El eterno reto del paro juvenil 

Las consecuencias de asumir el actual umbral de paro juvenil son graves y requieren de un impulso reformista para evitar que se enquisten

Nuestro país sufre un problema endémico de precariedad laboral, especialmente entre los jóvenes. Pese a tratarse de una dificultad histórica, se ha visto agravada desde la Gran Recesión de 2008. Actualmente el paro juvenil en España es de alrededor del 35%, mientras que, en países vecinos, como Países Bajos, esta cifra es de poco más del 7% – tan solo Grecia y Costa Rica registran peores cifras de paro juvenil en términos relativos.  

Las consecuencias de este escenario son múltiples. En primer lugar, cronifica el problema de acceso a la vivienda: la edad media de emancipación alcanza ya los 29 años entre los jóvenes españoles, mientras que en países como Dinamarca se encuentra en 21 años. Por otra parte, se limita la capacidad innovadora de nuestro país, puesto que sectores económicos como la economía digital o startups con modelos de negocio disruptivos beben del emprendimiento juvenil. Aún más grave es el impacto sobre las finanzas públicas: la cantidad de personas que cotizan es cada vez menor en relación con el número de pensionistas y empleados públicos, de modo que mejorar la tasa de desempleo juvenil es esencial para garantizar la sostenibilidad de las cuentas públicas.  

La contratación indefinida también se ve constreñida por el elevadísimo coste que tendrán que asumir las empresas si en un futuro decrece su carga de trabajo y deben volver a una plantilla más contenida. Otro de los problemas es la dualidad del mercado laboral español, que ha abierto una creciente brecha entre los contratos indefinidos y los temporales en la cual quedan atrapados los menores de 35 años. Los últimos se enfrentan a peores trabajos, menores salarios, escasas o nulas posibilidades de formación y promoción y carencia de seguridad.  

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Las causas no son nuevas, pero lamentablemente no ha existido suficiente valentía política para atajarlas en los sucesivos gobiernos de distinto color político. Una de las explicaciones reside en la rigidez del mercado laboral español: en tiempos de recesión, los ajustes se producen a través del despido de trabajadores en lugar de la reducción de salarios o de horas trabajadas.

En tiempos de recesión, los ajustes se producen a través del despido de trabajadores en lugar de la reducción de salarios o de horas trabajadas

El tercer escollo en el camino de la empleabilidad juvenil es el diseño de la cuota de autónomos. Si asumimos que no todos los jóvenes deben tener empleos a cuenta de terceros y abrazamos la importancia de fomentar el emprendimiento juvenil, la existencia de una elevada cuota de autónomos por tramos supone una dificultad evidente para su desarrollo – de hecho, el actual sistema fuerza a que aquellos jóvenes que aún están en una fase temprana en su proyecto y cuentan con ingresos discretos se enfrenten a una cuota de autónomos de más del 100% de su facturación.

Países como Alemania eximen del pago de la cuota de autónomos a aquellos jóvenes que ingresan menos de 1.700 euros mensuales. Incluso en negocios ya consolidados, en España aspirar a aumentar la facturación tiene una contrapartida indeseable: al saltar al siguiente tramo de cuota de autónomos, el importe neto percibido puede disminuir. Si bien recientemente se ha implementado una cuota reducida de 60 euros mensuales para los nuevos autónomos durante el primer año, los autónomos societarios – aquellos jóvenes que han creado una nueva sociedad – no pueden acogerse a ella.  

Países como Alemania eximen del pago de la cuota de autónomos a aquellos jóvenes que ingresan menos de 1.700 euros mensuales

Ante este contexto, un reciente informe de la Fundación Para el Avance de la Libertad (Fundalib) plantea un decálogo de políticas públicas para revertir esta situación. Las propuestas incluyen introducir una reducción de la totalidad de la cuota de autónomos en los años con pérdidas y en el primer año de actividad para emprendedores juveniles o igualar las condiciones de los autónomos societarios a las del resto de autónomos, para fomentar la creación de empresas entre los jóvenes.

A estas propuestas se suma la recomendación de adoptar el sistema de mochila austríaca’ con la finalidad de suavizar progresivamente la actual rigidez del mercado laboral y eliminar los incentivos perversos que evitan la contratación ante el miedo a tener que poner fin a la relación contractual si la coyuntura empresarial empeora en un futuro.  

Existe el riesgo de acomodarse ante la existencia de retos que llevan demasiados años entre nosotros. Las consecuencias de asumir el actual umbral de paro juvenil son graves y requieren de un impulso reformista para evitar que se enquisten.