rating de bono basura (BB), tres peldaños por debajo de la deuda española… debido a la falta de liquidez, el exceso de deuda «regional» (que alcanzará el triple de los ingresos regionales) y la necesidad de intensificar los ajustes de gastos…»

El escenario de una declaración unilateral de independencia, a través de elecciones plebiscitarias, para la agencia Fitch y para la banca Morgan Stanley provocaría «fuga de capitales, traslado de sedes corporativas y salida de la UE».

The Economist
, la biblia, considera que el inmediato futuro es «murky and quarrelsome» (turbio y pendenciero).

Entonces, la pregunta que se formulan los actores que tienen poder de decisión es hasta qué punto puede llegar la política de confrontación, cuándo se volverá explosiva para la inversión, la estabilidad y la creación de empleo.

Se ha llegado a la situación actual por una combinación de hechos y actitudes, algunas vienen de lejos –podríamos decir que vienen de siempre– y otras son producto de nuestro pasado más reciente, que nos han conducido hacia la exacerbación de las relaciones, no tan solo entre los gobiernos sino incluso en el seno de las familias catalanas.
Los hechos son suficientemente conocidos; las actitudes han cambiado, han ido a peor.

Desde ambas posiciones se han roto algunos lazos básicos para, como han llamado algunos, la conllevanza. Se decía: ya que las diferencias e incompatibilidades eran tan profundas, establezcamos, de común acuerdo, (es lo que se ha llamado la Transición) un espacio de relaciones en el que aunque las divergencias son muy evidentes, trataremos de que la conflictividad no desborde el terreno de juego, en el que todavía se puede negociar.

Por muchas razones, la crisis entre ellas, pero también a causa de los políticos, se han roto lazos profundos de relación pacífica. Cada uno de los bandos cree que tiene razón en este juego de acción-reacción, y la negociación permanente, que es la que mantiene unidos a los grupos sociales pese a las diferencias, ha dejado de existir.

A mi modo de ver, como si se tratara de una negociación empresarial, ambas partes (los dos gobiernos) creen que tienen sobrados argumentos, o argumentos de peso, para inclinar a su favor la disputa.

Como en las guerras de antes, los «cañones» (los argumentos y la fuerza) que creen que tienen son de distinta naturaleza.

Por un lado, el Gobierno español ostenta la mayoría en el Parlamento español, lo que le confiere el «argumento» de escribir el BOE. Pregona que la Ley le ampara. Tiene influencia en distintos órganos de la Administración, que en teoría deberían mostrarse neutrales, como el Tribunal Constitucional, el Consejo de Estado, la Fiscalía general del estado, la Inspección de Hacienda. El Gobierno Central está dotado mayoritariamente de altos funcionarios, como los abogados del Estado.

El Gobierno central tiene la tesorería y la Seguridad Social. Ha ido transfiriendo fondos a la Generalitat por 30.000 millones de euros durante este mandato y continúa controlando la «manguera», imprescindible para las finanzas de la Generalitat. Tiene también el apoyo de la UE y de los partidos conservadores europeos.

Por otro lado, el Gobierno catalán ha conseguido organizar (junto con otras asociaciones) un fuerte movimiento social. Se ha apuntado el éxito del 9N, aunque los resultados, convenientemente analizados (A. Zabalza, El País 21 de noviembre) no parece que den mayoría secesionista. Cuenta con la voluntad decidida de los partidos que le dan su apoyo y ha dado pruebas de su gran capacidad de movilización de masas y su habilidad en propaganda y difusión de sus consignas.

Catalunya representa el 16% de la población española, el 19% de su PIB y el 25% del comercio exterior, que no es poco. Podríamos convenir que es desequilibrante. Pero ambas partes tienen también una serie de debilidades.

Por ejemplo, el Gobierno Español ha dado muestras de no saber valorar el calado del conflicto. Ha dejado que se pudra y ha utilizado una estrategia equivocada. Parece que no pueda, quizá por su composición, crear alguna alternativa distinta, más creativa, salvo la interposición de la ley (que no deja de ser discutible). Al tiempo, ha ido acentuando su deriva centralizadora y escasamente liberal. En definitiva, parece no entender el problema.

Por su lado, el Gobierno de la Generalitat viene arrastrando un déficit gigantesco, 63.000 millones, que le debilita, y la mitad de la deuda es con el Gobierno central. La tesorería, los pagos regulares a funcionarios y proveedores dependen de Madrid.

A las multinacionales no les gusta la escalada que está alcanzando el conflicto y a las grandes empresas tampoco. Y todos saben que nadie quiere salir de la UE ni del euro.

¿Qué pasará? Hasta qué punto puede llegar la confrontación? Es todavía reconducible? ¿Los responsables están por la labor?

La sociedad actual se ha vuelto muy compleja y difícil de gestionar. Intervienen demasiados factores en la toma de decisiones y cuenta mucho el «sentimiento» de la gente. Lo racional sería llegar a un acuerdo. Pero no sé ve que este sea el camino por el que vamos.