Vuelta a la casilla de salida

Quim Torra habló claro: "No nos rendiremos". Jamás aceptarán el estado de derecho ni darán paz a la mayoría de sus conciudadanos no separatistas

Después de 102 días desde las elecciones y seis años desde la proclamación del inicio del «procés», ayer, durante el pleno de investidura de Quim Torra, constatamos que todo este tiempo ha sido perdido y que el independentismo no ha aprendido nada.

Las condenas por inhabilitación por el 9N, la desaparición de CDC, UDC, la división del PSC, la fuga de más de 4.000 empresas, la tensión social, la prisión preventiva de aquellos que intentaron acabar con el orden constitucional, la salida a la calle de decenas de miles de personas el 8 de octubre implorando “basta ya de procés”, la victoria de Cs el 21-D, nada de nada afecta al separatismo.

Ayer Torra nos lo dejo claro: “No nos rendiremos” dijo. Y lo que no dijo aún se entiende de forma más clara: jamás aceptaran el estado de derecho, ni darán la paz a la mayoría de sus conciudadanos no separatistas a los que ni tan siquiera están dispuestos a reconocer como tales.

Los optimistas podrán autoengañarse, pensar que lo que ayer escuchamos en boca del Macario de Puigdemont, convertido ahora en José Luis Moreno por control remoto, es solo retórica. A esos que para vivir más tranquilos han decido mentirse a sí mismos les comprendo, pero la verdad es la que es. Antes del 1 de octubre los independentistas decían y repetían hasta la saciedad que iban en serio y que llegarían hasta el final. Los separatistas estaban convencidos de ello y los no separatistas estábamos acongojados viendo cómo los independentistas avanzaban paso a paso de forma inexorable.

Torra será Virrey de una Cataluña que cae tan bajo que está en manos de un prófugo de la justicia

Solo el discurso de SM el Rey el día 3 de octubre, la reacción de decenas de miles de catalanes que se manifestaron como nunca antes lo habían hecho el día 8 de octubre y finalmente, como consecuencia de todo ello, la aplicación del artículo 155 de la Constitución por acuerdo del Senado pactado por PP, PSOE y Cs, frenó en el último instante el plan de secesión unilateral que desde septiembre había tomado velocidad de crucero con la aprobación de las leyes de desconexión que hicieron saltar por los aires todos los derechos y garantías de los ciudadanos catalanes.

Torra será Virrey de una Cataluña que cae tan bajo que está en manos de un prófugo de la justicia y los dos acompañados de un grupúsculo fanatizado e inconsciente, que además ayer estuvo parlamentaria más que muy mediocre y nos dejó muy claras sus intenciones: volver a la casilla de salida. Juegan al juego de la oca con Cataluña, han caído en la casilla de la muerte y vuelven alegremente al principio del tablero: redacción de la Constitución, proclamación de la República, etc… Y solo no lo llevarán a cabo si vuelve a haber una reacción como la de octubre. Qué miedo, qué pereza, qué hastío y qué pena.

El cuarto intento de investidura no es el último. Desconozco qué decidirá votar la CUP el lunes; ellos son los verdaderos vencedores del «procés» dado que han impuesto su relato al mundo separatista y los demás no tenemos más remedio que tragárnoslo. Torra será un pseudopresidente hasta que se celebren los juicios a los presos preventivos y haya sentencia. Entonces el separatismo, tal como Puigdemont anuncio impúdicamente hoy mientras el Parlament celebraba el pleno que él había convocado desde Berlín, capital de la 44 comarcas, el Pallars Brandemburgues, convocará elecciones al Parlament para intentar aprovechar el impacto emocional que esas sentencias tengan sobre la opinión pública.

Puigdemont mantiene a unos dentro de la cárcel y tiene al resto de los catalanes encarcelados

Sólo algo hace que la casilla de salida no nos lleve exactamente al mismo escenario que al inicio del «procés». La facción social separatista es hoy más radical que antaño y la no separatista ha ganado unas elecciones pero está agotada y harta del populismo amarillo. Torra pringó al Parlament el sábado de nitroglicerina e irresponsablemente invitó a que prendiera en nuestras calles, que él cree solo suyas. Incluso Domènech, que ayer estuvo al nivel Coscubiela, lo tuvo claro y por primera vez en meses marcó distancia con el separatismo.

Rafael Jorba se preguntaba el sábado si alguien votó el 21-D pensando en Torra, y la respuesta es obvia: nadie. En realidad Puigdemont prometió que si podía gobernar volvería, y una vez más engañó a su gente. Citando al penalista Pau Molins, Puigdemont tomó todas las decisiones oportunas para que los presos preventivos sigan ahí, en la cárcel.

Puigdemont pues mantiene a unos dentro de la cárcel y tiene al resto de los catalanes encarcelados. El daño económico es irreversible, quiero autoengañarme y esperar que el daño social termine en el punto al que ha llegado pero los artículos escritos de su puño y letra emanan un hedor populista, supremacista y ultra que hace prever lo peor.

Rajoy, tras escuchar a Torra, emitió un comunicado. Espero que tenga claro que la vida y el futuro de millones de catalanes vale más que el apoyo del PNV. En eso también quiero autoengañarme.

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