La fiesta ha comenzado

De manera algo intempestiva, apenas unas horas después de que el gobierno central aprobara el famoso FROB (Fondo de reestructuración ordenada bancaria), una medida que, por cierto, el ejecutivo autonómico puede acusar de inconstitucional, empezaron a aparecer noticias sobre posibles fusiones entre cajas catalanas, noticias más o menos fundadas, pero ciertas, ya que los propios protagonistas tuvieron que reconocer a posteriori que las conversaciones existían aún poniendo continuamente el acento en el carácter exploratorio, embrionario, de los encuentros y en que todas las posibilidades y modalidades estaban abiertas, y no únicamente las de una o varias fusiones.

Pareciera, no obstante, a la vista de los comunicados emitidos por las diferentes entidades presuntamente implicadas y el tono de sus manifestaciones que alguien las estuviera empujando a ese proceso, que iban de mala gana, como forzadas, y resistiéndose como gato panza arriba a reconocer que, de hecho, la fiesta de las fusiones ya había empezado.

Y, sin embargo, la nave va. El martes, los máximos dirigentes de las cajas de Sabadell, Terrassa y Manlleu informaban al Banco de España de esa diversidad de escenarios posibles y a lo largo de la semana miembros de los diferentes consejos de administración han sido más o menos puestos al día de la existencia de contactos, aunque remarcando siempre que no había nada cerrado y que, de nuevo la cantinela, todas las posibilidades estaban abiertas.

Pero… ¿quién quiere, de verdad, poner en marcha definitivamente la concentración de las cajas catalanas? Pues por lo que hasta ahora hemos podido saber, claramente la Generalitat y el Banco de España. El regulador por pura cuestión de eficacia bancaria, por una parte, y quizás algo también porque no acaba de creer del todo que el modelo de las cajas sea un modelo de futuro en el mundo que se avecina. Receloso de la creciente influencia política, la entidad que gobierna Miguel Ángel Fernández Ordóñez está dispuesta a apretar el acelerador en la reordenación del conjunto de cajas españolas.

En el caso de la Generalitat el problema sería el miedo a que la situación acabase echando a alguna caja catalana en brazos de una más fuerte, pero no domiciliada en el país. Un miedo no exclusivo de estos lares, pues Andalucía, Extremadura… han salido como un solo hombre a decir que reestructuraciones las que se quieran pero a condición de que todo quede en casa.

¿Y las cajas? Pues nadando a contracorriente, intentando conciliar el mantenimiento de sus cuotas de poder, las presiones que están recibiendo del poder político y la dificultad de unas operaciones que pueden acabar en un fiasco a poco que no se hagan bien.