La cadena de errores de Convergència 

«El error es un arma que acaba siempre por dispararse contra el que la emplea»

Concepción Arenal

Hay algo peor que cometer un error, rectificar con otro error. Y aún más grave: hacerlo de manera sucesiva y reiterada. Este el resumen de la trayectoria de Convergència Democràtica de Catalunya desde que volvió a recuperar el poder tras la época nefasta de los tripartitos de Maragall y Montilla.

Primer error. Funcionó el invento de la Casa Gran del Catalanisme y el gobierno «business friendly», pero la crisis obligó a llevar a cabo durísimos recortes. Alguien confundió el profundo descontento de la sociedad catalana con un movimiento independentista consolidado pero aún no mayoritario. La negativa del gobierno español a negociar un pacto fiscal provocó un primer adelanto electoral, en el que ya se veía venir que una parte del electorado castigaría sin rubor la política de medidas anticrisis de CiU.

El invento del llamado ‘derecho a decidir’ y la inacción absoluta del gobierno de Mariano Rajoy disimularon aquel primer error de avanzar unos comicios en los que CiU se dejó por el camino unos cuantos diputados. Se benefició una resucitada (por méritos propios, pero sobre todo por la ayuda de los estrategas convergentes) Esquerra Republicana de Catalunya. Por esa época, por cierto, estalla el caso Pujol y el escándalo sobre la presunta financiación ilegal de CDC, que comportará más adelante el embargo de todas sus sedes. Sobre la influencia de este factor en el proceso, que cada uno concluya lo que le parezca.

Segundo error. A pesar de que los datos de las elecciones mostraban claros indicadores de fracaso para CiU, la estrategia no sólo no se modifica sino que sigue adelante, camuflada bajo el paraguas del ‘derecho a decidir’. Un concepto tan abstracto (para muchos implica la necesidad de consultar al pueblo catalán en cualquier decisión que afecte a su futuro, para otros es el primer paso hacia la secesión) que genera un apoyo mayoritario entre las fuerzas catalanistas y deja fuera al PP y Ciutadans  El presidente Artur Mas se saca de la manga una pregunta tan ingeniosa como imposible de llevar a cabo de manera legal (ese fue siempre su compromiso electoral), y fija una fecha sin pactar con el Estado para un referéndum. Todos sabemos cómo acaba.

El 9-N se convierte en un simulacro que no convence a nadie y el gobierno central reacciona tarde y mal, con las querellas que formula la Fiscalía General que tensionan al máximo las instituciones judiciales y políticas. Después del 9-N, y tras momentos turbulentos en los que el proceso se tambalea, CiU se rompe. Unió abandona el gobierno y el President consigue articular una lista única con ERC y la ANC. Él se sitúa en cuarto lugar por Barcelona y avanza las elecciones al Parlament para convertirlas en un plebiscito sobre la independencia. Grave y segundo error, vistos los resultados.

Tercer error. El resultado de los comicios es uno de los peores momentos para quien lo ha convocado. No avala el plebiscito planteado, ya que no se supera el 50% de votos de las fuerzas independentistas, pero da la victoria en escaños a Junts pel Sí, que puede gobernar con el apoyo de la CUP. Esta formación anarquista, asamblearia y anticapitalista reconoce inicialmente que el proceso no ha obtenido el aval necesario para seguir adelante y mantiene su promesa de no investir como presidente a Artur Mas por su perfil vinculado a la corrupción y los recortes.

Unos días después acepta negociar la presentación de una proposición que incita a la desobediencia, al incumplimiento de la legalidad española y a iniciar los trámites para la creación de una República catalana. Este tercer error puede ser letal y definitivo. El texto que invita a la secesión se presenta antes de la sesión de investidura, sin garantizar el apoyo de la CUP al candidato de Junts pel Sí y provoca graves fisuras en el algunos sectores de CDC. Mientras, ERC se lo mira con distancia, segura de que pase lo que pase, saldrá beneficiada. Con las elecciones generales ya convocadas, se anuncia además que la coalición por el Sí no se repetirá.

Cuarto error. La sesión de investidura, dramatizada en dos fases, se llevará por delante una parte considerable de la dignidad del candidato de Junts pel Sí. Un candidato dispuesto a todo para conseguir el apoyo de la CUP, incluso a comprometer la legislatura con una moción de confianza aplazada. Un gesto de debilidad que la CUP rechaza con un «no tranquilo» en las dos votaciones que se llevan a cabo.

¿Y ahora qué? Mientras París se desangra en manos del yihadismo y voces autorizadas como la del consejero de Economía Mas-Colell reniegan del posible pacto con la CUP, ha llegado la hora de preguntarnos si vamos directos hacia el quinto error: Un acuerdo de gobierno con una fuerza política que ha demostrado una dureza negociadora insólita y que parte de un principio que también resulta insólito en nuestro país, lo de que las promesas electorales son para cumplirlas.

Además de que les separa una distancia ideológica abismal, un pacto con la CUP supondría el error definitivo, el final del proceso y la desvinculación de una parte de la sociedad que le ha dado apoyo. Un desastre para Cataluña. La alternativa de volver a convocar elecciones quizá no resolverá el conflicto, pero al menos podría poner un poco de sentido común en este extraño proceso que hace tiempo que está encallado en un callejón sin salida. ¿Saldremos de él o nos hundiremos definitivamente?