Gobierno e independentismo: cicuta para la economía

Es falso que un mayor peso del sector público garantice mayor capacidad de respuesta frente a la crisis

Datos de Mapfre Economics ponen de manifiesto que España está a la cola europea en esfuerzo público en medidas fiscales y de respuesta económica de los gobiernos para hacer frente a la crisis. Eso choca con el liderazgo que ostentamos, junto a Italia, en efectos del coronavirus a nivel sanitario.

Precisamente en Italia, entre ayudas directas, indirectas y avales, se destinará una cantidad equivalente al 20% del PIB a dar respuesta gubernamental a la Covid-19. En España ese porcentaje desciende hasta el 8,4%. Menos de la mitad para una crisis de dimensiones parejas.

Es falso lo que se afirma desde el actual de Gobierno de España, que un mayor peso del sector público garantice mayor capacidad de respuesta frente a la crisis.

Reino Unido, donde el sector público supone un 41% de su PIB, una cifra parecida a la de España, dedica un 16,6% de su PIB a hacer frente a la crisis, el doble que España. En Estados Unidos, donde el peso de lo público está en el 35%, se destina a luchar contra la crisis un 9,3%, casi un punto más que en España.

Hacer frente a la crisis responde a dos principios básicos. El primero de ellos es la capacidad de los Estados de ofrecer avales y destinar ayudas directas e indirectas a sostener el tejido empresarial y el empleo.

Si un Estado ha gastado sin ton ni son, como España, ahora está endeudado y no tiene margen de maniobra. Es la razón por la que Alemania, pero también países como Chequia o Polonia, tienen hoy más recursos para sostener el empleo y apoyar a las empresas.

El comunismo de laboratorio llevó al Gobierno a desconfiar de aquello que mueve el mercado

El segundo principio fundamental es adónde y cómo se dirige este dinero. Mal si tienes muchos recursos y los diriges en sentido equivocado y mal si tienes poco y lo gastas mal. Ahí España vuelve a estar en mala posición. Hoy nuestro país paga la mala gestión, el exceso de gasto de décadas y también los apriorismos ideológicos, neuras y prioridades de nuestra clase dirigente.

La Teniente de Alcalde de Barcelona, Janet Sanz, un peso pesado de los comuns/Podemos, persona de máxima confianza de Ada Colau, aliada clave de Pablo Iglesias y cogobernante con el PSC en Barcelona, declaró que la situación presente era una buena oportunidad para dar la puntilla al sector del automóvil. No fue un lapsus lingue; es una convicción. La destacada líder podemita suspira por pulirse de un plumazo el 10% del PIB.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, también aliada imprescindible de Sánchez, afirmó casi ufana que el sector turístico retrasaría se reapertura hasta fin de año. Tampoco fue el subconsciente el que le falló a la ministra. El deseo podemita de acabar con el turismo es de todos conocido. La ministra que en un día nos dijo entre risas que “todos los niños ya han aprendido que es un ERTE” ponía, así, en cuestión otro 12% del PIB.

La intervención, por parte del Ministerio, en el precio de las mascarillas ha provocado colas en las farmacias para adquirir este producto, hoy, de primera necesidad. El apriorismo ideológico, el comunismo de laboratorio, llevó al Gobierno a desconfiar de aquello que mueve el mercado y, con él, a la sociedad que no es otra cosa que la competencia.

Miles de empresas buscando precio y rapidez en la entrega hubieran provocado exceso de stock y bajada de precios, eso lo sabe hasta un estudiante de primero de ADE, excepto si uno es alumni de la Universidad de La Habana o de la Lumumba soviética.

La amenaza, gubernamental, de confiscar material sanitario retrasa la llegada de test. Nadie arriesga su dinero sin seguridad jurídica y ese retraso genera desconfianza social y retraso en la reactivación económica.

Nuestros competidores comerciales más cercanos se frotan las manos

Y luego están los dirigerentes independentistas, aliados de Sánchez. El Presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Joan Canadell, hombre iracundo pero con capacidad para nombrar presidentes en la Fira, en Turismo de Barcelona y en otros lugares clave además de ser paradójicamente vicepresidente de la Cámara de Comerio de España, afirmó que “España es muerte”.

Nuestros competidores comerciales más cercanos se frotan las manos. Canadell, cegado por su odio, envalentonado por el miedo del sector empresarial a las represalias del poder político de la Generalitat separatista que le ampara, no cae en la cuenta, para eso hay que tener luces, que Barcelona es la principal puerta de entrada de turistas a España, y que si fuera cierto (que no lo es) que “España mata”, quien paga las consecuencias es en primer termino Cataluña.

Porque si siguiéramos su irracional lógica, dado que Canadell sigue siendo vicepresidente de una Cámara de un país que mata, podríamos entender que él es cómplice de asesinato.