El gas caro es el ruso

Nadie desde Europa ha llevado a Rusia al límite. Muy al contrario, es Putin quien tras haberse saltado los límites ha llevado a Rusia al mayor desastre de su historia

Puede debatirse, y en los países cuya posición es decisiva se debate con seriedad, si Rusia sería distinta de haberla tratado desde Occidente de manera más amable o menos amenazante. Las opciones, irreconciliables, son dos, o bien Europa y los Estados Unidos se esfuerzan en prevenir agresiones vía OTAN, o bien se abstienen de expandir armamento a las puertas de la antigua URSS a fin de respetar lo que los propios rusos denominan perímetro de seguridad.

En contra del segundo argumento, que tras el estado momentáneo de KO que la anonadó tras la rendición incondicional que puso fin la Guerra Fría, la agresividad expansiva y destructiva de Rusia, que solamente ha respetado a los países protegidos por el paraguas occidental, pertenezcan o no de facto a la OTAN. Hay que insistir en ello porque son muchos los que todavía no lo asimilan: Rusia no tiene socios o amigos a su alrededor, solamente vasallos, o sea siervos, o bien países a los que no tiene medios para intimidar, cuando no invadir.

No puede caber duda, y si alguien no lo ve claro que vaya a los países bálticos o la Europa del este y pregunte por la calle o en los despachos. Si la OTAN no hubiera accedido a dotarles de un cinturón de seguridad infranqueable, estarían como mínimo finlandizados. Con toda seguridad, y no es poco, su nivel de vida sería muy inferior al actual,

Centrándonos en Ucrania, a la caída del Muro el PIB per cápita de los ucranianos y los poloneses era similar, de miseria. Veinte años más tarde, el de Polonia triplicaba al de Ucrania. Cuando los intereses, y vivir con las menores privaciones es el primer y mayor interés de todo ser vivo, incluida la humanidad, chocan contra las emociones o sentimientos, incluso los de pertenencia, los intereses acaban prevaleciendo.

Vladimir Putin, presidente ruso. EFE/EPA/YURI KOCHETKOV

De ahí los tremendos líos de familia por las herencias y de ahí el Maidan. Del lado de Rusia, pobreza y vasallaje, como en Bielorrusia. A salvo de Rusia, bienestar, seguridad y unos niveles de pluralismo y  libertad personal nunca experimentados y a los que a algunos, verbigracia la misma Polonia, no resulta fácil adaptarse tras tantos siglos de despotismo. Pero aunque la democracia les venga grande, la aceptan con gusto con tal de no verse de nuevo sometidos a Rusia.

No. Decididamente no.  Los partidarios de la primera tesis, los que defienden que una Rusia con perímetro de seguridad sería un socio fiable y amable, solamente pueden basar sus teorías en hipótesis o en deseos que la realidad se encarga de desmentir de manera sistemática.

Más aún, no puede predicarse de Europa que no haya simultaneado el muro defensivo de tropas y misiles con la mano tendida a fin de favorecer el desarrollo de Rusia mediante una economía abierta y colaboradora. Ahí están, como ejemplo mayor aun que los gasoductos, las inversiones en Rusia de centenares o miles de compañías.

Rusia no era para nada un país aislado o rodeado sino por un lado un socio comercial y por el otro un potencial agresor al que era preciso disuadir. Es ahora, tras la invasión de Ucrania y las amenazas de Putin, creíbles y verosímiles, de atacar a países de la OTAN, que el agresor ha dejado de ser potencial y en respuesta se refuerzan las alianzas militares y se cortan las vías de comercio que no sean por ahora imprescindibles.

Nadie desde Europa ha llevado a Rusia al límite. Muy al contrario, es Putin quien tras haberse saltado los límites ha llevado a Rusia al mayor desastre de su historia que consiste en convertirse en un país aislado, expulsado de la globalidad que caracteriza nuestro tiempo de intercambio de bienes y servicios.

Tanto la retirada de las multinacionales occidentales como los acuerdos de la Unión Europea con Canadá, los Estados Unidos y otros países para la compra de gas son esenciales. Las empresas dejaran de obtener beneficios. A los Europeos les saldrá más caro el gas, y no por razones oscuras y maquiavelismos de salón, sino porque hay que licuarlo entes de embarcar, transportarlo y dotar a los puertos europeos de terminales para su recepción.

Rusia no era para nada un país aislado o rodeado sino por un lado un socio comercial y por el otro un potencial agresor

Desde luego que los gasoductos son más baratos. Y más cuando las inversiones ya están hechas y no van a funcionar, en mucho tiempo las nuevas mientras los que ahora transportan gas ruso van a ser cerrados. Es el precio a pagar para demostrar a Rusia, por la vía de les hechos y no de las armas, que está completamente desencaminada y debe dar un profundo giro de 180 grados, No solamente en Kremlin sino ante todo como nación que debe mirarse al espejo y replantearse su papel en el mundo.

No es nada fácil dejar de ser imperialista a la antigua usanza, y menos para quienes se abrazan al resentimiento como tabla salvadora. Pero todos los demás lo han hecho, desde Turquía a las potencias coloniales europeas pasando por los Estados Unidos tras la caída del Muro..

El gas barato era el ruso, pero ahora es el caro. Lo caro para el mundo es la persistencia de Rusia en su agresividad destructiva. El precio que estamos pagando habrá valido la pena cuando Rusia vuelva al mundo. Derrotada pero no humillada. Al contrario, reformada, fiable, amigable y profundamente dispuesta a no insistir en su trágico desvío y desvarío. Alemania bien lo hizo.