La nueva extrema derecha

Mientras la izquierda clásica no aúne crecimiento económico y control férreo de la inmigración, la extrema derecha seguirá avanzado

Hay quien se limita a rasgarse las vestiduras en vez de intentar comprender el fenómeno y buscar modos de revertirlo. En no pocos países de Europa, la extrema derecha bordea o supera el 15% de los votantes.

En algunos gobierna o apoya a gobiernos conservadores. En otros, el cordón sanitario que pretende aislar a los partidos xenófobos se materializa en grandes coaliciones que a su vez lo alimentan al dejarlo como principal oposición.

Que en las manifestaciones de la extrema derecha se exhiba simbología nazi debería ser suficiente para obtener el repudio de su electorado

El votante de la extrema derecha no añora a Hitler o Mussolini. A menudo, por no decir en general, proviene de la izquierda.

Es un voto nostálgico, insolidario, egoísta y de protesta, ni decir tiene que equivocado, motivado por la pérdida de estatus o de perspectivas de mejora social provocados por el crecimiento de la desigualdad y el final de la homogenización étnica y cultural de la sociedad.

Que en sus manifestaciones asome la simbología nazi debería ser suficiente para que sus potenciales votantes, al menos la mayoría de ellos, se retrajera. No es así. No creen que vayan a imponerse ideologías totalitarias ni que se restrinjan sus libertades.

Sólo pretenden mayor seguridad en el futuro y menos inmigración. Si creyeran que la democracia está en peligro volverían al redil de los partidos tradicionales.

El votante de extrema derecha les vota por la ausencia de partidos que prometan mejor economía y menos inmigración

El votante de extrema derecha no es víctima del populismo, si tal cosa existe de veras y se puede diferenciar de la demagogia. Vota así por la ausencia de partidos que le ofrezcan la doble garantía de la mejora económica y la menor inmigración.

Buena parte de la responsabilidad es pues de la izquierda socialdemócrata, en cuanto es percibida, correctamente, como aliada o cómplice de la desigualdad. En vez de combatirla, la han propiciado desde los gobiernos, lo cual les resta credibilidad.

Lo anterior reza para países tan distintos como Gran Bretaña, Francia, Grecia, Italia o España, pero hay que ahondar un poco más cuando nos trasladamos a latitudes donde la igualdad social no ha sufrido grandes mermas.

Si en Francia o Italia la motivación es doble, rechazo a la desigualdad y a la inmigración excesiva o descontrolada, en Austria, los Países Bajos, Alemania, Dinamarca o ahora Suecia, el único móvil parece ser la xenofobia.

En países como Suiza, Canadá con niveles de vida tan avanzados como en los otros del mismo grupo, el férreo control de la inmigración les ha ahorrado este tipo de problemas.

En Finlandia, la extrema derecha se está desmoronando porque ha cargado contra el aborto o la homosexualidad.

Contener la inmigración en Europa, un continente con evidentes problemas de envejecimiento, parece ser un contrasentido, pero el desarrollo tecnológico puede compensar la baja natalidad.

A la creciente robotización de las cadenas de producción se une la conducción sin chófer, que puede dejar sin trabajo a centenares de miles de trabajadores del transporte de personas y mercancías.

Mientras los taxistas discuten con Uber y otras alternativas, flotas de taxis y autobuses sin conductor están a la vuelta de la esquina.

Los deberes de Europa

La responsabilidad de los países desarrollados es promover la estabilidad, la paz y el desarrollo de los países más conflictivos y pobres, de los cuales huye todo el que puede.

No faltan ni la fuerza disuasoria ni la capacidad de financiación y transferencia tecnológica pero no se utilizan.

La historia está lejos de finalizar. Por si fuera poco, nadie asegura que vaya a tener un final feliz. Si parte de la responsabilidad del auge de la extrema derecha es de los socialdemócratas, la parte principal corresponde a los neoliberales.

¿Cuál es modelo de sociedad? ¿De veras pretenden poner en riesgo las abultadas haciendas de los ricos empobreciendo a la mayoría y mermando la pluralidad? Eso parece. Craso error.

En este caso, aumentan las posibles explosiones sociales de las cuales podrían ser las primeras víctimas.

Mientras el liberalismo clásico, al cual debemos gran parte de la prosperidad, no se levante contra sus vástagos los neoliberales y neoconservadores y denuncie la deriva que pretenden imponer, persistirá el peligro de fractura.

Mientras la izquierda clásica no intensifique sus programas de igualdad más crecimiento y los aúna al control y a la integración de la inmigración, la extrema derecha seguirá avanzando, desestabilizando y provocando mayor desconfianza en un sistema que, pese a sus imperfecciones, es el mejor que ha conocido la historia.