El matemático con lazo amarillo

El matemático premiado que recogió el Princesa de Girona exhibiendo un lazo amarillo puso el contrapunto al "todo vale" que se vive en Cataluña

Girona se ha vuelto histérica. Una metáfora viviente del embrollo catalán que parece no tener fin. Su Ayuntamiento, con la alcaldesa Marta Madrenas al frente del activismo cortando el AVE; su universidad, con un rector obediente ante un minúsculo grupo de estudiantes que impedían el acceso a los distintos campus; y su Cámara de Comercio, vice de todo lo que es y acompaña a Joan Canadell y “su” Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Barcelona.

Girona, sede del multisubvencionado Avui/El Punt, santo y seña del independentismo gobernante y besaculos de Carles Puigdemont; y con sus asociaciones empresariales, que ven en la huida de España la solución al deslizamiento de la economía provincial hacia puestos indecorosos, han hecho preciso que la Fundación Princesa de Girona huyera de ese ensordecedor y alocado huracán para refugiarse en la capital del que fuera Condado de Barcelona cuando la Corona de Aragón.

No es que Barcelona sea un ejemplo de civismo. Los matones del independentismo irredento se han cebado con sus avenidas, sus escaparates, sus terrazas, sus aceras y además han prendido fuego a todo cuanto han encontrado en su recorrido. Una sentencia de 493 folios, nunca leída por la simple razón que el estómago ha venido a substituir el raciocinio, fue la excusa.

Y en ese “todo vale” que estamos viviendo con tristeza, el vicario general de Puigdemont en Cataluña, Quim Torra, ni tan sólo se ha puesto al lado de la policía autonómica de la cual es su máximo responsable.

Cual mosca cojonera, o bien la ha hecho responsable del algarabío o bien le ha reprochado excesos que un servidor no supo ver o bien ha impulsado una auditoria interna y encima una comisión parlamentaria de investigación por la simple razón que, en su pensamiento horrendo y en su cultura pírrica, los únicos responsables de la violencia conocida (y sufrida) son quienes defienden la ley y el orden, máxima de toda democracia regida por el Derecho.

El contrapunto lo puso uno de los premiados con el Princesa de Girona. Un matemático, Xavier Ros-Oton, que lo recogió exhibiendo un lazo amarillo en la solapa de su americana. Doctrina del magistrado Pablo Marchena: el lazo y su color se instalan en el derecho fundamental a la libre expresión del pensamiento y de la ideología.

El matemático barcelonés del lazo amarillo ni hizo asco al premio ni renunció a saber estar

La princesa-niña, cuyo catalán es perfecto, se lo entregó con una sonrisa inmaculada en su rostro. El rey y la reina le dieron la mano sonriéndole a la vez que felicitándolo.

Y el matemático barcelonés, un referente mundial por su investigación sobre ecuaciones en derivadas parciales, uno de los ejes centrales en muchas disciplinas científicas, de tan sólo 31 años, ni hizo asco al premio ni renunció a saber estar.

Hombre viajado, formado en varias universidades europeas y norteamericanas, políglota, investigador y profesor de prestigio, sabe que un jefe de Estado lo es de todos, y que, en consecuencia, el desaire es propio de ignorantes extremistas.

“Calcular es aburrido. Lo bonito de las matemáticas es razonar”, declaró con posterioridad y antes de acudir a la cena en honor de los premiados, ya sin lazo, nueva muestra de que la pluralidad ideológica, expresión de una sociedad democrática, no está reñida con el señorío.

La familia real y el matemático contrario a que los condenados mediante sentencia firme se hallen en la cárcel dieron de manera conjunta y con total naturalidad una lección de serenidad, mesura e inteligencia de la que deberían ser estudiantes silenciosos cuantos participaron en las algaradas callejeras de Girona y de Barcelona. Cataluña iría mejor.   

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