Puigdemont es nuestro Craxi

El expresidente de la Generalitat está cada vez más cerca de darse cuenta de que no puede ser investido, pero necesita ganar tiempo

Bettino Craxi, ex primer ministro italiano, huyó de la justicia de su país y se refugió en la bucólica ciudad tunecina de Hammamet, donde falleció en 2000 olvidado por casi todos. En su obituario era señalado como símbolo de una época corrupta y turbia de la historia italiana de los ochenta del siglo pasado. Poco más.

Tras su huida la democracia italiana y el país en su conjunto siguió adelante e incluso vivió un periodo de regeneración tras el proceso Manos Limpias que investigo más de cuatro décadas de régimen democristiano en el que Andreoti fue, quizá, su Jordi Pujol.

Puigdemont no optó por un lugar paradisíaco, sino por la fría y gris Bruselas y no lo hizo por que ahí la democracia y la justicia fuera más perfecta que en España –ningún indicador internacional así lo señala- sino precisamente por lo contrario.

Puigdemont optó por las imperfecciones de la democracia y justicia de Bélgica

La principal diferencia entre Craxi y Puigdemont es que el primero fue repudiado por todos desde el inicio y Puigdemont lo está siendo progresivamente pero su final político, en el olvido y la irrelevancia, apuntan grandes parecidos al del exmandatario italiano.

Puigdemont vive un proceso de duelo personal. Poco a poco asume su situación. La muestra más evidente es su solicitud de poder votar por delegación en el Pleno de investidura. Es el primer paso para interiorizar que no será presidente de la Generalitat.

Puede intentar que le invistan en votación plenaria pero no podrá tomar posesión por que el parque Solvay en la lejana Bruselas no parece lugar adecuado para hacerlo.

El flamante presidente del Parlament ha anunciado que visitara al prófugo Puigdemont en el arrabal bruselense en el que permanece huido el expresident pero se ha apresurado a afirmar que dicha reunión no forma parte de los contactos oficiales para nombrar candidato a la presidencia.

La diferencia entre Craxi y Puigdemont es que el primero fue repudiado por todos desde el inicio y Puigdemont lo está siendo progresivamente 

Es de suponer que el separatismo hará la pantomima de intentar celebrar el pleno de investidura con Puigdemont para luego presentar a su verdadero tapado. Todo apunta a Artadi, pero nada indicaba en la anterior ocasión a Puigdemont, así que nada está cerrado. En el entorno personal de ella hay algunas personas sensatas que quizá no vean con buenos ojos que ella se meta voluntariamente en el avispero sin protección alguna.

En realidad en Esquerra aún aspiran a que Puigdemont y los suyos se vayan al traste y ellos tengan su oportunidad de alcanzar la presidencia. Asumir que quedaron por detrás del prófugo no es fácil, y son conscientes de las consecuencias de convertirse en muleta de nuestro Craxi: no ser la opción de referencia del separatismo y tener que esperar de nuevo a dar el sorpasso a su eterno rival se les hace insoportable.

Esquerra ha llegado a acuerdos con los Comunes, que en el Parlament venden su alma al reverso tenebroso del separatismo a cambio de que Colau no tenga que ir a una moción de confianza por falta de presupuesto municipal y se le garantice estabilidad hasta las elecciones de junio de 2019.

En Esquerra aún aspiran a que Puigdemont y los suyos se vayan al traste y ellos tengan su oportunidad de alcanzar la presidencia

La alianza Colau-ERC frente a la amenaza por un lado de Ciudadanos y por el otro de Junts per Catalunya se basa más en intereses comunes que en amor real pero es una alianza que será cada vez más visible para los ciudadanos, tanto en el salón de la Virreina de un lado de la Plaça de Sant Jaume, como en la Ciutadella.

No hay que descartar que ERC presente ante Puigdemont el aval de los diputados de Domènech para reivindicar para si la presidencia. Los diputados Comunes son pocos pero muy disputados. Antes de las elecciones Iceta soñaba que sus diputados y los de Domènech sumaran más que los de Arrimadas para reclamar la presidencia, ahora ERC puede intentar lo mismo frente a Puigdemont.

Sea como fuere, sólo algo está claro a día de hoy: Puigdemont es pasado. Su vida debido a sus errores políticos y personales será en el futuro tortuosa pero el proceso mental por el que discurrirá hasta que asuma la realidad nos perjudicará a todos los catalanes, tanto a los separatistas como a los que no lo son, en forma de inestabilidad institucional y crisis económica.