Grecia en el centro de Europa

El test que el próximo 25 de enero va a tener lugar en Grecia será de gran relevancia política para Europa y para la democracia. Lo será a pesar del sufrimiento que están padeciendo los ciudadanos griegos en estos últimos cuatro años.

Porque lo que se pone encima de la mesa, de forma clara, es si los ciudadanos dicen basta a la austeridad impuesta por la troika (FMI, UE y BCE), o, por el contrario, consideran que la alternativa de no hacerlo es mejor.

Algunos hechos probados. El programa impuesto a Grecia para estabilizar su economía ha provocado más deuda pública, más deuda externa –330.000 millones de euros, aproximadamente el 170% del PIB–, más desempleo (50% de jóvenes), más pobreza (40% más), el bono a tres años en el 12%, todo ello –¡no es de extrañar¡– en medio de una depresión profunda.

La economía griega empieza a crecer, pero a costa de la destrucción de una cuarta parte de de actividad económica. Lo peor es el clima de frustación en que han caído los griegos, que constatan que su país ya no es de oportunidades, que no se vislumbran escenarios de progreso, de creación de empresas…. Es un país destrozado.

Otra versión, completamente en las antípodas de la anterior, la de la troika, estima que el ajuste está dando resultados, «impresionantes progresos realizados por los griegos; han estabilizado los presupuestos y empiezan reformas económicas».

Los griegos se preguntan si todo el sacrificio ha valido la pena. Con su voto lo vamos a saber a final de mes.

Entonces, ¿hay algún problema? ¿Se aceptará el resultado democrático?

La verdad es que la situación es muy distinta respecto a la de 2011. Entonces se temía el contagio a otras economías débiles, pero en estos tres últimos años el programa de salvamento de Grecia ha conseguido cambiar los acreedores de los bonos griegos. Ahora el 90% de la deuda pública está en manos de los gobiernos de la UE y del FMI. Antes lo estuvo en las carteras de los bancos privados alemanes y franceses, con lo cual el peligro de contagio es muy menor.

Seguramente veremos algunos días de nerviosismo en las bolsas europeas, algún conato de especulación y poca cosa más…. hasta las elecciones.

Por tanto, desde la vertiente económica, ¿por qué Grecia, que no llega a representar el 2% de la eurozona, está provocando un debate político tan duro?

Porque si gana el conglomerado de izquierdas Syriza (expectativa de voto del 28%) quiere renegociar la deuda y unas cuantas medidas más. Pero, principalmente, quiere una reestructuración ordenada de ésta y abolir el memorandum de austeridad a Grecia sin salir del euro.

Tratan de «revertir la crisis humanitaria que vive el país tras seis años de recesión y cuatro de obediencia a la troika, a cambio de los 240.000 millones de los dos rescates».

Especialmente para Alemania, aunque también para Bruselas y en menos medida para el FMI, renegociar la deuda es un tema tabú. Es ir en contra de todo «lo serio», de los compromisos adquiridos. Los alemanes lo dejaron claro en 2010 en boca de su poderoso ministro de Finanzas, Schäube: «Vamos a darles una lección a los griegos. Nos han mentido, han abusado y les vamos a crujir».

El núcleo duro de la UE teme más el «contagio político». Es cierto que ningún país europeo es comparable a Grecia, pero la relajación del endeudamiento les iría muy bien a Francia, Italia y a España. Y es lo que los «calvinistas» no pueden tolerar.

Pero también es cierto que la deuda griega es impagable. En ninguna circunstancia prevista, no se podrá devolver por su dimensión, y especialmente, porque la economía griega no da más de sí. Estos años de austeridad la han machacado, si bien es cierto que nunca estuvo bien. Y también es cierto que sin la asistencia financiera, Grecia tampoco es viable.

¿Qué puede suceder?

Imaginemos que gana Syriza de forma bastante clara. La constitución de gobierno tomará un tiempo porque no parece probable que alcance la mayoría y tendrá que pactar con otros grupos. La presión sobre la Tesorería griega irá en aumento y alguna fuga de capitales se producirá. La mayoría democrática salida de las urnas pedirá abrir una negociación con Bruselas que no podrá negarse. Antes, habrá turbulencias. En este camino, Syriza irá moderando sus demandas, pero casi todo el mundo tiene claro que algo habrá que hacer con el nivel de sufrimiento de los griegos. Y, también, con la deuda.

Al mismo tiempo, el BCE pondrá en marcha su programa de compra de deuda generalizada, a la que se oponen los alemanes pero que es necesario para estimular la economía europea.

Este sería el escenario más favorable. Pero existen otros escenarios posibles. Europa ha entrado en un túnel donde es difícil vislumbrar soluciones sensatas y equilibradas.

Hay muchas ganas de confrontación. En unos casos por motivos ideológicos. En otros, porque la situación se ha hecho materialmente insostenible.