El prodigioso inconformismo de Barcelona

Barcelona sigue siendo una ciudad espléndida, bien situada en el mapa europeo y peninsular, abierta, plural, con una imagen extraordinaria en el mundo

Barcelona es una ciudad tan proyectada, sobre todo en el mundo, como faltada –iba a escribir hambrienta— de grandes proyectos. Está como paralizada, expectante, a la espera de un relanzamiento que empieza a tardar, aunque de prepararse, se prepara. JM Martí Font se recrea con los detalles en su libro Barcelona y Madrid: decadencia y auge (ED Libros, sello de Economía Digital).

El motor, para muchos secreto, de Barcelona se llama inconformismo. Rebeldía si así quieren etiquetarlo, en un grado muy superior al de Cataluña. Para corroborarlo, basta comparar las cifras de las últimas elecciones generales en el país con las municipales de su capital. Si agrupamos el voto inconformista y lo contraponemos a la suma de los partidarios del status quo, las cifras, irrebatibles, son las siguientes.

En las elecciones para Barcelona hubo dos voces y media más de votos inconformistas que para las españolas

Generales del 2016: de los 47 representantes que los catalanes eligen para el Congreso de los Diputados, 29 estaban – o decían estar, que para los votantes es lo mismo- a favor de cambios radicales.

Los que preferían seguir como estamos son sólo 18. El reparto de los 29: 12 para Podemos, 9 para ERC y 8 para CDC. Los 18 del bloque constitucional se distribuían de modo equilibrado entre los 7 del PSOE, los 6 del PP y los otros 5 para C’s.

Comparemos con las municipales del año anterior. Los 41 concejales del consistorio se repartieron en la proporción 29 a 12. ¡De escándalo! Dos veces y media más para los inconformistas que para el resto.

El inconformismo de Barcelona debería reformularse en positivo, en forma de grandes proyectos capaces de despertar ilusiones colectivas

El reparto, que en el fondo es lo de menos, arroja por un lado 11 para En Comú, 10 para CiU, 5 para ERC y 3 para la CUP, y por el otro 5 para C’s, 4 para el PSC y 3 para el PP.

No se pueden contemplar estas abrumadoras cifras de partidarios de cambios drásticos sin contrastarlas con la pobreza de lo obtenido. Tres y cuatro años más tarde estamos en las mismas.

Mucha efervescencia, el episodio de enorme tensión del último trimestre del 2017, pero nada ha cambiado, ni siquiera mejorado, ni el terreo de la justicia social ni en el de la distribución del poder territorial.

De todos modos, a pesar de la triste cosecha y el desbaratamiento de las ilusiones, el inconformismo persistirá. Ligeramente a la baja, pues estamos en tiempos de reflujo y porque Pedro Sánchez abre un resquicio para las reformas, pero en el mejor de los casos se trata solo de un respiro. De no producirse las reformas, el inconformismo volverá a la carga.

La condición básica para el relanzamiento de Barcelona es que asuma con orgullo y decisión su condición secular de ciudad inclusiva y plural

Este mismo inconformismo debería reformularse en positivo, en forma de grandes proyectos capaces de despertar ilusiones colectivas y aunar voluntades a favor del despliegue de la ciudad como faro y foro global.

Barcelona debe despegar y desplegarse. Si en el pasado, en circunstancias incluso mucho más adversas que las actuales, lo ha conseguido, también podría ahora si evita caer en actitudes nostálgicas, resistentes o derrotistas.

Barcelona sigue siendo una ciudad espléndida, bien situada en el mapa europeo y peninsular, abierta, plural, con una imagen extraordinaria en el mundo. Estas cartas son tan buenas que le dan beneficios incluso sin jugarlas.

Barcelona toma la delantera

Imaginen hasta donde puede llegar si en vez de sumirse en un estado de inconformismo apático, como bien puede suceder, recupera su verdadero carácter y se instala en un inconformismo activo y creador, si en vez de contagiarse del derrotismo y las divisiones que atenazan Cataluña, se propone relanzarse.

No nos daremos cuenta y las elecciones generales habrán quedado atrás. Entonces, sólo entonces, llegará la hora de la verdad, porque si Barcelona no toma la iniciativa, la delantera y el relevo perderemos unos años chapoteando en el barro de la discordia mientras el mundo se vuelve más y más competitivo.

La condición básica para el relanzamiento de Barcelona es que asuma con orgullo y decisión su condición secular de ciudad inclusiva y plural. No será tanto tarea de los candidatos y de los partidos como de la ciudadanía.

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