El Índice de las Expectativas Irracionales

El keynesiano John Kenneth Galbraith escribió hace años una magnífica novela titulada El profesor de Harvard, en la que un joven profesor, Montgomery Marion, se inventa un Índice de Expectativas Irracionales que funcionan al revés de la fórmula clásica, y permite ganar dinero apostando por las cosas sin sentido.

Apliquemos el IEI a cualquiera de los hechos políticos y por derivación en los económicos que están ocurriendo en España y, en la parte que me toca, en la Comunidad Valenciana y podremos comprobar hasta qué punto la irracionalidad se ha convertido en determinante de las expectativas.

A estas alturas hace años que todo demanda cambiar poco a poco el modelo productivo hacia una empresa con más I D y más competitiva, desterrar los viejos tópicos de la industria manufacturera y dejar de pretender ser la China europea a base de precios bajos y productos temporales incluso en el turismo y la agricultura. Magnífico. Triunfaría el Índice de Expectativas Racionales de John F. Muth. Pero aquí vale lo irracional.

Cualquier concejal debe plantearse hacer una ciudad más inteligente, más limpia y más social, a base de cambiar el funcionamiento de un ayuntamiento y sus presupuestos. Ya está bien de gastos administrativos redundantes y más imaginación en los gastos productivos. ¡Que maravilla!! Esa tarea sería la que correspondería a cualquier estudio de prospectiva.

Pero las Expectativas Racionales se convierten en Expectativas Irracionales. Es como si todos los agentes que deben cotizar las Expectativas entraran en el parvulario y solo supieran balbucear. Empiezan a decir banalidades para impactar al otro niño. Y la tribu vale más que el individuo.

Hay cosas que obviamente cotizan muy alto en el IEI. Por ejemplo lo de Artur Mas y Puigdemont.  O la cesión de diputados del PSOE a ERC. O las tropelías con las cabalgatas de Reyes. O la propuesta de Isabel Bonig a Ximo Puig para que rompa con Compromìs y firme un acuerdo con el PPCV. Expectativas Irracionales que harían rico a quien apostara.

Por eso el Consell de la Generalitat Valenciana se va a Morella a tomar grandes decisiones estructurales y solo avanza en la llamada política social, como si financiar la beneficencia fuera solo cosa de una caja de resistencia. Ni pensar en una economía que genere recursos. Todo sale de una bolsa extraña. La fe por encima de la razón y lo irracional frente a lo más simpe: lo racional.

Bien eso de la emergencia social y el derecho a  la vivienda, pero para todo eso hacen falta recursos y ese colectivo de políticos no piensan en ello. ¿Cuándo van a plantearse la economía valenciana? ¿Alguien está revisando de verdad lo que está pasando con el turismo, los cítricos o la entrada de China como economía comercial ante la UE? Nada. Eso sería racional y aquí vale el IEI.

Así las cosas han pasado seis meses desde las elecciones del 24 M y apenas hemos avanzado un palmo en las decisiones racionales. Ni un planteamiento serio sobre la modernización de la empresa, líneas de I D o una mayor eficacia en las administraciones. Ni plantearse una regeneración de las universidades o el fracaso escolar. Solo llorar a Madrid.

Los ayuntamientos siguen encelados con el decimonónico debate de la recogida de residuos: ¿empresa pública o privada? Y solo entienden que una ciudad inteligente es que tenga más ordenadores o se paga el bono bus con el móvil.

Los economistas valencianos advierten del peligro de una recesión en la economía  porque no hay seguridad jurídica y política para apostar dinero. Hasta las corruptelas ya no son seguras.

Y mientras tanto, en el PSOE Ximo Puig mira a sus espaldas (sus barones provinciales) para saber hasta dónde llegar con Susana Díaz  frente a Pedro Sánchez, Mónica Oltra quiere triunfar en Madrid al lado de Pablo Iglesias y los podemitas de Antonio Montiel sufren en sus carnes una trásfuga que los desmonta ideológicamente.

Queda la magia, el pensamiento mágico, la ilusión de todos los días enarbolando banderas contra Madrid y el PP, que todas las semanas hace méritos para subir en el IEI.

En fin, el índice de Expectativas Irracionales a tope, quizá porque esto es el Mediterráneo. Habrá que aplicar el IEI y valorar hasta cuándo nos queda para vivir este destarifo.