España en el nuevo imperio germánico

El relevo político de Pedro Sánchez ha supuesto un vuelco a la imagen de España que inicia un proceso de consolidación en Europa

España no premia salvadores.

En vez de glorificar a Mariano Rajoy y Soraya Sáez de Santamaría por haber neutralizado primero el éxito del 1-O y luego infligido al independentismo una derrota de la que le va a costar recuperarse, se les echa de patitas a la calle.

El trabajo sucio ya no tiene premio como en los últimos siglos.

El precio a pagar por el Estado lo han pagado Rajoy y Ciudadanos

Hay que afinar y refinarse. Lo del varapalo y tentetieso pudo ser imprescindible pero no produce buena imagen.

Ya dijo el perspicaz Rubalcaba que el estado iba a pagar un coste. Pues bien, el precio principal lo han pagado Rajoy y de manera más dura Ciudadanos, por defender métodos aún más radicales.

El lavado de cara español

La operación Pedro Sánchez es un éxito rotundo de España ante Europa, ante el mundo y ante sí misma.

En una Europa alarmada por su deriva hacia la derecha y el populismo, es un alivio que en España gobierne la izquierda homologada y bien pensante. Lo contrario de Italia, vamos.

Pedro Sánchez reparte sonrisas y recibe parabienes. Lo de los porrazos del pasado otoño –Shame of Europe— baja de categoría a anécdota.

España ha dejado de ser una de las principales preocupaciones de Europa

El independentismo se ha sosegado. En el orden de preocupaciones de Berlín y Bruselas, España ha pasado del primer al tercero o cuarto plano.

Vuelta al redil. A menudo dejar de ser noticia es la mejor noticia.

El papel de España en el Imperio

La gente suele creer que pertenecer a un imperio es algo indeseable, que comporta vejaciones y extracciones sin fin a cambio de nada, que todo se decide en la metrópolis.

Las provincias, sometidas a la arbitrariedad y la represión. En Europa, el imperialismo tiene mala fama por la crueldad depredadora del imperialismo europeo, del español al holandés.

Los imperios no son siempre ni necesariamente así.

El imperio que ha dejado más honda huella en el mundo, el romano, estaba extremadamente descentralizado y era muy tolerante con la diversidad.

Pedro Sánchez orienta a España hacia un escenario menos conflictivo

Los buenos imperios son un paraguas, un cobijo protector bajo el cual se obtienen muchos beneficios con costes mínimos o soportables.

Recuerden la cola de países de los últimos decenios para ingresar en el imperio europeo. Aquí, Europeo es un eufemismo para no llamarle por su verdadero nombre: Euro-germánico, o simplemente Germánico.

Pues bien en el Nuevo Imperio Germánico rigen unas normas. La laxitud interpretativa es considerable, y más amplia cuanto mayor es el país miembro.

España había pisado una línea roja. La policía no ataca a la población, la defiende.

Como represalia simbólica y advertencia, los líderes independentistas iban a poder campar por el corazón del imperio. Si su actuación fue censurable, más lo fueron los porrazos.

De la noche al día la percepción es muy otra. Con tiento y sin aspavientos, Pedro Sánchez orienta a España hacia un escenario menos conflictivo.

Los líderes independentistas colaboran y le votan. Visto desde dentro, puede parecer un maquillaje. Desde fuera, supone un gran alivio.

El futuro a medio plazo

En los países con escasa tradición democrática, la digestión de los cambios es lenta y pesada.

Ello es así porque la amalgama de ideas y sentimientos se impone sobre los intereses, enturbia las mentes y obstruye el pragmatismo. La que estamos viviendo es lenta pero imparable.

Tengan por seguro que Pedro Sánchez va a recibir más apoyos que Felipe González.

A pesar de su escasa fuerza parlamentaria, representa la España más deseable para el imperio (o si lo prefieren, la menos indeseable). Y los va a recibir en detrimento de la derecha menos centrista, como si de una segunda transición se tratara.

El nuevo gobierno sustituye la confrontación por la conciliación

Que Sánchez haya llegado al poder gracias a un afortunado golpe de audacia no significa que no tenga grandes opciones de consolidarse. La consigna del “Podemos de derechas” que aupó a C’s ha dejado de ser vigente.

Ahora, España tiene un gobierno que sustituye la confrontación por la conciliación, capaz de estabilizar los conflictos con el mínimo de cambios reales, y desde luego, ninguno en profundidad.

Lo cual va a tener premio en las urnas.

La continuidad del ciclo económico alcista ayudará al PSOE a recuperarse.

El PP necesita, más que tiempo, inteligencia y visión.

Si acierta renovarse, o sea a abandonar el surco dejado por Aznar, el bipartidismo ganará posiciones.