Verano joven 

La emancipación se retrasa hasta los 30,2 años, dos más que la media europea

«El Gobierno tiene algo para ti si estás entre los 18 y los 30 años, y te gusta viajar. ¿A qué esperas? Pásalo» Así anunciaba el Gobierno la semana pasada en redes, la tercera edición del Verano Joven, un programa de descuentos de hasta el 90 por ciento para viajes en autobús y tren a los jóvenes de entre 18 y 30 años. 

El Consejo de ministros, a propuesta del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible contempla destinar a este programa 120 millones de euros para cubrir las bonificaciones de los billetes sencillos y de ida y vuelta para viajar por España y del tren Interrail por Europa. 

El Bono Cultural Joven tuvo una financiación de 210 millones de euros anuales entre 2022 y 2024. Sin embargo, solo se ejecutaron el 10,92% de las ayudas, financiadas con fondos europeos. El resto, alrededor de 200 millones de euros, no se utilizó. Tras plazos de hasta tres meses de espera para conseguir acceder al bono, muchos jóvenes no pudieron gastar ni un céntimo a raíz de las numerosas deficiencias técnicas del operativo, una problemática común de la burocracia hispánica. Es plausible esperar que al Verano Joven le espere un destino parecido. 

Mientras el Gobierno se congratula de su generosidad con la juventud española, uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años sigue en paro y la tasa de temporalidad para este colectivo alcanzó el 60% el año pasado (CJE, 2024). Desde el 2004, el salario bruto medio en términos reales se ha reducido un 15% para los jóvenes de entre 20 y 24 años y un 7% para los jóvenes de entre 30 y 34 años. Además, es sistemáticamente menor en términos reales que el que tuvieron las generaciones mayores a la misma edad: los nacidos en los sesenta cobraban de media un 20% más en la treintena que los nacidos en los 80 (Encuesta Anual de Estructura Salarial, INE 2024). La inflación también ha erosionado su capacidad de ahorro y consumo.  

Solo el 14,8% de los jóvenes logra emanciparse. El resto sigue en casa de sus padres, o en habitaciones compartidas

Por si el estancamiento salarial no fuera suficiente, las políticas gubernamentales han disecado la oferta inmobiliaria y el precio del alquiler se ha disparado un 40% en apenas cuatro años (INE, 2024). Solo el 14,8% de los jóvenes logra emanciparse. El resto sigue en casa de sus padres, o en habitaciones compartidas con alquileres que duplican su poder adquisitivo. La emancipación se retrasa hasta los 30,2 años, dos más que la media europea (Observatorio de Emancipación, 2024). Desde 2013, la proporción de compradores jóvenes es menor a su peso poblacional (@Jongonzlz). Sin ahorro previo y sin avales, la compra es inalcanzable.  

Desde 2023, los jóvenes cotizan incluso en prácticas no remuneradas. Lo hacen, además, para financiar un gasto en pensiones que ha crecido un 34% desde 2019, mientras la deuda pública se sitúa por encima del 110% del PIB. Y si bien el Gobierno los anima a emprender, la administración frena cualquier atisbo de iniciativa empresarial. 

Un país no puede progresar si sus jóvenes no tienen esperanza. No es sorprendente, pues, que uno de cada cuatro jóvenes estaría dispuesto a renunciar al modelo democrático como lo conocemos, o a explorar otro, si les ofrece más bienestar socioeconómico o mejores resultados (CIS, 2024). 

Sería interesante que España contara con un marco institucional que permitiera a los jóvenes emprender o acceder a trabajos estables, emanciparse, formar una familia, y, sí, también pagarse un billete de tren por sí mismos. Verano joven… o no tanto.  

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