Garamendi y 5 problemas de ejemplaridad en la CEOE

El previsible presidente de CEOE hasta 2026 ha cometido errores importantes como jefe de los empresarios, desde lo ideológico hasta lo estrictamente laboral, que hacen necesario que corrija el rumbo en la institución para evitar bochornos pasados

La renovación de mandato de la CEOE está siendo de todo menos plácida. A pesar de que no se conoce otro candidato a presidir la patronal que el actual inquilino, Antonio Garamendi, su figura y el transcurso de los acontecimientos arrojan claras carencias de ejemplaridad para una institución que debería armarse de legitimidad combativa ante el feroz ataque del Gobierno a los intereses empresariales de este país. Lejos quedan tiempos bochornosos para la gran casa de los empresarios, pero los movimientos y tácticas del dirigente vasco no parecen reflejar los valores de un organismo plenamente colegiado en defensa férrea de la libertad empresarial y la contención del gasto público.

Garamendi tiene todo el derecho a revalidar su presidencia al frente de la CEOE pero, a juicio de Economía Digital, es urgente que encare las elecciones del 23 de noviembre con un cambio radical en cinco ámbitos concretos que aquí me permito enumerar. Es primordial para los intereses de las empresas que su interlocutor tenga una cartilla inmaculada, porque vienen años muy complicados económicamente, y el actual Gobierno ha puesto su munición electoral, precisamente, apuntando a quienes la CEOE representa. Estos son los cinco problemas de ejemplaridad de Garamendi en la CEOE.

1. Ejemplaridad ideológica

Garamendi ha alimentado una corriente crítica en CEOE principalmente por su falta de vehemencia en la defensa de los intereses empresariales ante el Gobierno y en el diálogo social. Su apego por la participación le llevó a firmar una reforma laboral que aumentaba la rigidez en las contrataciones en un momento de agotamiento de los márgenes empresariales (que siguen descendiendo). Muchos en la organización lamentan como los negociadores de Garamendi han asumido sin problemas reformas y subidas de pensiones, que luego han repercutido, naturalmente, en subida de las cotizaciones a coste de la empresa.

A ello hay que sumar el silencio y tolerancia ante subidas espectaculares del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) del 40% y la permisividad ante nuevas trabas para pymes como la creación de «comités de igualdad» como los que obliga la nueva ley de género. Y tampoco ha ayudado el silencio de Garamendi ante la batería improvisada de subidas de impuestos a empresas del Gobierno y el encarecimiento de las facturas energéticas. Es cuanto menos chocante que Garamendi mantenga tan buena relación con el Gobierno que más se ha descargado su política económica contra la empresa.

2. Ejemplaridad orgánica

Garamendi ha olvidado el sentido colegiado de la institución y ha negociado muchas de estas iniciativas sin contar con sus vicepresidentes. En la reforma laboral, tanto la filial de pymes, Cepyme, y las territoriales catalana y madrileña, Foment del Treball y CEIM, entre muchas otras, afearon a su presidente haber firmado sin contar con ellos. Lo mismo ocurre con las negociaciones en pensiones en estos años, donde las posturas iniciales de la patronal a la mesa de negociación se llevaron sin contar con las organizaciones afiliadas.

Hay movimientos extraños e impropios de la institución, como el encumbramiento de Fátima Báñez, exministra de Empleo con Mariano Rajoy, primero como presidenta de la Fundación CEOE y de facto como negociadora principal en el diálogo social. Báñez ha logrado ya colocarse en la planta noble de la CEOE, y podría transformarse en una vicepresidencia en el siguiente mandato, una rareza al no ser representante de ninguna organización empresarial.

Este movimiento va en contra de los principios colegiados de la institución, de la misma forma que la intención de Garamendi de eliminar de los Estatutos la restricción de dos mandatos para sus presidentes, como adelantó en exclusiva Economía Digital. Una intención de lo menos ejemplar, máxime cuando fue el propio Garamendi quien impuso esta limitación a su antecesor, Juan Rosell. Todos estos movimientos arrojan un carácter presidencialista impropio de la CEOE.

3. Ejemplaridad electoral

Con este escenario llega Garamendi a la recta final de las elecciones a la presidencia de la patronal, que se celebrará el 23 de noviembre de 2023. «La gente se puede presentar, pero evitemos este circo», vino a decir Garamendi la última semana en un almuerzo informativo. La realidad es que sus movimientos en las últimas semanas han sido de todo menos propiciatorias de un proceso democrático y abierto.

Garamendi quiere evitar que se coloquen las urnas el 23N haya candidato alternativo o no, simplemente para que no puedan recogerse votos contrarios a su candidatura. Quiere una reelección «por aclamación». Lo contrario casaría mal con sus intenciones de convertir la CEOE en una institución presidencialista y sin contrapesos internos.

Durante estas semanas, mientras alentaba la concurrencia de otros candidatos, Garamendi ha sido muy duro en las negociaciones, con exigencias de adhesión de organizaciones empresariales a su proyecto y presiones para disuadir de apoyar a candidatos rivales, como ha ocurrido con el principal competidor en potencia, Gerardo Pérez, presidente de Faconauto.

4. Ejemplaridad laboral

Economía Digital ha desvelado en exclusiva durante los últimos días detalles del sueldo de Antonio Garamendi, que representan también un problema de ejemplaridad en el seno de la institución que recibe también ayudas públicas. Garamendi logró un sueldo de 350.000 euros anuales de las arcas de la patronal, una condición nada habitual en los presidentes de la CEOE puesto que se supone que son empresarios con capacidad de ingresos propios, como no ayuda que la empresa de la que es administrador, Poliasomo, lleve varios años sin presentar cuentas.

5. Ejemplaridad informativa y de transparencia

Puesto que depende de un puesto que debería ser escrutado por su carácter receptor de ingresos públicos, existen lagunas sobre cuánto ingresa Garamendi de CEOE y qué relación, laboral o mercantil, mantiene con la institución. Este medio logró tener acceso a las actas de la patronal donde se detalla la información, pero ni su portal de transparencia, ni las cuentas de la entidad detallan públicamente los detalles laborales de su participación. Es extraño que una información que podemos obtener sencillamente de una empresa cotizada sea inaccesible en la patronal española.

Todos estos elementos son distorsiones nada menores del funcionamiento de la CEOE y de su presidencia, que han contribuido decisivamente a que Garamendi tenga una auténtica corriente de oposición en el seno de la institución. Afortunadamente, es un marco incomparablemente más sano que cuando la presidencia recaía en Gerardo Díaz Ferrán. Aun así, sería bueno para CEOE y para el tejido empresarial español que Garamendi corrigiera el tiro en este sentido, y asumiera una presidencia menos personalista, más transparente, más respetuosa con sus integrantes y más vehemente a la hora de defender sus intereses.