Las políticas de la escasez 

En un entorno de escasez, muchos idealizan un pasado donde la vivienda era más asequible y las comunidades más estables

Cuando percibimos una escasez de bienes o servicios esenciales, nuestro instinto nos lleva a obsesionarnos con su distribución. Entramos en un estado mental de racionamiento, vigilando si nuestros vecinos reciben más de lo que les corresponde o usan más de lo necesario. Este fenómeno fue evidente durante las primeras etapas de la pandemia, con las críticas a quienes acaparaban productos básicos en supermercados. 

Este enfoque surge de una percepción errónea: la idea de que los recursos son fijos y que el único camino para prosperar es restárselos a otros. En sociedades preindustriales, donde el crecimiento económico era casi inexistente, la mejora de unos implicaba la pérdida de otros.

La tierra, el ganado, la autoridad y el estatus social eran limitados. Los bienes eran hallados, recolectados o extraídos de la naturaleza; no producidos. Sin la existencia de progreso científico y técnico ni de economías de mercado globalizadas, la forma más común de progresar era a expensas de otros. Ante este escenario, la envidia era evolutivamente adaptativa: proteger un hallazgo valioso podía significar la diferencia entre la supervivencia o el fracaso. 

Esta mentalidad persiste y se refuerza en contextos de escasez. Estudios recientes (Chinoy et al, 2023) indican que las generaciones más jóvenes, criadas en una época de crisis económicas y desigualdades crecientes, tienden a percibir las interacciones económicas como juegos de suma cero.  

En España, la construcción de viviendas ha caído drásticamente desde 2008

Un ejemplo claro de esta mentalidad lo encontramos en las políticas de vivienda. Las recientes propuestas del gobierno español incluyen topar los precios del alquiler, limitar el mercado de los alquileres a corto plazo o gravar con un impuesto del 100% la compra de inmuebles por parte de extranjeros no residentes extracomunitarios. Todas ellas parten de la suposición de que la oferta de vivienda es fija. Este enfoque convierte un problema de suma positiva en un conflicto de suma cero. 

En España, la construcción de viviendas ha caído drásticamente desde 2008. Entre 2008 y 2022, se iniciaron 1,53 millones de viviendas, frente a los 2,4 millones de nuevos hogares creados. 9 de cada 10 transacciones en el mercado inmobiliario son de segunda mano. Se necesitan 600.000 inmuebles este año para suplir la demanda y este déficit podría alcanzar los 2,5 millones de viviendas en cinco años (Calvo et al, 2025).

Este desfase ha llevado a una lucha por los escasos inmuebles disponibles, intensificando la sensación de competencia. Entre propietarios e inquilinos, entre inquilinos locales e inmigrantes, entre el alquiler de corta y larga duración y entre inmuebles residenciales y turísticos.  

(Foto de ARCHIVO) Promoción de viviendas de EMVISESA en Palmas Altas durante su construcción. A 11 de febrero de 2025, en Sevilla (Andalucía, España).La consejera de Fomento, Articulación del Territorio y Vivienda, Rocío Díaz, asiste al acto de primera piedra de una nueva promoción de viviendas protegidas en Palmas Altas. María José López / Europa Press 11/2/2025
Promoción de viviendas. Foto: María José López / Europa Press 11/2/2025

Esta percepción también se refleja en el discurso político. En Estados Unidos, el vicepresidente del gobierno Trump, JD Vance, afirmó recientemente que “25 millones de inmigrantes ilegales compiten con los estadounidenses por las escasas viviendas, impulsando los precios”.

Estos días he leído mensajes similares por parte de figuras de la política catalana y española. Este mensaje encarna la lógica de suma cero: el progreso de un grupo implica la pérdida de otro. Por no decir que la deportación masiva de inmigrantes podría agravar la crisis de la vivienda al reducir la disponibilidad de trabajadores de la construcción. 

La nostalgia también desempeña un papel crucial. En un entorno de escasez, muchos idealizan un pasado donde la vivienda era más asequible y las comunidades más estables. Este sentimiento es explotado por movimientos populistas, que utilizan el temor al cambio y la pérdida de estatus para movilizar a los votantes. 

La solución pasa por abandonar la mentalidad de suma cero y adoptar una visión de suma positiva. En lugar de competir por los recursos existentes, debemos enfocarnos en aumentar la producción de bienes. Necesitamos más vivienda. Pasar de las políticas de la escasez a las políticas de la abundancia.  

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