Elecciones autonómicas: otro síntoma de la necrosis social gallega

Como las tasas e índices de envejecimiento, natalidad, dependencia, emigración, paro, etc. correspondientes a Galicia, las elecciones autonómicas que se acaban de llevar a cabo se pueden considerar o tomar como un indicativo más de la necrosis que está afectando a esta sociedad, en su paulatina descomposición como tal entidad; proceso que se inició hace centenares de años y que no ha dado síntomas firmes de recuperación ni con la democracia.

Si fuera una formación, la abstención habría ganado claramente las elecciones, es decir, nos tendría que gobernar la indiferencia política. Además de aumentar esta, también lo han hecho los votos nulos y en blanco, así como varias candidaturas de rechazo al actual sistema. Todas las principales fuerzas políticas han experimentado descalabros importantes, incluida la virtual ganadora que, paradójicamente y por la mayor caída de sus contrincantes y verse favorecida por la sibilina Ley D’Hont, aumenta su mayoría absoluta. La nueva irrupción de Beiras en coalición no es más que un síntoma del descontento social ante todo lo que está pasando, tal y como ha ocurrido en Grecia con Syriza, es decir, responde a algo más bien del momento que a un síntoma de que el paciente –la sociedad gallega como tal en este caso–experimente mejoría alguna en el proceso descrito.

Como pasa con el despoblamiento alarmante del interior gallego, con el desmantelamiento de los sectores productivos autóctonos (ganadero, pesquero, naval, etc.), con la investigación y la fuga de cerebros, con la emigración forzosa de las generaciones mejor preparadas, con la progresiva pérdida del idioma o la cada vez más evidente desafección entre la clase dirigente y la población; los resultados de estas elecciones vienen a corroborar que el sistema político gallego –como el nacional–va a lo suyo mientras que los problemas siguen perennes, haciendo oídos sordos o como no existiesen los que se supone son elegidos para encargarse de ellos.

La desafección política en Galicia no es que tampoco sea de ahora, como tristemente nos recuerda la votación del actual Estatuto de Autonomía. Lo que no quita para que, con la democracia, y tras ir quitando poco a poco los miedos de la dictadura y otros, la población se fuese animando a la participación, algo no muy usual por estas tierras. Sin embargo, la clase política gallega, y del país en general, se ha cargado tanto el espíritu de la transición como de la democracia en sí.

Les da igual todo con tal de seguir en la pomada o cortando el bacalao, que es lo que les interesa, y lo demás son daños colaterales. Todos se miran su ombligo y ninguno ha dicho nada sobre el deterioro, desapego y desafección de la población con el jueguecito que se traen entre manos de convocarnos cada cuatro años para así, mediante una simple papeleta, avalar y justificar que sigan haciendo lo que les da la gana sin contar para nada más con la población.

Indudablemente, esto tiene fecha de caducidad, y cada vez más próxima viendo la evolución de los que –de una forma u otra– no participan o desaprueban el actual sistema político. Pero sorprende ver que los políticos no se asusten o alarmen ante las proporciones que está tomando el colapso de su fuente principal de alimentación, ni mucho menos aún que se sonrojen al ver que cada vez gobiernan con cuotas más exiguas de popularidad; ya que no varían un ápice su hoja de ruta o no hacen nada por evitarlo. ¿Hasta dónde estarán dispuestos a llegar con tal de mantenerse en el poder? Tal y como operan y se les ve, creo que les daría igual que hubiese una abstención del 70% y fuesen cincuenta o cien mil las papeletas que –de alguna manera– les sirviesen de aval para justificar continuar en lo suyo.

Como en lo del trueno, se acordarán de nosotros cuando la tormenta les caiga encima. A lo largo de la historia, ya pasó más veces eso de que la clase dirigente anduviese a lo suyo o por su lado, mientras que la población paciente aguantaba sus desaguisados y, finalmente, se les echase encima o, mejor dicho, los sacase de su ensimismamiento.