La fortuna y los fraudes del dúo Carceller baten récords

El colosal escándalo que estos días protagoniza la multimillonaria familia Carceller es una caja de sorpresas. No pasa día sin que se divulguen más y más detalles sobre su inmensa fortuna, que alcanza magnitudes insospechadas. Lo mismo acontece con sus irregularidades tributarias y sus ocultaciones patrimoniales. Para perpetrarlas se han valido de una red inextricable de sociedades instaladas en enclaves opacos de Europa y América.

La fiscalía reclama a Demetrio Carceller Coll y a su hijo Demetrio Carceller Arce el pago de un total de 450 millones de euros por presuntos delitos de blanqueo de capitales y contra la Hacienda Pública. Además, solicita nada menos que 48 años de prisión para el primero y 14 años para el segundo. A juzgar por tales guarismos, nos hallamos ante una de las mayores evasiones monetarias de la historia y ante un fraude fiscal espectacular.

La figura visible del grupo es el hijo. En Barcelona se le conoce, sobre todo, porque desde hace largo tiempo ocupa la presidencia de la cervecera Damm. Cada año comparece ante su abarrotada junta general, con expresa prohibición a los medios informativos de que lo fotografíen, pues el personaje es celoso como pocos de su privacidad e intimidad.

Precisamente, esa compañía repartirá el martes 15 de octubre el primer dividendo con cargo a los resultados de 2013. Si la retribución se mantiene en los mismos niveles de 2012, alcanzará en conjunto unos 40 millones de euros.

El principal accionista de la cervecera es el potente conglomerado tinerfeño Disa Corporación Petrolífera, titular del 27,7%, que percibirá algo más de 11 millones de euros. El segundo socio, el grupo alemán Dr. August Oetker, propietario del 25%, ingresará 10 millones. Y el tercero, la fantasmal sociedad holandesa Seegrund, tenedora del 13,9%, algo más de 5,5 millones.

Disa Corporación es uno de los grupos económicos más descollantes de las Islas Canarias. Entre otros negocios, participa en el oligopolio que señorea la distribución de carburantes en el archipiélago. La mayoría de su capital es de los Carceller, por medio de sociedades pantalla, varias de ellas sitas en el extranjero.

Hasta ahora, Disa y Seegrund no tenían nada en común, salvo sus respectivas participaciones en Damm. Pero los rastreos de la Audiencia Nacional han sacado a la luz que en realidad ambas son de un mismo dueño.

Como se sabe, el juez Pablo Ruz trata de averiguar el monto de los enormes caudales que la saga Carceller camufla en recónditos paraísos fiscales. Tirando del hilo, ha dado en averiguar que Seegrund le pertenece en última instancia íntegramente.

En efecto, Seegrund es subsidiaria instrumental de una sociedad domiciliada en las Antillas Holandesas. Ésta, a su vez, depende de Financiera Intercontinental, ubicada en otro olimpo fiscal, Panamá. Y hete aquí que, según las averiguaciones realizadas por el ministerio público, Financiera Intercontinental es 100% propiedad de la familia que nos ocupa.

Irregularidades a manta

Seegrund ocupa una plaza en el consejo de administración de Damm desde 1994. Además de los dividendos, se ha embolsado las jugosas bicocas que la cervecera reserva año tras año para los miembros de su máximo órgano de gobierno. Damm es la empresa catalana cotizada que más generosamente retribuye a sus consejeros, con sumas del orden de los 800.000 euros anuales por cabeza.

Desde tiempo inmemorial, a Seegrund la representa en el consejo de la cervecera Javier Ribas Vila, que es uno de los más fieles y veteranos testaferros de los Carceller y posee pasaporte norteamericano. El juez imputó en un primer momento a Ribas. Hace poco, lo exoneró. El abogado defensor del mandamás de Damm atribuye este insólito viraje del magistrado a un hecho hasta ahora desconocido. Se trata de que hace un par de años, la madre del tal Ribas, Manuela Vila Adroher, regularizó su propia situación fiscal y presentó declaraciones complementarias que acarrearon el pago de 5,2 millones en impuestos atrasados.

En resumen, los Carceller venían controlando el 27,7% de Damm, que ya es un lote impresionante, pues vale 360 millones de euros según las actuales cotizaciones en bolsa. Y ahora resulta que por medio de Seegrund han sido y son también poseedores de otro 13,9%, valorado en 180 millones.

Semejante revelación entraña un espectacular vuelco en el escalafón de socios de Damm. Y de pasada, supone una anomalía mayúscula. Significa que el opulento linaje de marras escamoteó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores la titularidad de unos paquetes que les confieren un control abrumador de la muy rentable compañía cervecera. De momento, la CNMV no ha dicho esta boca mía sobre engaño tan monumental.

Las búsquedas sobre este acaudalado clan han puesto de manifiesto otras muchas novedades. Por ejemplo, que el octogenario patriarca Carceller Coll reside habitualmente en Madrid y no en Portugal, tal como constaba en Hacienda.

También que domina una batería inacabable de participaciones accionariales que nunca declararon al fisco y que abarca, entre otras, constructoras en Canarias, explotaciones agrarias y vastas fincas en Andalucía, y centros comerciales en Arizona (EEUU). Ninguno de estos activos consta oficialmente como suyos, sino de sociedades radicadas en reductos opacos.

«Hazañas» paralelas

La Audiencia Nacional emprendió sus pesquisas sobre los Carceller en 2006 a raíz del caso BBVA-Privanza y sus fondos depositados en Jersey. Por cierto, este asunto provocó la defenestración del consejo entero del banco, salvo Francisco González, quien así vio libre el camino para asumir en BBVA unos poderes hegemónicos que todavía disfruta.

A la sazón, la Audiencia llegó a embargar activos de los Carceller por valor de 400 millones de euros. El embrollo se complicó aún más al destaparse la lista de clientes del banco HSBC de Ginebra, entre los que figuraba la flor y nata de la oligarquía española, encabezada entre otros por las dinastías Botín y Carceller.

Curiosamente, las peripecias de una y otra guardan estrechos paralelismos. Ambas poseían fortunas descomunales a buen recaudo. A ambas les pilló Hacienda in fraganti por el chivatazo de un empleado infiel de ese banco helvético.

Los Botín tenían embalsados 2.000 millones de euros en el HSBC. Emilio y Jaime Botín pactaron con el fisco, soltaron 200 milloncejos y el asunto no fue a más, es decir, no pasó a la temible vía penal. Los Carceller pretenden ahora ansiosamente un pacto del mismo estilo. Confían en repetir la suerte de su probo escudero Javier Ribas, al que ya se ha levantado la imputación. También les ayuda el precedente de los financieros cántabros. No tienen fácil librarse de la cárcel, pero abrigan la esperanza de que finalmente no se verán entre rejas. Y es que, como tiempo ha escribió un agudo comentarista refiriéndose a dos famosos primos hermanos, «éstos tienen tanta pasta, que no cabe en una minúscula celda».