Fabra y el espíritu de la CAM

 

Esta semana el Presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, sorprendía a propios y extraños diciendo que había que recuperar el espíritu de las cajas de ahorros, cuando le preguntaron por la CAM. Dudo que alguien haya sabido alguna vez cuál o cómo era el espíritu de la caja alicantina. Si es que alguna vez lo ha tenido, a tenor de su situación financiera, y de los desmanes que vamos conociendo con cuentagotas.

Caja Mediterráneo, el juguete roto del ex ministro Eduardo Zaplana, que en su día consiguió unas condiciones inmejorables para comprar su piso en Madrid, ha sido un negocio más que rentable, pero solo para unos pocos. La CAM ha pasado, en menos de seis meses, de declarar unos beneficios de más de 200 millones euros, a reconocer unas perdidas de 1.136, y una tasa de morosidad del 19%, más del doble de lo que declaró en marzo.

La entidad financiera que más pugnas ha originado en el panorama empresarial y político valenciano, alicantino, murciano, y madrileño, agoniza en medio de una crisis económica que no le da tregua. Mientras sus cuotas participativas descienden vertiginosamente, Banco CAM ha pedido más tiempo para presentar su informe financiero, que con la supervisión del Banco de España, elabora la consultora KPMG, la empresa que ha auditado la caja durante más de 20 años y que nunca detectó problema alguno.

En resumen, un desmadre, del que se ha hecho eco The Wall Street Journal. El Banco de España ha puesto en venta la CAM, dice el diario, con el asesoramiento de Bank of America Merrill Lynch. En fin, nada nuevo en el horizonte. Llevamos intentando vender la entidad más de un año y no hay manera. Y es que sus cuentas nunca han estado claras, como denunciaron en su día las entidades que formaban parte del malogrado Banco Base. Además hay que añadir los depósitos retirados durante este tiempo, que en los meses previos a la intervención alcanzaron los 2.500 millones de euros, más del 7% del total.

La CAM es un agujero. La depreciación de la caja es constante. Sus activos caen en picado. Y para colmo, tras la nacionalización de la entidad, hemos sabido algo que era vox pópuli. Que sus directivos hicieron, durante años, de su capa un sayo concediéndose préstamos a bajo interés, a veces al 0% por valor de 161 millones de euros.

El presidente de la caja, Modesto Crespo, un personaje oscuro, apoyado por Francisco Camps, en contra del sector zaplanista, obtuvo nada más acceder al cargo un préstamo de cinco millones de euros al 2,5%. Crespo está acusado por la Federación de Empresarios del Metal de la Provincia de Alicante (FEMPA) de maquillar las cuentas de la patronal alicantina que presidía por un importe de 813.000 euros.

Para más inri algunos de estos exdirectivos han cobrado, además, una indemnización por los servicios prestados. Y aquí paz, y allá gloria. El espíritu de la CAM todavía debe de andar desconcertado entre los salones góticos del Palau, que también recibió créditos días antes de la intervención del Banco de España. Es de suponer que para sanear unas cuentas precarias se requiere aplicar la tijera en todo lo que sea “superfluo”.

Pero, ¿quién decide qué es o no necesario?. «Lo que no podemos es intentar que todo eso que hemos construido a base de mucho esfuerzo desaparezca”, ha afirmado Fabra refiriéndose a los grandes eventos. Ahí está la respuesta.
De momento el conseller de Hacienda y Administración Pública, José Manuel Vela, ha anunciado que la Generalitat amortizará 704 puestos de trabajo, y 160 liberados sindicales, que supondrá un ahorro de 31 millones de euros.