El rescate bancario ha terminado, oficialmente

De la línea de crédito de 100.000 millones de euros que le suministró la troika (Comisión Europea, BCE y FMI) a España, sólo se han tenido que utilizar 41.333 millones de euros.

Esta situación parece, a primera vista, todo un éxito, sobre todo si echamos la vista atrás y recordamos el espantoso panorama en que casi todo el sistema de cajas y algunos bancos se encontraban a causa de la mala gestión y de la crisis.

Sin embargo, otras opiniones pueden considerar que el coste –el FROB lo cifra de momento en 36.000 millones de euros perdidos–, a la espera de cómo terminan las privatizaciones de Bankia, CatalunyaCaixa y NCG Banco, es excesivo. Más todavía si son los contribuyentes quienes pagan estos millones. Pero, en cualquier caso, habría que valorar qué beneficio social se ha obtenido del rescate.

Es necesario conocer si el sistema bancario, surgido de la crisis, es ahora más solvente y más eficaz que antes. Para ello, habría que evaluar si el nuevo sistema puede ya cumplir con su papel fundamental que es suministrar crédito a empresas y familias. También sería interesante considerar si la estructura competitiva de la banca y las cajas es más sólida que antes y si se han resuelto algunos problemas de governance.

En definitiva, cabe saber si nuestros bancos son ahora más capaces de contribuir al desarrollo de nuestro país que antes de la crisis. No hay que olvidar que la banca tiene un componente de servicio público nada desdeñable.

Respecto a la solvencia, parece, según las cifras que se comunican, que, en general, se van acercando a los requerimientos de Basilea III. Incluso han superado el difícil hito de las refinanciaciones en septiembre.

La prueba definitiva será el examen del test estrés que el BCE realizará el próximo año. De todas maneras hay que recordar que la morosidad es como una serpiente muy dinámica. Ya alcanza el 12% y no parece que tenga trazas de atemperar su crecimiento (más todavía si no hay nuevo crédito) y que esté controlada. En este sentido, se puede dar alguna sorpresa desagradable.

El efecto puede ser mayor si se tienen en cuenta las palabras del Gobernador del Banco de España en la conferencia que dio la semana pasada en el Círculo de Economía. Ante la pregunta de qué recomendaría a la banca, señaló de forma categórica «que incremente los fondos propios». Además, en relación al crédito, como dice un dicho que se ha hecho famoso en el refranero moderno español, no está ni se le espera.

En cierta medida, en un entorno de necesidad de desendeudamiento, parece que el crédito no puede subir, independientemente de la mejor o peor calidad de la demanda. Pero, la fuerte caída de la deuda en manos de familias y empresas, dejará pronto un sitio para que la banca vuelva a prestar dinero.

La banca tiene necesidad de prestar porque, en caso contrario, entrará en márgenes difícilmente soportables ya que para financiar deuda pública no necesita la extensa red de oficinas actuales.

Sobre el modelo de competencia que saldrá de la crisis parece evidente que nos encontraremos con una concentración importante en el mercado español, dependiendo de lo que pase con las privatizaciones de NCG y CatalunyaCaixa, además de Bankia, que vienen a ser un 25% de la cuota del mercado interior.

La concentración es buena, en principio, para los bancos si saben integrar estructuras diferentes. Pero es un riesgo para el mercado al restringir las opciones de los clientes bancarios y estrechar las posibilidades de muchas empresas al encontrarse con concentración de riesgos en entidades fusionadas. Y, finalmente, las cajas resultantes tienen que adaptarse a los requerimientos de la troika sobre la doble adscripción de sus dirigentes a puestos de responsabilidad en las fundaciones o en los bancos participados.

En definitiva, se ha superado el rescate –como Irlanda que ha recibido 67.500 millones de euros en ayudas– de forma satisfactoria. Pero, hay que estar vigilante porque algunos daños colaterales de la crisis nos pueden dar algún disgusto.