La solución catalana

Después de hablar con bastantes personas y tras el pistoletazo de salida que dio el miércoles el presidente de la Generalitat, José Montilla, cuando reconoció ante el Parlament que entre sus previsiones de futuro hay un escenario de fusiones de cajas en Catalunya, he creído necesario hacerme un pequeño balance de situación para saber más o menos en qué punto estamos.

El punto de partida inicial es que, efectivamente, el sistema financiero español, y por supuesto también el catalán, camina de forma inexorable hacia una reestructuración, un nuevo modelo en el que el minifundismo hasta ahora predominante tiene las horas contadas.

Lo vino a decir Montilla y también horas antes ante la Comisión de economía del Congreso la vicepresidenta económica, Elena Salgado: hay una sobrecapacidad instalada en el sistema financiero, un exceso de oferta, que provoca unas dificultades mucho más visibles en momentos de crisis como el actual.

No existe, creo, en el mundo una sociedad tan bancarizada como la que hay en Catalunya, donde te puedes encontrar en cada manzana con dos o a veces algunas más entidades financieras diferentes. Ese modelo, en un momento de reducción de márgenes y de auge de la banca por Internet, chirría y debe sufrir un lifting de los que hacen historia. No hay otra opción.

Así las cosas, y estando prácticamente todo el mundo de acuerdo hasta aquí, en Catalunya se abre a partir de este punto la disensión. Unos apuestan por la “solución catalana”, otros no. Algunos de los profesionales de las cajas catalanas con los que he hablado se han mostrado sumamente escépticos ante las ventajas que se derivarían de un proceso de fusiones entre cajas catalanas, porque sus redes están bastante duplicadas y el posible negocio complementario que se aportarían difícilmente podría compensar los costes de esa integración, que serían necesariamente altos en materia de empleo, entre otras cuestiones.

Cuando hablo con políticos ya es otro el discurso predominante. La “solución catalana” se convierte en la preferida porque este proceso de concentración, a su juicio, permitiría reforzar en conjunto el sistema financiero del país, solucionando aquí, bajo el paraguas de las competencias estatutarias, las disfuncionalidades actuales.

Los profesionales lo ven de otra manera. Creen que la integración con entidades de otras comunidades autónomas podrían generar muchas más economías de escalas, abrir mercados a los que hasta ahora no llegan y dotarse de un tamaño más significativo del que podrían alcanzar fusionándose con otra entidad catalana.

Otra cosa, reconocen, es como se salva tutela que ahora ejercen los poderes locales y autonómicos sobre las cajas, aunque admiten que, desgraciadamente y pese a los elogios que Montilla dedicara el miércoles a la despolitización de las cajas catalanas, ése puede ser el nudo gordiano de la cuestión.