El sindicalismo táctico en España

Los sindicatos callan ante los gobiernos socialistas, que siempre aumentan los presupuestos para las actividades sindicales, dejando atrás a miles de personas afectadas por el Ejecutivo

Oriol Junqueras con los representantes de los sindicatos CCOO y UGT de Cataluña, que han jugado con ambigüedad sobre el ‘procés’. ED

Hace unos días, Vicente de la Quintana brindaba una lista de personas y colectivos que Pedro Sánchez -incumpliendo de nuevo su palabra de “no dejar a nadie atrás”- había dejado ya atrás. Anoten: miles de familias, autónomos, hosteleros y pequeños comerciantes; ministros y asesores cesados; catalanes leales al orden constitucional; víctimas del terrorismo y familiares; jueces, magistrados, fiscales, policías y servidores del Estado que dieron respuesta jurídica a los hechos de 2017; personalidades socialistas que cuestionaron el gobierno Frankenstein; cubanos y venezolanos que esperaban algo más que el silencio o la evasiva cómplice; colaboradores afganos no repatriados (Los que han dejado atrás, 2/9/2021).

¡Hay que dar la cara por todo el mundo!

Como no podía ser de otra manera, los individuos y colectivos abandonados a su suerte por Pedro Sánchez han protestado con mayor o menor intensidad y con mejores o peores formas. Lo que sorprende de todo ello es que los sindicatos autodenominados de clase no protesten por los ciudadanos que han sido dejados atrás. “¡Hay que dar la cara por todo el mundo”, espetó un hostelero asturiano a los sindicalistas. Cosa que podrían decir también los pequeños comerciantes, los catalanes constitucionalistas, los socialistas defenestrados y un largo etcétera.

¿A qué puede obedecer el silencio selectivo del sindicalismo de clase? La respuesta la encontrarán ustedes en el BOE del 9 de marzo de 2021 que publica la convocatoria para la concesión de subvenciones a las organizaciones sindicales. Finalmente, el Consejo de Ministros, vía Ministerio de Trabajo y Economía Social, otorgó una subvención de 13.883. 890 euros a los sindicatos. Un aumento del 56 % en relación al ejercicio de 2020.

Subvenciones, ¿para qué? Para financiar las actividades de carácter sindical entre las cuales se encuentran la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales de los trabajadores. Pregunta: ¿por qué una parte de esa subvención no se destina a organizar protestas contra las penurias de hosteleros y pequeños comerciantes? ¿Quizá la subvención recibida por los sindicatos de clase no alcanza para defender a hosteleros y pequeños comerciantes?

El silencio tiene un precio

La cosa no me cuadra. Me explico. Si durante el mandato de Mariano Rajoy –subvención concedida al sindicalismo: 8.883.890 euros-, los sindicatos de clase protestaron enérgicamente contra la política económica y social del Partido Popular, ¿cómo es posible que ahora, con una subvención de 13.883. 890 euros, no tengan recursos –digo yo que es eso- para protestar contra la política económica y social del PSOE?

A título de hipótesis: El PSOE ha comprado el silencio del sindicalismo de clase a buen precio. Nada nuevo si tenemos en cuenta que durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero –subvención concedida al sindicalismo: 15.798.500 euros- el sindicalismo de clase tampoco protestó contra el gobierno.

A ello –a la subvención recibida que genera silencio-, habría que añadir un par de cosas más: la naturaleza corporativa y reaccionaria del sindicalismo de clase y su omnipotente policía de la opinión que arremete, por definición, contra la derecha liberal; las concesiones que el gobierno de Pedro Sánchez –Salario Mínimo Interprofesional y derogación de la reforma de las pensiones y de la reforma laboral del Partido Popular- ofrece en bandeja al sindicalismo de clase, aunque, objetivamente, perjudiquen a los trabajadores que dicen defender. Y qué bien le sienta al sindicato que el Gobierno se haya apropiado de parte del beneficio de las eléctricas.

Mejor que un rey

Es así como el sindicalismo de clase –escasa afiliación, poca representatividad y democracia menguante: “ningún rey tiene tan seguro el lugar de trabajo como un dirigente sindical”, escribió George Bernard Shaw-, nacido como movimiento asociativo en defensa de los obreros contra las formas más brutales de la explotación en los orígenes de la Revolución industrial, deviene, no solo –como señala la Constitución- un instrumento que “contribuye a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que le son propios”, sino una herramienta de coacción sin disfrutar para ello de una legitimación política real. A ustedes, ¿quién les ha votado?

El manifiesto de la vergüenza

Cuando se habla de Cataluña, el sindicalismo de clase rompe el silencio en beneficio del nacionalismo catalán. El ejemplo más lacerante se percibe en el Manifiesto del 11 de Septiembre de 2021 de CCOO y UGT de Cataluña.

Un texto que –dejando a un lado las cuestiones estrictamente económicas o sociales- cabe calificar de antológico. El manifiesto de la vergüenza. Resulta que el sindicalismo de clase abandona la bandera del internacionalismo proletario para bendecir el nacionalismo excluyente, populista y antidemocrático.

Los sindicatos proponen “soluciones políticas de fondo necesarias, pactadas, probablemente múltiples, secuenciales, y progresivas, propiciando un escenario suficiente en que la ciudadanía de Cataluña ejerza su derecho a decidir”. ¡Cuánta palabrería para apoyar un referéndum de autodeterminación que atenta a la legislación democrática y constitucional vigente!

Los sindicatos hablan de “los derechos nacionales”. ¡Cuánta palabrería para señalar que Cataluña es una nación dotada de unos –supuestos- derechos inalienables como el del inexistente derecho a decidir!

Los sindicatos quieren “poner en valor la idea que Cataluña es un solo pueblo que lucha, a través de mayorías amplias y transversales, para el progreso social y nacional. Somos un solo pueblo porque hemos sido, somos y seremos un país de acogida”.

¡Cuánta palabrería para reproducir el discurso pujolista del solo pueblo que excluye a la mitad de los ciudadanos!

Los sindicatos “manifiestan el compromiso con la lengua catalana, como factor de cohesión y de igualdad de oportunidades”. ¡Cuánta palabrería para proclamar la marginación de una lengua castellana que es la propia de la mitad de los catalanes y la común de todos los catalanes!

Ni una sola crítica -¿estulticia? ¿necesidad de ser alguien en la vida? ¿residuos ideológicos? ¿oportunismo? ¿interés? ¿tacticismo? ¿convicción?- al golpe a la democracia y al Estado de derecho propinado por el independentismo catalán.

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Se precisa sindicato de clase democrático, moderno, recto, sensato, responsable y con buena presencia.