¡Giren los cañones!

Carles Puigdemont está dispuesto a aniquilar su espacio político con tal de no pasar a la irrelevancia hacia donde se encamina

En las batallas napoleónicas cuando la infantería alcanzaba las líneas enemigas giraban los cañones y disparaban con ellos sobre los soldados que huían.

Carles Puigdemont, amante de borrar y reescribir la historia, alcalde que fue de Girona, donde la mayoría hoy cree que la porticada plaza de la Independencia no tiene que ver con la Guerra de la Independencia contra Francia sino con el «procés», está actuando cual Murat contemporáneo.

El ex presidente catalán se ha abalanzado sobre sus huestes y está dispuesto a aniquilar todo su espacio político con tal de no pasar a la irrelevancia hacia donde camina de forma inexorable.

El separatismo que bramó durante los meses que estuvo vigente el 155 por la recuperación de las instituciones catalanas ha sido incapaz de mantenerlas en pie y ha cerrado el Parlament por el desacuerdo irreconciliable entre ellos.

En muchas ocasiones los parlamentos han entrado en barrena por un grave desacuerdo político en relación a una ley fundamental para el futuro de un país; no es el caso. La discusión que lleva al cierre del Parlament es sobre el papel y el futuro de Puigdemont.

En otras muchas ocasiones las coaliciones de gobierno se rompen por diferencias programáticas graves. En este caso la coalición Puigdemont-ERC ha durado semanas y la razón no ha sido de gestión ni programática sino sobre la figura y el rol del propio ex presidente autonómico.

No tenemos derecho a pasar página. No podemos olvidar a Puigdemont

Los partidos políticos sufren escisiones. Eso suele suceder cuando el partido está en caída electoral o los militantes se enfrentan a diferencias de tipo ideológico. No es este el caso.

El Pdecat va a reventar por obra y gracias de Puigdemont y sus seguidores, que no están dispuestos a que nadie haga nada en Cataluña tendente a que se recupere una cierta normalidad. En definitiva, Puigdemont cometió errores gravísimos durante su breve presidencia y pretende que los paguemos todos.

No tenemos derecho a pasar página, no podemos olvidarle; debemos rendirle pleistesia, reescribir la posverdad y encumbrarle a los altares o él apretará el botón de su averiado maletín nuclear cada día desde su falso consejo de la república en Waterloo, que será molesto sobre todo para su pronto examigo Quim Torra.

¿Cuál es el resultado práctico de la actuación de Puigdemont?

Hay tres consecuencias de la negligente actitud de Puigdemont, todas ellas de efecto casi inmediato.

La primera es la devaluación del «procés». El lío, desde esta perspectiva, es bueno para Cataluña y quienes vivimos en ella. La lucha ya no es por la independencia, ni tan solo por el poder, es solo por no caer en el olvido. El tema es mucho menos épico y menos trascedente.

La segunda, en este caso es negativa, dado que supone la paralización absoluta de la administración catalana. Nunca un Govern tuvo un nivel de notoriedad tan bajo ni fue tan insignificante.

La electoralización del Govern es total, la sensación de provisionalidad absoluta, la percepción de que las elecciones autonómicas otra vez serán antes de la próxima Candelera es unánime, y la irrelevancia de los consellers –sin capacidad de promover ley alguna o adjudicar obra o servicio– es total.

La tercera vuelve a ser positiva para el conjunto de la sociedad: la división del separatismo es definitiva. La Crida impulsada por Puigdemont pretende hacer saltar por los aires a Marta Pascal, parte de sus nuevos dirigentes se captan en una opa hostil a ERC.

El procés entra en una etapa más virulenta pero menos peligrosa

Los cascotes del Pdecat buscarán en el futuro más el entendimiento con ERC que con Puigdemont, que se convertirá en una especie de artefacto esencialista de extremo extremismo y que ya hoy es disuasor de cualquier atisbo de solución en Cataluña.

Lluis Foix escribió hace unos días que hubiera agradecido que alguien le hubiera contado que esto no iba de independencia sino solo de poder. El procés ha entrado en una nueva etapa, más virulenta en muchos sentidos pero menos peligrosa en otros.

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